A veces uno siente pena por Rishi Sunak, ministro británico de Hacienda. Quiere reducir los impuestos y dar rienda suelta a la empresa, pero tiene convicciones fiscales ortodoxas y un primer ministro que desea gastar dinero público en causas que Sunak considera despilfarro. Equilibrar estas fuerzas siempre será difícil, pero la economía también se ha visto sacudida por el covid-19 y ahora por la invasión de Rusia a Ucrania. Sin embargo, estas crisis también le dieron a Sunak una ganancia inesperada, en especial una inflación más alta de lo esperado.
Esto reduce el valor real del gasto limitado por el efectivo y aumenta los ingresos fiscales reales, principalmente porque los umbrales están congelados en términos de efectivo. Así que Sunak tenía dinero para jugar. La historia de esta declaración de primavera es cómo lo utilizó. En esencia, le dio a los miembros del parlamento sin cargo en el gobierno algo de lo que querían. ¿Funcionará?
Podemos identificar una razón bastante simple para dudar que lo haga por mucho tiempo. Según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por su sigla en inglés), los ingresos reales acumulados disponibles de los hogares van a disminuir 2.2 por ciento en términos reales entre 2021-2022 y 2022-2023. Este será el mayor descenso anual en al menos 66 años. Se proyecta que el producto interno bruto (PIB) per cápita aumente 1.5 por ciento entre 2022 y 2023, pero esto no va a significar mucho para una gran parte de la población, especialmente los más pobres, que son más vulnerables a los aumentos de los precios de la energía y los alimentos que los miembros más acomodados de la sociedad. Es posible que las cosas salgan mejor que esto: tal vez la guerra cese y la economía vuelva pronto a algo que parezca normal. Hay que dudarlo. Es un momento de incertidumbre, pero parece probable que la crisis externa persista y la política monetaria nacional tenga que endurecerse mucho más de lo esperado.
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El ministro sin duda pudo hacer más en respuesta al aumento del costo de la vida. Ahora se pronostica que el endeudamiento acumulado entre 2021-2022 y 2025-2026 sea de 72 mil millones de libras, inferior al de octubre de 2021, y casi 80 por ciento de esta mejora tan solo en 2021-2022. También se proyecta que la deuda neta del sector público se reduzca de 96 por ciento del PIB en 2021-2022 a 86 por ciento en 2025-2026. En resumen, Sunak planea gastar muy poco de su ganancia inesperada en los próximos años: los efectos directos de las decisiones del gobierno serán aumentar el endeudamiento acumulado en apenas 15 mil millones de libras en los próximos cuatro años financieros.
Con el fin de reparar las finanzas públicas después del covid y hacer frente a las presiones de un mayor gasto público, el gobierno adoptó medidas políticas que, según la OBR, habrán aumentado los impuestos en 2.4 por ciento del PIB entre 2019-2020 y 2026-2027 (0.9 por ciento a través del impuesto a las corporaciones, 0.6 por ciento por la congelación de los umbrales del impuesto sobre la renta, 0.6 por ciento del “impuesto de atención de salud y social”, y el resto de otras medidas). Sunak ahora anunció recortes compensatorios de apenas 0.5 por ciento del PIB (0.1 por ciento a través de la congelación de los impuestos sobre los combustibles, 0.2 por ciento por el recorte previsto de 1 penique en la tasa básica del impuesto sobre la renta y 0.2 por ciento del aumento de los umbrales de las cotizaciones a la seguridad social de los trabajadores).
Es claro que Sunak aún es un canciller que sube los impuestos. También guardó lo que parece ser pólvora sustancial para más fuegos artificiales de lucha electoral, pero bajó los impuestos sobre el combustible en 5 peniques por libra, aunque (supuestamente) es solo por un año. Renunció a un tercio de los ingresos hipotéticos del nuevo gravamen, reduciendo la carga para 70 por ciento de los contribuyentes en más de lo que les habría costado el impuesto. Además, renovó la promesa totémica de bajar las tasas del impuesto sobre la renta, pero no ha hecho casi nada para aliviar lo que será una presión mucho mayor sobre los costos de vida de lo que se imaginaba hace un mes, en especial para los más pobres, cuyas prestaciones son fijas en términos de dinero hasta la próxima actualización. Además, lo que introdujo en febrero ya era demasiado poco y estaba mal repartido entre los hogares.
La política es apoyar al votante marginal y suavizar la carga del impopular impuesto de atención de salud, pero se queda sin abordar la mayor parte del impacto en el nivel de vida y a los más vulnerables en una situación significativamente peor. Es difícil ver una buena justificación para esto.