Cuando la demanda del Departamento de Justicia de EU contra Google llegue a juicio el próximo mes, será el primer caso que ahonde en las prácticas de negocios de una gran compañía de tecnología desde que Estados Unidos se enfrentó a Microsoft hace un cuarto de siglo.
Si el juez Amit Mehta se pronuncia a favor de Estados Unidos, las medidas de solución que ordene podrían afectar directamente a la actividad principal de Google, abriendo la puerta a que sus rivales se apoderen de una porción mayor del mercado de las búsquedas móviles.
El precio de las acciones no lo dice. Alphabet, la matriz de Google, ya subió 47 por ciento este año, en el contexto de un fuerte repunte que llevó a las grandes compañías de tecnología a liderar la subida de todo el mercado de valores. Desde el techlash que se desató alrededor de 2017, cuando políticos y reguladores de todo el mundo empezaron a plantearse frenar el poder de las mayores compañías de tecnología, los inversores han tenido un nuevo riesgo que valorar. El estado de ánimo actual del mercado de valores sugiere que ven muy poco peligro.
Es fácil entender por qué. A pesar del ruido y la furia procedentes de Washington en los últimos años, los reguladores todavía no consiguen ninguna gran victoria antimonopolio contra las compañías de tecnología y el Congreso no logra avanzar en ninguna nueva legislación importante. Y a pesar de imponer una serie de multas a Google, Bruselas ha hecho poco por cambiar la dinámica competitiva en los mercados que domina.
La nueva Ley de Mercados Digitales de la Unión Europea puede representar un riesgo mayor. Pero a falta de nuevas leyes en Estados Unidos, los reguladores se ven obligados a tratar de estirar las existentes.
Sin embargo, los tribunales se muestran cautelosos a la hora de limitar prácticas empresariales que confieren beneficios inmediatos al consumidor, como precios más bajos. Las compañías de tecnología se apresuran a advertir que alterar su actual forma de hacer negocios pondrán en peligro los servicios gratuitos de internet y los productos digitales de bajo precio que han sido populares entre millones de consumidores.
El fracaso de la Comisión Federal de Comercio de EU (FTC, por su sigla en inglés) el mes pasado para convencer a un juez de que bloqueara la adquisición por parte de Microsoft de la empresa de videojuegos Activision Blizzard, valorada en 75 mil millones de dólares, puso otra vez de relieve la falta de voluntad de los tribunales estadunidenses para actuar sin un perjuicio claro para los consumidores, por mucho que se quejen los competidores de las compañías.
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El caso contra Google gira en torno a una serie de acuerdos que la compañía cerró con fabricantes de teléfonos móviles y navegadores para que su motor de búsqueda sea el predeterminado en los dispositivos y teléfonos que funcionan con su software Android.
Aunque algunas partes de la demanda fueron desestimadas por Mehta este mes, el juicio se enfoca en una cuestión en la que Google podría ser vulnerable. El artículo 2 de la Ley Sherman impone una amplia prohibición de cualquier “conducta excluyente” que se utilice para monopolizar un mercado. EU tuvo éxito con una denuncia similar contra Microsoft, que utilizó contratos de exclusividad para promover el uso de su navegador Internet Explorer y derrotar al productor de navegadores Netscape.
Pero incluso si los acuerdos de búsquedas de Google excluyen a los competidores, la empresa prevalecería si puede demostrar que su conducta tiene una intención favorable a la competencia. Google argumenta que pagar para que su motor de búsqueda sea el predeterminado que los usuarios ven en sus dispositivos no difiere de la forma en que los productores de cereales para el desayuno pagan por ocupar un lugar destacado en las estanterías de los supermercados. También advierte de que si sus propias ofertas promocionales se ven truncadas y los tribunales impiden una práctica comercial normal, eso podría dar lugar a una peor experiencia para los consumidores, incluido un aumento de los precios de los teléfonos.
La prueba legal llega justo cuando otra gran compañía de tecnología parece dispuesta a enfrentarse a una demanda por su actividad principal. Desde hace semanas se viene informando de que la FTC está a punto de presentar una demanda que se esperaba desde hace mucho en contra de las operaciones de comercio electrónico de Amazon. Se dice que la agencia se centra en el trato que Amazon le da a los vendedores de terceros que utilizan su mercado en línea para llegar a los clientes. Amazon desde hace mucho tiempo se enfrenta a protestas por obligar a estos vendedores a pagar por servicios adicionales, como el almacenamiento y la entrega a través de Fulfilment by Amazon, para garantizar que sus productos ocupan un lugar destacado en su mercado.
Como en el caso de Google, esto parece atacar una parte importante del negocio principal. Los vendedores independientes de este tipo representan casi una cuarta parte de los ingresos de Amazon, por lo que se trata de una parte importante del negocio de la compañía. Sin embargo, Wall Street no parece inmutarse y las acciones de Amazon registran un repunte de 57 por ciento este año.
Uno de los cálculos que al parecer hacen los inversores es que, incluso si las empresas pierden, podrían resolver los casos ajustando las condiciones de algunos de sus contratos en lugar de verse obligadas a realizar cambios fundamentales en sus operaciones. Amazon, por ejemplo, ya aceptó concesiones en la Unión Europea y Reino Unido sobre la forma en que trata con los vendedores de terceros, con escaso impacto en su negocio.
El juicio contra Google arrojará luz sobre el tipo de prácticas de las que los críticos de las grandes compañías de tecnología se quejan desde hace años. Pero si Wall Street tiene razón, no hará mella en las operaciones más rentables de las empresas.