La mayoría de los demócratas que conozco están muy entusiasmados con la presidencia de Joe Biden. Este hombre es como un Yoda político, aprovecha la fuerza del gobierno para darle la vuelta en 100 días a la peor crisis económica desde la Depresión. Su Plan de Empleos, la gestión de la crisis del covid-19 y los movimientos para cambiar al país a un sistema que recompensa el trabajo y no la riqueza implican cambios que muchos esperaban ver desde hace décadas. La agenda incluye estándares laborales más altos y un sistema fiscal más justo, inversiones en atención de salud, cuidado infantil y educación, así como cadenas de suministro más resistentes. Incluso los republicanos están a bordo con cosas como mejores carreteras y banda ancha.
Parte de lo que propone Biden, como utilizar mano de obra sindicalizada en contratos federales y la defensa de los intereses comerciales de Estados Unidos, se puede hacer con un plumazo de la Casa Blanca. Pero los programas de estímulo de varios billones de dólares tendrán que pasar por el Congreso. Eso depende de mantener la pequeña mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. Incluso si se aprueban los planes, la implementación será compleja.
Los detalles prácticos de muchos de los programas, cómo se van a implementar, qué agencias (estatales o federales) estarán a cargo, y cómo se van a financiar, todavía son escasos. Pero a medida que surgen planes más concretos, es probable que impliquen concesiones entre un gran número de grupos de interés. Ahí es cuando el trabajo duro realmente empieza.
En primer lugar, hay que hacer las consideraciones habituales entre la política y estas políticas, que son particularmente importantes antes de las elecciones intermedias, donde los demócratas corren el riesgo de perder su margen de apoyo en la Cámara de Representantes.
Las encuestas muestran que tanto los republicanos como los demócratas quieren que se invierta en infraestructura, en nuevos puentes y banda ancha. La pregunta es hacia dónde fluye el dinero primero. Un gran porcentaje de sindicalistas del sector de la construcción votaron por Donald Trump en las últimas elecciones. Esos votantes quieren financiamiento rápido en proyectos listos para comenzar, algo que el presidente reconoció ante el Congreso, llamando a su plan de empleos un “proyecto de cuello azul” para “reconstruir mejor”.
La reconstrucción de puentes y carreteras es sin duda necesaria y ofrece oportunidades para hacer ceremonias de inauguración. Pero reforzar la banda ancha en comunidades desatendidas, algunas de las cuales son rurales, y muchas más se encuentran en grandes áreas urbanas, es posiblemente lo más importante. Sin embargo, esos esfuerzos son menos visibles. Las inversiones iniciales se destinarían a los equipos en lugar de a las personas, y el proceso de colocación de cables y fibras es lento.
Ella Dice...“Tanto los republicanos como los demócratas quieren que se invierta en nuevos puentes y banda ancha, la pregunta es hacia dónde fluye el dinero primero”
Eso subraya la tensión entre las prioridades a corto plazo y las prioridades a largo plazo. Los mercados de capitales estadunidenses y, en particular, los capitalistas de riesgo quieren resultados rápidos y grandes salidas. Pero reconstruir la base industrial y hacer la transición a una economía verde es una propuesta de varias décadas. Puede requerir un sistema de financiamiento a largo plazo completamente nuevo, como un banco de infraestructura pública, sin mencionar un compromiso con la política industrial.
También requerirá el apoyo de aliados. Cerrar la brecha entre lo que se vende en casa y lo que se vende en el extranjero puede ser el mayor desafío del presidente. En su discurso en el Congreso, Biden dijo que sostuvo conversaciones con líderes mundiales que creen que Estados Unidos “está de vuelta” pero quieren saber “¿por cuánto tiempo?” Es comprensible que los europeos quieran poder contar con la estabilidad política estadunidense antes de comprometerse con alianzas democráticas liberales en torno al comercio, los impuestos y la tecnología.
Europa y EU se necesitan mutuamente y deberían trabajar juntos para desarrollar una alianza digital que brinde una alternativa liberal-democrática al capitalismo de vigilancia, basado en el estado al estilo de Beijing. Pero incluso si Europa se da cuenta de que sus intereses a largo plazo están mejor protegidos fortaleciendo los lazos con Washington en lugar de con Beijing, los europeos y los estadunidenses tienen diferentes corporativos que presionan por prioridad y protección.
Observemos, por ejemplo, cómo Apple y Google luchan contra Bayer, Siemens y BASF por las reglas de patentes y quién obtiene qué parte del valor de la economía digital del siglo XXI. O preocupaciones europeas sobre la regulación de datos de EU.
Biden tampoco puede ser un presidente a favor de los trabajadores y uno que parece ser fácil con los grupos de tecnología. Silicon Valley tiene una enorme presencia de cabildeo en Washington, con políticos de los dos partidos en su bolsillo. La uberización de más tipos de trabajo, el fracaso de los activistas sindicales para organizarse en compañías de tecnología como Amazon y el argumento de que los monopolios no deberían dividirse porque necesitan mantenerse grandes para defender los intereses económicos de EU, todos amenazan la visión de Biden de “trabajo, no riqueza”. Esta batalla del Yoda político apenas comienza.
srgs