Se estima que la proporción de personas que viven en el margen de la subsistencia cayó de cerca de 80 por ciento en 1820 a poco menos de 10 por ciento en 2018. Lo que hace que esta disminución sea aún más notable es que la población mundial aumentó de mil millones en 1820 a 7 mil 700 millones en 2018. La prosperidad también ayudó a duplicar la esperanza de vida global a 71 años. En resumen, pasamos de un mundo en el que la vida era, para la gran mayoría, “desagradable, brutal y corta” a algo mejor.
En 1970, la tasa de “pobreza extrema” todavía era de 50 por ciento. La reciente reducción extraordinariamente rápida se debe al enorme progreso en la tan denostada era de la globalización económica. Nunca voy a lamentar este logro. Muestra que la combinación de las oportunidades económicas globales con la ayuda externa funcionó.
Una fuente crucial de esto último son los créditos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF). Contrario a lo que muchos temían, poner fin a la pobreza extrema no era como tratar de llenar un “pozo sin fondo”. Como se señala en un informe reciente del Banco Mundial, Corea del Sur, China e India alguna vez fueron beneficiarios de créditos de la AIF: hace 60 años, era incluso conocida informalmente como la “Asociación de Desarrollo de India”. El avance ha sido notable y todavía lo es: la esperanza de vida en los países a los que atiende aumentó de 58 a 65 años entre 2000 y 2021.
Por fin está a la vista la eliminación de la pobreza extrema; sin embargo, por desgracia, el mismo título de este informe nos dice que esto no es lo que está sucediendo. Las crisis de los últimos años han sido devastadoras para las personas más vulnerables del mundo. Desde la pandemia, los ingresos promedio per cápita en la mitad de los 75 países de la AIF crecieron con mayor lentitud que los de las economías de altos ingresos. En realidad, uno de cada tres países clientes de la AIF es, en promedio, más pobre que en vísperas de la pandemia.
¿Por qué importa esto? La respuesta es que poco menos de una cuarta parte de la población mundial, pero 70 por ciento de las personas más pobres del mundo, vive en los 75 países clientes de la AIF, que generan apenas 3 por ciento de la producción global. Es en estas naciones donde se ganará o se perderá la batalla para eliminar la pobreza extrema del mundo. Hoy se está perdiendo.
La sucesión de crisis —covid, inflación, picos en los precios de la energía y los alimentos inducidos por la guerra y aumento de las tasas de interés— ya tuvieron graves efectos. Pero, lo que es peor, existe el riesgo de que la débil trayectoria de los últimos años se arraigue en estos países política, social, económica y ambientalmente frágiles, creando una década perdida, o tal vez algo que incluso sea peor. Esta amenaza es más grave en el África subsahariana. Que se concrete esto será un desastre humano, que también amenazará con agitación mucho más allá de los países directamente afectados.
Entre las debilidades más destacadas de los países clientes de la AIF se encuentran las financieras. La movilización de recursos nacionales es difícil para los países empobrecidos, con sectores informales relativamente enormes (por lo general más de un tercio de la economía), sectores financieros poco desarrollados, alta dependencia de ingresos inestables provenientes de las exportaciones de materias primas, escasez crónica de divisas y gobiernos débiles y a menudo corruptos. Como consecuencia, han llegado a depender de los préstamos extranjeros. Pero, de forma inevitable, también se consideran riesgosos, lo que aumenta el costo del endeudamiento. Esto, a su vez, eleva la probabilidad de crisis de endeudamiento e incumplimiento de pagos. Esto convierte los altos diferenciales en una profecía autocumplida, reivindicando el escepticismo de las entidades de crédito.
No sorprende que, después de todos las crisis recientes, los pagos netos de intereses como porcentaje de los ingresos fiscales hayan aumentado en los países clientes de la AIF más rápido que en otros países emergentes y en desarrollo. Hoy, por desgracia, alrededor de la mitad de los países de la AIF se encuentran en situación de crisis de endeudamiento o corren un alto riesgo de sufrirlo.
Fue justo para ofrecer una salida a ese círculo vicioso de recursos inadecuados, internos y externos, que se creó la AIF, con resultados exitosos. Los países clientes de la AIF necesitan enormes aumentos en la inversión si quieren acelerar el crecimiento y aprovechar las nuevas tecnologías de energía. Estos fondos no van a provenir de fuentes privadas en el futuro inmediato. En su lugar, será necesario un aumento sustancial del crédito oficial extranjero de costo ultrabajo. La clave para lograrlo será una rápida resolución de los sobreendeudamiento de las deudas impagables actuales y un enorme aumento de los recursos de la AIF.
La próxima reposición, la AIF21, se debe completar en diciembre de 2024. Como dijo Ajay Banga, presidente del Banco Mundial, en un discurso en Zanzíbar a finales del año pasado: “La verdad es que estamos llegando al límite de este importante recurso concesional, y ninguna ingeniería financiera creativa compensará el hecho de que necesitamos más financiamiento. Esto debe impulsarnos a cada uno de nosotros a hacer que la próxima reposición de la AIF sea la más grande de todos los tiempos”. Tenía razón. El informe del Banco Mundial muestra la urgencia, pero también los beneficios potenciales de una reposición tan grande.
La última reposición, en 2021, fue de 93 mil millones de dólares durante el periodo 2022-2025. Esto puede parecer una suma grande, pero debe cubrir tres años fiscales y equivalía apenas a 0.03 por ciento del PIB mundial anual de alrededor de 100 billones de dólares. En la crisis actual de los países más pobres es esencial, moralmente correcto y asequible aumentar esta suma. No hacerlo será inasequible.
Cuando trabajé en el Banco Mundial en los 70, el objetivo de eliminar la pobreza extrema del mundo, promulgado por el entonces presidente Robert McNamara, parecía poco realista para muchos. En la actualidad está a nuestro alcance. Una serie de calamidades amenaza ahora con un fracaso innecesario cuando el éxito está tan cerca. No debemos aceptarlo.