Jill Biden aparece por tercera vez en portada de Vogue

FT MERCADOS

La portada en Vogue, trajo una nueva controversia sobre su papel como defensora de su marido durante la campaña para la reelección presidencial.

Jill Biden aparece por tercera vez en portada de Vogue. Foto: Reuters
Jo Ellison
Ciudad de México /

El momento fue desafortunado. Apenas unos días después de ver a su esposo, Joe Biden, de 81 años, prácticamente babeando durante el primer debate presidencial en el estudio de CNN en Atlanta, la doctora Jill Biden apareció en la edición de agosto de Vogue Estados Unidos (EU). La portada la muestra fuerte, divina, bañada por el brillo de bendición de Anna Wintour. La línea de portada es asombrosa: “Decidiremos nuestro futuro”. Esperen. ¿Quién lo hará?

Se ha convertido casi en un rito de iniciación para las primeras damas posar para los retratos de portada de Vogue. Con la notable excepción de Melania Trump, a quien, de manera controvertida, nunca se le brindó el privilegio, la mayoría de las primeras damas reciben la llamada. Esta fue la tercera aparición de Biden. Es, inusualmente, su segunda portada durante el primer mandato de su esposo, una señal del entusiasmo de Wintour por el equipo Biden, para quien organizó una recaudación de fondos en Londres el mes pasado.

La imagen, que fotografió Norman Jean Roy, proyecta una personalidad típica de Vogue: el pelo de Biden está alborotado a la perfección de una madre y profesora; de sus orejas cuelgan dos orbes de color azul turquesa. Lleva un vestido abrigo de Ralph Lauren en blanco sufragio que transmite poder, pero también súplica. Se ve presidencial. Preparada. Aun así, después de la catastrófica actuación de su esposo, uno no puede evitar compararla con una especie de asistente médico —“la mujer con la bata blanca”— o, peor aún, con la benigna gerente de una residencia de atención médica de lujo.

La reacción ha sido asombrosamente negativa. No he leído todos los comentarios publicados bajo el lanzamiento de la portada en Instagram, pero un estudio de los primeros cientos revela que el momento es un fracaso épico. Los republicanos son mordaces. Los demócratas están desconcertados. Hay gritos repetidos, insistentes y desquiciados de “maltrato a personas mayores”.

Mientras tanto, el pequeño rasguño de acceso que han ofrecido los Biden encuentra a Jill llena de propósitos democráticos, entregándolo todo en su carrera como educadora, luchando por la salud reproductiva de las mujeres y la campaña. “La democracia está en juego”, repite ante los capítulos de mujeres, los eventos de recaudación de fondos y las fanáticas que esperan: está ocupada, ocupada, ocupada tratando de hacer que el mensaje se escuche. Pero, dado el contexto, parece extraño y poco sincero.

Uno resopla de risa cuando lee “Joe es realmente el parlanchín, yo soy más callada”. La entrevista se interrumpe para poder pasar tiempo con Potus (acrónimo en inglés de Presidente de los EU) en su casa en Wilmington. Es donde la pareja “pasa toda la mañana juntos, solo tomando café, ya sabes, hablando....”, dice Flotus (acrónimo en inglés para denominar a la primera dama de los EU) de una manera que recuerda la visita a un abuelo enfermo en una casa.

Todos los editores sienten el ardor de los plazos de entrega prolongados. Este se siente especialmente dolorido. Todo el mundo tiene una historia de pesadilla sobre algo que sucede en los días oscuros entre el envío de una página a la imprenta y su llegada a los puestos de periódicos. La gente habla de sus matrimonios perfectos solo para luego divorciarse. Las bandas se separan y los actores son arrestados. Los destinos turísticos se ven afectados por desastres naturales. Los futbolistas son aclamados como el “mejor jugador de todos los tiempos”, solo para pasar una temporada en la banca.

ella dice...

“Sugerir que Jill Biden es una Maquiavelo en busca

de poder, que le susurra al oído a Potus, es un guión demasiado aburrido y misógino”

Hay pocas cosas más sombrías que tener que poner una advertencia en una historia con la frase de que se trata de una “última entrevista”, porque la persona murió inesperadamente. Una semana es mucho tiempo en política; en el mundo de las publicaciones mensuales, puede ser una eternidad.

Vogue tiene experiencia con momentos inoportunos o imprudentes. ¿Quién puede olvidar “Una rosa en el desierto”, el perfil de la revista de 2010 de la “salvajemente democrática” Asma al-Assad, esposa del dictador Bashar cuyo régimen comenzaría una brutal represión contra el movimiento de protesta no violento de Siria poco después de su publicación?

Ese artículo fue eliminado del internet y todavía quedan unas cuantas copias impresas en circulación. Pero en la era de las redes sociales, es más difícil erradicar una portada incómoda. Después de la debacle del debate, Vogue volvió corriendo con Flotus para obtener una actualización. “No dejaremos que esos 90 minutos definan los cuatro años que lleva como presidente de EU”, dijo. “Seguiremos luchando”. El presidente Biden “siempre hará lo mejor para el país”añadió, en lo que se ha convertido en la cita más atractiva de la historia.

Compadezco un poco a Wintour, aunque el estremecimiento del Schadenfreude (la alegría del mal ajeno, consiste en sentir placer por la desgracia de los demás) es demasiado delicioso como para ignorarlo. En esta era de tareas hipercontroladas —y uno solo puede imaginar las negociaciones interminables que precedieron a esta penetración en el círculo de la Casa Blanca—, es muy agradable ver que algo tan orquestado salga tan mal.

Me entusiasma menos la narrativa de Lady Mac-Biden. Sugerir que Jill Biden es una Maquiavelo en busca de poder, que le susurra al oído a Potus, es un guión demasiado aburrido y misógino. Dicho esto, me encantaría que ella usara su influencia para detener la obstinada locura de su marido. Y las parejas tienen cierto poder. Cuando le pregunté a mi esposo si abandonaría una campaña para un segundo mandato como presidente ante mi insistencia, dijo que se cambiaría el suéter si se lo dijera.

“Decidiremos nuestro futuro”. Pocas palabras son más acertadas. Es hora de que Jill busque en el armario y le encuentre a Joe también algunos suéteres para después de la presidencia.

AOL

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