La política comercial es el punto de encuentro entre los dos grupos de interés favoritos de Joe Biden: los trabajadores estadunidenses y sus aliados. Consideremos la reciente declaración de Lael Brainard, la principal asesora económica del presidente, sobre la oferta que presentó el gigante japonés Nippon Steel por US Steel.
Si bien Biden da la bienvenida a que “los fabricantes de todo el mundo construyan su futuro en Estados Unidos con empleos y trabajadores locales”, dijo, “también cree que la compra de esta emblemática compañía de propiedad estadunidense por una entidad extranjera —incluso una que es de un aliado cercano— parece que merece un serio escrutinio en términos de su posible impacto en la seguridad nacional y la confiabilidad de la cadena de suministro”.
Traducción: sí, le dijimos a los aliados como Japón que queremos tenerlos más cerca mientras tratamos de desvincularnos de China en áreas estratégicas como acero, chips, vehículos eléctricos, etcétera, pero aún nos preocupa que trabajen con China, que prefieran su propia producción nacional en caso de apuro o que desplacen los puestos de trabajo de la industria del acero a estados con bajos salarios y sus reglas de derecho al trabajo, donde la organización sindical es más difícil. Y eso hará que el presidente se vea mal en un momento en el que Donald Trump está a punto de iniciar su campaña sobre la base de una política comercial de línea dura basada en el principio de “Estados Unidos primero”.
Éstas son preocupaciones legítimas. Robert Lighthizer, el ex representante comercial de EU bajo el gobierno de Trump, apareció en Fox News censurando el acuerdo. Presionó con éxito a Japón para que limitara las exportaciones de acero, automóviles y otros bienes como subsecretario de Comercio en la administración Reagan. Ahora expresa un punto con el que muchos en la izquierda y en las organizaciones sindicales estarán de acuerdo. Existe una asimetría inherente entre la política de libre comercio de laissez-faire, que supone un escenario en igualdad de condiciones sin subsidios ni intereses de seguridad nacional, y las economías que maneja el Estado que suponen todo lo contrario.
Japón, a diferencia de China, no está gobernado por el Estado, pero en cierto modo presenta un desafío más complejo para los reguladores del Comité de Inversión Extranjera de Estados Unidos que analizarán el acuerdo. Japón es un aliado, pero Nippon tiene operaciones de filiales en China. Esto plantea la cuestión de hasta qué punto los aliados tienen que seguir la línea de política interna de Washington con Pekín para hacer negocios en EU en un sector estratégico.
Es más, si bien Japón es en apariencia una economía de libre mercado, el sistema keiretsu (un tipo de estrategia comercial) del país, que entrelaza la propiedad de acciones corporativas y las relaciones comerciales (que suelen favorecer a los actores nacionales), presenta un desafío. Esta administración estadunidense está comprometida, en virtud de disposiciones de la sección 232 de la Ley de Expansión Comercial, a aumentar la producción nacional de acero a largo plazo. ¿Realmente se puede garantizar que una empresa multinacional en Asia hará eso? Si hubiera, digamos, un desastre natural o una guerra que causara una disrupción en las cadenas de suministro globales, ¿quién tendrá preferencia para la producción de acero de Nippon en EU? ¿Japón o Estados Unidos?
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Por supuesto, esto puede resolverse con acuerdos legales en caso de que se autorice la fusión, pero hay una cuestión más profunda en juego. ¿Cuál es la política comercial de la administración Biden? ¿Y en qué se diferencia de la que seguirá Trump si es reelecto?
Los aliados de EU quieren saberlo. Y se les puede perdonar que piensen que reciben mensajes contradictorios sobre esto. Se supone que el friendshoring (la relocalización de las operaciones a países aliados o amistosos) incluye a los amigos, como Japón, pero cuando se trata de las industrias más estratégicas, como la siderúrgica, tal vez ese no sea el caso. O tal vez puede serlo, si una empresa se comprometiera a contratar mano de obra sindicalizada y a no realizar operaciones en China. Esa es la cuestión: el mundo está desesperado por que EU aclare las cosas en materia de comercio.
¿Por qué todavía no se produce eso? En parte por las diferencias en la forma en que los funcionarios ven un mundo desvinculado. Algunos en los sectores del comercio y la seguridad están ansiosos por cerrar nuevos acuerdos comerciales con sus aliados para contrarrestar el poder económico de China. Otros, como la representante de comercio de EU, Katherine Tai, defienden un paradigma comercial “poscolonial” basado en un enfoque compartido del trabajo y el medio ambiente. Esta estrategia reconoce que el actual sistema de mercado no les ha dado prioridad y que instituciones como la Organización Mundial de Comercio no están diseñadas para eso.
Yo estaría de acuerdo con eso, aunque algunos aliados, como la Unión Europea, no. También diría que la Casa Blanca no podrá vender su enfoque al resto del mundo a menos que explique con más detalle en qué se diferencian las políticas comerciales de Biden de las de Trump y por qué son mejores que otras.
Se tiene que hacer un argumento sólido, por ejemplo, el sistema estadunidense de subsidios a las energías limpias puede funcionar mejor que el mecanismo europeo de ajuste fronterizo de las emisiones de carbono, sobre todo si se ofreciera la transferencia de tecnología desde EU a cambio de la seguridad de la cadena de suministro y de los recursos. Algunos mercados emergentes al parecer aceptaron el planteamiento de la administración Biden de apoyar a los trabajadores a través de la política económica. Hace unos meses, el viceministro de Inversión, Comercio e Industria de Malasia defendió este punto en una publicación en Linkedln, al decir que el enfoque de Tai ofrece la posibilidad de poner fin a la “carrera hacia el fondo” de los últimos 40 años. Los posneoliberales tienen un buen argumento, pero no lo han expuesto bien.
Se les debe permitir hacerlo. Nadie puede vencer a Trump en el “Estados Unidos primero”. Biden necesita aclarar su propio enfoque y por qué es superior.