Mientras nos acomodamos en nuestros asientos en The Monocle, un restaurante de carnes y mariscos del Capitolio de Estados Unidos (EU), Kevin McCarthy señala una pequeña placa en la pared, justo encima de los saleros y pimenteros. Dice: The Speaker’s Booth (La cabina del presidente de la Cámara de Representantes). “Una vez presidente de la Cámara de Representantes, siempre Presidente de la Cámara de Representantes”, dice con una sonrisa.
¿Tiene que compartir la mesa con Mike Johnson de Luisiana, el recién elegido presidente republicano de la Cámara? McCarthy señala que la placa tiene una segunda línea: “55”.
McCarthy, republicano de California, fue hasta hace poco el quincuagésimo quinto presidente de la Cámara de Representantes de EU, cargo que lo colocó en segundo lugar en la línea de sucesión presidencial y lo convirtió posiblemente en el miembro más poderoso de su partido en Washington. Pero cuando este hombre de 58 años se reúne conmigo esta semana, es un recién desempleado y contempla su futuro profesional al comienzo de un año crítico para la política estadounidense.
McCarthy hizo historia en octubre pasado cuando se convirtió en el primer presidente de la Cámara en ser destituido del cargo. Fue un momento sorprendente para el Congreso, que desató el caos en el Capitolio cuando los republicanos de la Cámara de Representantes durante las semanas posteriores no lograron unirse en torno a un sucesor. Al final, después de elegir a otros tres candidatos, el partido apoyó a Johnson, un miembro de bajo perfil del Congreso más conocido por su lealtad a Trump. McCarthy renunció como miembro del Congreso a finales de año.
A una semana de los caucus (las asambleas electorales) de Iowa, el inicio oficial del proceso de primarias presidenciales, cada encuesta importante sugiere que los votantes republicanos se preparan para elegir una vez más a Donald Trump como su candidato a la Casa Blanca, incluso cuando el expresidente enfrenta crecientes problemas legales.
McCarthy desde hace mucho tiempo es leal a Trump, quien se sabe que a lo largo de los años lo llama “mi Kevin”. En diciembre, McCarthy respaldó públicamente la candidatura del expresidente a la Casa Blanca y expresó su voluntad de formar parte de un futuro gabinete de Trump.
Sin embargo, los dos hombres han tenido sus altibajos. En los días posteriores al ataque del 6 de enero de 2021 al Capitolio de EU, McCarthy supuestamente dijo a los republicanos: “Ya estoy harto de este tipo”. Pero dos semanas después, el equipo de Trump publicó una fotografía de él sonriendo ampliamente junto al entonces presidente en su resort Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida.
¿Es justo decir que su relación ha sido inestable en ocasiones?, le pregunto. McCarthy responde preguntándome si estoy casado. “¿Alguna vez has peleado (con tu esposo)? ¿Alguna vez has expresado tu opinión? Porque amas a esta persona, ¿lo expresarías con más firmeza que a alguien que conociste en la calle?
Continúa: “Cada relación tiene sus altibajos. Esas relaciones que son más cercanas tienen más emoción…no podría tener una relación con el presidente Trump en la que nos sonriéramos todos los días”.
“¿He tenido conversaciones difíciles con él? Sí, pero solo porque nuestro vínculo es fuerte”, añade. “Le diré cosas que creo que otras personas no dirían. Ahora bien, ¿eso hará que se enoje? Sí. ¿Pero me respetará más? Eso creo. ¿Me respeto a mí mismo? Sí”.
Es un día frío y lluvioso de invierno en Washington y, sin ver el menú, McCarthy le pregunta a nuestro mesero qué sopa es la que ofrecen. El mesero recita las especiales del día: sopa de chícharos o camarones.
McCarthy niega con la cabeza y dice que le gustaría empezar con una ensalada: “Pero lo único que quiero es tocino, lechuga y queso, nada más, sin aderezo”.
Al principio de nuestra conversación, el mesero le preguntó a McCarthy si le gustaría una Coca-Cola, y McCarthy pidió una Coca-Cola Light, diciendo que “tengo que reducir”. Pero después de tomar un sorbo, cambió de opinión y le preguntó al mesero si podía cambiarlo por una Coca-Cola normal. Más tarde admitirá que es “quisquilloso con la comida”. Pero por ahora continúa pidiendo su plato principal, una vez más sin consultar el menú.
“¿Tienes el New York?” pregunta, mientras el mesero asiente con una sonrisa. “¿Es ese el que más me gusta?” Al revisar el menú, llego a la conclusión de que McCarthy eligió un sirloin New York de 300 gramos, con crujientes papas fritas. Elijo como entrada la ensalada paraíso, con palmitos, tomate y aguacate, seguida de un crab cake servido con verduras al vapor y salsa de pimiento rojo. A diferencia de McCarthy, prefiero la Coca-Cola Light, así que pido una para mí.
Nuestra conversación se traslada a la modesta formación de McCarthy en Bakersfield, en el Valle Central de California. El padre de McCarthy era bombero y la familia no tenía dinero para que él asistiera a una universidad de cuatro años. Después de la preparatoria, se matriculó en un community college (colegio comunitario, una institución que ofrece una alternativa para los dos primeros años de universidad o un título vocacional), pero lo abandonó después de ganar 5,000 dólares en la lotería estatal de California.
Recuerda que llevó a sus padres a cenar con sus ganancias (pidieron un bistec Diane) y dice que invirtió el resto en una sola acción que le dio un rendimiento de alrededor de 30 por ciento en cuestión de semanas. ¿Puede recordar la empresa?
“Fur Vault. Vendían pieles a Neiman Marcus o algo así”, dice. “Recuerda, esto era la década de 1980. Esta era la época de Dinastía (Dynasty)”.
También era la época de Ronald Reagan, a quien McCarthy cita como uno de sus héroes políticos. McCarthy señala que la primera elección presidencial en la que votó fue en 1984, cuando Reagan obtuvo una victoria aplastante sobre el demócrata Walter Mondale.
Poco después, tras un breve periodo como propietario de una tienda de delicatessen -tienda especializada que ofrece exquisiteces, alimentos de alta calidad o exclusivos por sus características especiales, por ser exóticos, raros o de elevada calidad en su ejecución-, dice que creó un sándwich “especial de la casa” de pavo, queso crema y corazones de alcachofa, McCarthy se matriculó en la Universidad Estatal de California, Bakersfield, donde se convirtió en el líder de los universitarios republicanos.
Inicialmente lo rechazaron para unas prácticas en la oficina de Bill Thomas, el miembro republicano local del Congreso, quien más tarde se convertiría en su mentor. McCarthy sucedió a Thomas en la representación de Bakersfield, cuando fue elegido por primera vez al Congreso en 2006.
¿Qué pensaría Reagan del Partido Republicano moderno? “Tendría un problema con la ira”, dice McCarthy. “Si crees que tus principios brindan más libertad a las personas, eso no es motivo para estar enojado. Tienes que ser un conservador feliz”.
McCarthy hace referencia a una de las famosas frases de Reagan: “Las nueve palabras más aterradoras del idioma inglés son: soy del gobierno y estoy aquí para ayudar”. “Pero él creía en el gobierno, de forma conservadora”, dice McCarthy. “Él quería…hacer que (el gobierno) fuera eficiente, eficaz y que rindiera cuentas.
“En la nueva forma, no creen en hacer nada”, añade, en una referencia apenas velada a miembros republicanos de la Cámara de Representantes como Matt Gaetz de Florida y Lauren Boebert de Colorado, quienes, según él, están más preocupados por la fama y su propia recaudación de fondos que con la formulación de políticas. “Llega un momento en el que vienes aquí y si no quieres gobernar, ¿por qué ser parte de eso?”, dice. “Es necesario tener un sistema que recompense los comportamientos diferentes”.
¿Qué pasaría si los votantes eligieran más agitadores en el futuro?, pregunto. “¿Qué pasa si? ¿Y si? Al final, siempre confío en los votantes”, responde McCarthy. “Winston Churchill dijo que siempre se puede contar con que un estadounidense hará lo correcto después de haber agotado todas las demás opciones. Simplemente estamos agotando nuestras opciones”.
A lo largo de nuestro almuerzo de casi dos horas, McCarthy se muestra sociable y cordial, características que, según sus aliados, le dieron buenos resultados en Washington. Nuestra conversación es interrumpida varias veces por simpatizantes, incluido el dueño del restaurante, quien en un momento llega para mostrar una fotografía enmarcada de McCarthy con Lupo, el esponjado perro habanés del dueño.
Pero McCarthy se pone tenso cuando habla de su destitución de un cargo en el que estuvo trabajando más de una década para alcanzarlo.
En enero pasado, McCarthy, que durante mucho tiempo caminó sobre la cuerda floja política para apaciguar a las diversas facciones enfrentadas de la conferencia republicana, perseveró durante 15 votaciones y finalmente se ganó a suficientes miembros de su propio partido para poder conseguir el cargo de presidente de la Cámara. En el camino, hizo varias concesiones importantes, la más notable fue cambiar el reglamento de la Cámara para permitir a cualquier miembro del Congreso presentar una “moción de destitución” o desencadenar un voto de censura contra el presidente de la Cámara.
Diez meses después, en octubre, Gaetz encabezó una rebelión para destituir a McCarthy, aparentemente en protesta por los esfuerzos del presidente de la Cámara por llegar a un acuerdo con los demócratas para evitar un costoso cierre del gobierno. Al final, siete republicanos se unieron a Gaetz y a todos los demócratas de la Cámara presentes para destituir a McCarthy.
Le pregunto a McCarthy qué pensó este mes, cuando su sucesor Johnson anunció que había llegado a un acuerdo con los demócratas del Congreso sobre un nuevo marco presupuestario para el gobierno federal. El acuerdo acercó a los legisladores un paso más para evitar otro costoso cierre de gobierno, pero fue casi idéntico a un acuerdo anterior que el propio McCarthy alcanzó el año pasado con el presidente Joe Biden.
“El acuerdo es mi acuerdo”, dice McCarthy riendo. "Creo que es un trato inteligente”.
Johnson ya fue blanco de críticas por los republicanos de derecha y los de línea dura fiscal de la Cámara de Representantes, que califican el marco presupuestario como un “fracaso total”. ¿Pero va a enfrentar el mismo destino que McCarthy? “No, no pueden echarlo”, dice McCarthy, sacudiendo la cabeza. Añade que su destitución “era personalmente contra mí”.
McCarthy me dice que pronto escribirá sus memorias. Pero, ¿cómo lo recordarán los libros de historia?
Dice que cumplió con su distrito en Bakersfield, reclutó a cientos de nuevos candidatos republicanos, ayudó a su partido a elegir a más mujeres y personas de minorías y llevó a los republicanos a recuperar el control de la cámara baja del Congreso.
“El tiempo como presidente de la Cámara, dirán, no fue largo. Pero…a medida que pase el tiempo, van a mostrar que lo que hicieron esos ocho miembros y los demócratas estuvo mal.
“¿Me echaron porque mantuve abierto el gobierno?”, dice. “Creo que dirán que tengo razón. Y al final, creo que verán que (mi destitución) fue una decisión política, y no creo que las decisiones políticas resistan bien en el largo plazo”.
Mientras terminamos nuestros platos principales, menciono el 6 de enero, cuando turbas violentas de partidarios de Trump irrumpieron en el Capitolio de EU en un esfuerzo por interrumpir la certificación de la victoria de Biden en el Colegio Electoral.
Trump ahora enfrenta un juicio penal en Washington relacionado con el ataque y sus intentos de anular los resultados de las elecciones de 2020. El próximo mes, la Corte Suprema de EU va a sopesar si sus acciones del 6 de enero deberían impedirle participar en las elecciones primarias presidenciales en Colorado. Los críticos argumentan que se debería eliminar a Trump de la boleta electoral en virtud de la decimocuarta enmienda de la Constitución de EU, que dice que cualquier persona que “participe en una insurrección” debe ser excluida de ocupar un cargo superior.
McCarthy rechaza la idea de que Trump pueda ser declarado culpable por un jurado de sus pares. Dice que las 91 acusaciones del presidente, en cuatro casos penales, están “motivadas políticamente”.
En cuanto al 6 de enero, sugiero que la historia también recordará cómo respondió McCarthy. Horas después de que desalojaron a los manifestantes del Capitolio, el entonces líder de la minoría de la Cámara, McCarthy, se unió a 146 compañeros republicanos de la Cámara para votar a favor de invalidar la elección de Biden.
Pero días después, pronunció un discurso en la Cámara de Representantes diciendo que Trump tenía “responsabilidad” del ataque. Dos semanas después, sonreía junto al presidente en Mar-a-Lago. Thomas, su antiguo mentor, lo calificó de “hipócrita”.
McCarthy me corrige y señala que dijo que Trump tenía “algo de responsabilidad” por el ataque. “No tuve nada que ver con el 6 de enero”, dice, con un tono más cortante. “No apoyé el 6 de enero, no me gustó lo que pasó ese día y estuvo mal…lo primero que hice cuando salí, llamé al presidente y le dije: ‘Tiene que decirle a esta gente que se vaya’. Así que creo que la historia será muy amable conmigo”.
¿Fue a Mar-a-Lago porque Trump estaba demasiado deprimido para comer, como afirma la excongresista republicana Liz Cheney que McCarthy le dijo en su nuevo libro de memorias? Cheney y McCarthy se pelearon de manera muy pública por el 6 de enero y la negativa de Trump a aceptar los resultados de las elecciones de 2020.
“Liz Cheney”, suspira McCarthy. “Sabes, esto es un desafío. Todo el mundo conoce gente, algunas personas padecen el síndrome de Trump”.
Le pregunto qué quiere decir. “La prensa tiene el síndrome de Trump”, dice. “¿Cuántas veces me preguntaron sobre Trump cuando Trump no estaba en el cargo y yo estaba tratando de dirigir el Congreso? Estás obsesionado con él. Él está en tu cabeza. A él le encanta eso”.
En cuanto a la ahora tristemente célebre visita a Mar-a-Lago, McCarthy insiste en que no fue a Palm Beach con la intención de ver a Trump. Dice que originalmente voló allí para organizar una recaudación de fondos con el exsecretario de Comercio de EU, Wilbur Ross, y luego le “pidieron” que viera al presidente.
“Una cosa que aprenderás, si me estudias de verdad, es que cuando alguien se mete en problemas, incluso si no sea tu amigo, soy uno de los primeros en hacer una llamada telefónica”, dice McCarthy. “Porque si alguna vez has estado en este negocio, es difícil y todos pasan por la batalla”.
Este año será el escenario de muchas batallas políticas más, en particular las elecciones presidenciales de EU en noviembre, cuando estará en juego el control de ambas cámaras del Congreso. McCarthy es optimista sobre la capacidad de Trump para despejar el campo de las primarias y vencer a Biden en las elecciones generales.
el dice...“Si Biden sigue en la lista,
los republicanos tendrán un año realmente bueno”.
“Si Biden sigue en la lista, los republicanos tendrán un año realmente bueno”, dice, señalando los bajos índices de aprobación y la avanzada edad del presidente en funciones. “Tenemos más posibilidades de sumar escaños en el Congreso que en los últimos dos ciclos”.
Mientras tanto, dice, Trump necesita enfocar su campaña en “reconstruir, restaurar y renovar Estados Unidos, no en la venganza”.
Le señalo que los discursos del presidente suelen enfocarse principalmente en esto último. “Eso le digo”, dice McCarthy. ¿Cuándo hablaron por última vez? “Ya pasaron un par de semanas”.
Pero aunque McCarthy dice que apoyará al expresidente y hará campaña y recaudará fondos para los candidatos republicanos a la Cámara de Representantes en 2024, también está sopesando una vida fuera de la política. Me recuerda que tiene un MBA de la Estatal de California, y dice que quiere probar a trabajar en “startups”, y está especialmente interesado en la inteligencia artificial.
“Me encantó cada minuto de ese trabajo (como presidente de la Cámara de Representantes). Pero siempre lo vi así…sabía que iba a dejarlo en algún momento”, dice. “Tendré otras carreras profesionales. Es posible que fracase, pero al final tendré éxito porque no me rendiré”.
“Nadie va a decir que esta carrera no ha sido exitosa”, añade, con un gesto de cabeza en dirección al edificio del Capitolio. “No logré tener unas prácticas y acabé siendo presidente de la Cámara”.
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