Los corazones liberales dañados se pueden animar brevemente por el hecho de que Joe Biden recibió más votos que cualquier persona en la historia presidencial de Estados Unidos (EU), hasta Donald Trump se ubicó en un segundo lugar histórico. Incluso superó la cifra máxima de Barack Obama en 2008. La verdadera lección de la participación récord del martes pasado es que Estados Unidos está amarga, vigorosa y casi equitativamente dividida.
Joe Biden como presidente, en el mejor de los casos, tendría un mandato ambiguo. La pregunta es qué podría hacer con él. La respuesta es mucho menos de lo que incluso él —el más moderado de los contendientes demócratas a la presidencia— habría esperado.
A menos que se produzca una gran derrota sorpresiva, los republicanos mantendrán el control del Senado de Estados Unidos. Biden tendría suerte de impulsar incluso las partes graduales de su agenda, como una opción pública para el seguro de salud de Estados Unidos, grandes inversiones en tecnología ecológica y matrícula gratuita para estudiantes universitarios de clase media.
La noche del martes dejó en ruinas las esperanzas de los progresistas estadunidenses de un cambio de época.
No hay posibilidad de que Biden pueda abolir el obstruccionismo del Senado, agregar nuevos estados a Estados Unidos, como Puerto Rico y el Distrito de Columbia, o ampliar el tamaño de la Corte Suprema. En caso de que se produzca una vacante en el tribunal con una mayoría conservadora de 6 a 3, Mitch McConnell, el líder republicano del Senado, simplemente puede bloquear a Biden. Lo mejor que puede esperar Biden es un modesto paquete de estímulo.
Él dice...“El mundo sentiría el cambio, pero el fantasma de Trump acecharía a Estados Unidos con una administración de Joe Biden”
Mientras tanto, tendría que lidiar con el actual inquilino de laCasa Blanca. Si Biden se enfrenta al espectro de ser un lame duck (un pato cojo, con poca capacidad de maniobra), Trump amenaza con inventar una versión diferente de la especie: un pato herido propenso a atacar.
Las posibilidades de que Donald Trump reconozca la derrota son escasas. Podría atar estados que perdió por poco margen en recuentos y litigios durante semanas. Y es poco probable que extienda la mano de la cooperación durante las 11 semanas de transición presidencial.
Joe Biden tendría que prepararse para el cargo sin poder examinarlo. Esto podría tener importantes consecuencias. Por ejemplo, es poco probable que Donald Trump quiera compartir los registros de su “operación velocidad warp” sobre la vacuna contra el coronavirus.
Lo más que puede esperar Biden es que Trump se vaya silenciosamente después de haber triturado bosques de documentos de la Casa Blanca.
Una presidencia de Joe Biden corre el riesgo de quedar atrapada entre dos fuerzas irreconciliables, una derecha trumpiana obstinadamente atrincherada y una izquierda demócrata resentida. El contrapunto aleccionador de la probable derrota por estrecho margen de Trump es que casi ninguno de sus co-conspiradores corrió la misma suerte.
Lindsey Graham, senador de Carolina del Sur, fue reelegido cómodamente, al igual que McConnell. Los demócratas tal vez perdieron escaños en la Cámara de Representantes. Los republicanos recién llegados son más trumpianos que Trump. Uno de sus miembros es Marjorie Taylor Greene, quien es una partidaria declarada de QAnon, el grupo de teorías de conspiración de extrema derecha. Cualquier posibilidad de que esta elección rompa la fiebre republicana, como dijo Obama alguna vez, se desvaneció.
Entonces, ¿qué podría hacer Biden como presidente? La respuesta breve es que se esforzaría por encontrar un punto medio estadunidense que parece que ya no existe. Los acuerdos que se alcancen con McConnell alinearán a la izquierda demócrata. Sin embargo, a falta de un intento de cooperación bipartidista, poco se puede lograr.
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Eso le da a McConnell la ventaja. Algunas cosas, como un plan federal contra el coronavirus, se pueden hacer mediante orden ejecutiva. Otros, como los grandes nombramientos, tendrán que contar con la aprobación del Senado. Sería prudente que el presidente Biden nombrara al menos a uno o dos republicanos para su gabinete. La izquierda odiaría eso.
Solo en política exterior el próximo presidente tendrá libertad de maniobra. Ahí radica una paradoja. La democracia estadunidense recibió un golpe a su reputación en el escenario mundial. Es poco probable que las elecciones de 2020 reviertan eso. Los extranjeros saben que la política de Estados Unidos es una guerra de trincheras en la que cada bando obtiene pequeñas ganancias a un gran costo. Las grandes reestructuraciones son cosa del pasado.
Sin embargo, el mundo sentiría el cambio de Estados Unidos más que la mayoría de los estadounidenses. Biden se comprometió a deshacer la mitad de lo que hizo Donald Trump. Se volvería a incorporar al Acuerdo de París sobre el cambio climático, a la Organización Mundial de la Saludy posiblemente al acuerdo nuclear con Irán. Pero sus posibilidades de aumentar el salario mínimo en Estados Unidos serían casi nulas. Los impuestos más altos para los ricos de Estados Unidos están fuera del menú. El fantasma de Trump acecharía a Estados Unidos con una administración de Joe Biden.
srgs