En su primer año, mexicanos juzgan T-MEC como un éxito

El convenio suscrito con Estados Unidos y Canadá ahora enfrenta conflictos sobre el control estatal del sector energético y los intentos por interpretar reglas de origen automotrices estrictas

Mary Ng, Tatiana Clouthier y Katherine Tai durante la celebración del primer aniversario del pacto. Jesús Quintanar
Michael Stott
Ciudad de México /

Hola y bienvenidos desde Ciudad de México, donde estamos viendo cómo le está yendo al importantísimo acuerdo comercial del T-MEC con Estados Unidos y Canadá, poco más de un año después de que reemplazó al TLCAN.

La secretaria de Economía de México, Tatiana Clouthier, visitó Washington la semana pasada para discutir el progreso con los principales funcionarios y líderes empresariales y para resolver las diferencias en la implementación.

El T-MEC, como se conoce oficialmente, se negoció por orden de Donald Trump, quien describió el TLCAN como el “peor acuerdo comercial jamás firmado” y amenazó con retirarse. Había mucho en juego: EU realiza transacciones por valor de 1.3 billones de dólares al año con sus dos vecinos.

Como presidente, Trump casi torpedeó por completo las relaciones comerciales en 2019 cuando amenazó con cerrar la frontera a menos de que México detuviera la migración. La hostilidad de Trump hacia los acuerdos comerciales y la historia de relaciones espinosas de México con su vecino del norte llevaron a muchos a temer lo peor, pero los resultados del T-MEC hasta ahora han sido sorprendentes, como explicamos a continuación.

Casi a la mitad de su mandato, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dividido a los mexicanos. Los partidarios elogian su énfasis en los pobres. Empresarios y profesionales protestan por las tendencias autoritarias, los ataques a creadores de riqueza y la preferencia por el desarrollo impulsado por el Estado.

Una cosa en la que los mexicanos están de acuerdo es en que el T-MEC ha demostrado ser un éxito en su primer año, aunque no siempre por las razones que imaginaban. A las empresas les complace que las restricciones sobre regulación y gobernanza proporcionen una capa de protección contra las ideas más radicales de López Obrador. Al Presidente y sus partidarios les gusta el papel del acuerdo como generador de empleo, así como sus disposiciones laborales. Estos ayudan a mejorar los salarios y han permitido movimientos contra un sindicato estrechamente vinculado a un partido político opositor.

“El T-MEC ha sido un salvavidas para México”, dijo Juan Carlos Baker, ex negociador mexicano. “Si no fuera por el T-MEC, las perspectivas económicas de México serían muy diferentes. La recuperación que tenemos solo se da por las perspectivas de exportaciones a EU”.

Los aliados de López Obrador dicen que su conversión de escéptico del T-MEC a partidario se motivó por el deseo de crear empleos. “El Presidente vio al T-MEC como algo mágico”, dijo un ex funcionario mexicano. “Pensó que el hecho de tenerlo y firmarlo significaba que llegarían inversiones masivas”.

Eso no quiere decir que el primer año del T-MEC haya sido sencillo: lejos de ello. Las mayores nubes en el horizonte son las medidas de México para restaurar el control estatal sobre el sector energético y los intentos de EU de interpretar reglas de origen más estrictas sobre los componentes automotrices de una manera aún más estricta.

En política energética, los intentos de López Obrador de revertir la apertura hacia la inversión privada y las energías renovables y regresar a México a un sector energético y eléctrico alimentado por el petróleo y dominado por el Estado son contrarios al nuevo acuerdo comercial.

“O el Presidente finge que no entiende o realmente no entiende a lo que México se adhirió en términos de compromisos energéticos”, dijo Arturo Sarukhán, ex embajador de México en Washington.

Cuando se trata de autopartes, los desacuerdos son importantes porque el sector automotriz es un área clave del comercio bajo el T-MEC y le da empleo a más de un millón de personas en México. En una medida que tiene el objetivo de promover el reshoring (la reubicación de las plantas de producción de nuevo en el país) de trabajos de fabricación de vehículos, el pacto elevó a 75 por ciento la proporción de contenido automotriz que debe hacerse en América del Norte para calificar como libre de impuestos. La manzana de la discordia ahora es cómo se define esa proporción.

Otro desafío para México, dice Martha Bárcena, embajadora del gobierno de López Obrador en EU hasta febrero, es la estipulación del pacto de niveles de salario mínimo de 16 dólares por hora para los trabajadores que producen entre 40 y 45 por ciento del contenido automotriz. “Es bueno subir los salarios en México, pero será muy difícil cumplir con esto”, dijo.

También en el sector automotriz, la primera disputa laboral iniciada por Estados Unidos bajo el T-MEC avanzó hasta ahora sin serias fricciones. México acordó que los trabajadores de una planta de General Motors en Silao deberían realizar una votación libre antes del 20 de agosto sobre la aprobación de un contrato colectivo, en medio de denuncias de que se les habían negado sus derechos.

En general, Bárcena, al igual que otros expertos mexicanos, cree que el T-MEC está demostrando ser un marco exitoso para el comercio. “Van a existir diferencias de interpretación, pero el T-MEC está ahí para resolverlas”, agregó. “Lo importante es seguir hablando”. 

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