Las cosas no deben seguir como hasta ahora. La prueba de la democracia de Reino Unido es si se reconoce esa realidad y se debaten las opciones para mejorarla. Se puede pensar que para eso están las elecciones generales, pero la mayoría de los comentaristas políticos parecen estar de acuerdo en que esto es ingenuo: el electorado no quiere que se le diga la verdad y no puede entenderla si se le dijera. Hay que mantenerlos en la oscuridad y alimentarlos con estiércol, como los hongos que son. Esto es lo que aconsejan los sofisticados gurús de la política. ¿Cuál ha sido el resultado? El desencanto. Cualquier sistema político, más una democracia, tiene que dar resultados.
¿Lo ha hecho? A continuación una respuesta sencilla: según el FMI, el PIB real per cápita de Reino Unido cayó 0.2 por ciento entre 2019 y 2023. De las economías importantes, solo a Alemania (una caída de 1 por ciento) y a Canadá (1.4 por ciento) les fue peor.
A más largo plazo, el país sufre una combinación perniciosa de desigualdad alta con un crecimiento económico débil, como demostró el reciente informe “Poner fin al estancamiento” de la Resolution Foundation.
Puede ser ingenuo esperar que el gobierno reconozca lo difíciles que han sido las cosas o que la oposición admita lo complejo que será el camino que queda por recorrer, pero lo que está ocurriendo, en cambio, es lo que el Instituto de Estudios Fiscales llama una “conspiración de silencio”. Los dos principales partidos están comprometidos con las mismas reglas fiscales. El objetivo de reducir la deuda pública neta (excluido el Banco de Inglaterra) en el quinto y último año del pronóstico, compartido por los dos partidos principales solo puede alcanzarse con una restricción salvaje del gasto público o aumento de impuestos. De hecho ya están incluidos en los planes del gobierno, dada su decisión de no aumentar los umbrales de inflación. Rishi Sunak da mucha importancia a los posibles aumentos de los impuestos de los laboristas, pero su gobierno está comprometido con impuestos encubiertos.
Un proceso político honesto comenzaría admitiendo que tendrán que aumentar los impuestos si el país quiere prestar los servicios públicos que ha prometido. En efecto, hay una opción simple: aumentar los impuestos o recortar el gasto. Al menos debe haber una discusión abierta sobre qué gasto puede recortarse y qué impuestos aumentarse.
También es esencial debatir hasta qué punto las reformas pueden suavizar la dureza de las opciones, elevando la calidad de los servicios o la cantidad de ingresos necesarios. Un debate de este tipo también debe abarcar elementos esenciales de una estrategia de crecimiento.
Este debate no ocurrirá ahora, pero aún pueden surgir algunas buenas ideas, aunque solo sea después de la campaña, sobre el principio de pas devant les enfants. A continuación, tres que tendrían sentido. Hay más, incluido el acercarse más a la Unión Europea.
En primer lugar, liberalizar las restricciones de planeación. Eso creará una reacción negativa, pero la incapacidad del país para construir algo es una vergüenza. La construcción de infraestructura es más costosa, en tiempo y dinero, que en países comparables.
En segundo lugar, reformar los impuestos sobre la propiedad y las restricciones a la planificación. Supongamos que se alentara a las autoridades locales a designar terrenos para el desarrollo y se les permitiera gravar la propiedad en función de los valores resultantes del sitio mucho más altos. Eso motivará un rápido desarrollo. Los aumentos de ingresos que resulten podrán utilizarse para financiar nueva infraestructura o reducir los impuestos locales. El impuesto sobre el valor del sitio también puede reemplazar la tasa municipal, que no solo es muy regresiva, sino que se basa en valoraciones que tienen más de tres décadas de antigüedad.
En tercer lugar, fomentar un aumento sustancial de los ahorros para pensiones, que en la actualidad son muy bajos. Esto es cierto para las personas autoempleadas, pero incluso los empleados de los actuales planes de pensiones de aportación definida ahorran muy poco. Por tanto, existe un nivel mínimo de cotización obligatoria de 8 por ciento, del que al menos 3 por ciento debe provenir del empleador. Esto es muy poco para ofrecer una pensión decente. En un país con una tasa de ahorro nacional muy baja, los argumentos a favor de aumentar el nivel obligatorio son aún más sólidos. Esto puede ponerse en práctica con aumentos anuales automáticos de, digamos, un punto porcentual durante un periodo de años.
Supongo que será más fácil implementar ideas radicales si estuvieran en un manifiesto. Pronto veremos si hay interés en eso. Supongamos que el Partido Laborista obtiene una amplia mayoría y los conservadores pronto serán engullidos por una batalla sobre lo reaccionarios que pueden ser. Esto será una oportunidad destacada, incluso única, de reforma.
Es posible que la campaña siga siendo el acontecimiento deprimente que es, pero el país no puede darse el lujo de tener un gobierno igual de deprimente.