¿Harry Styles es la estrella perfecta de la música pop? Con el lanzamiento de su tercer álbum como solista, Harry’s House, se desprendió de cualquier vestigio de música pop para jóvenes que acechaba su reputación y asumió su posición como una legítima estrella de rock. Pero esa no es mi opinión, solamente he escuchado el sencillo “As it Was”, una meditación agridulce sobre la evolución personal que entró en el Libro de Récords de Guinness como la canción de un artista masculino con más reproducciones en streaming en Spotify en 24 horas y que ha pasado seis semanas en lo más alto de las listas musicales del Reino Unido. Son los críticos los que se han vuelto locos.
La prensa musical, en su mayoría masculina, blanca y a menudo sin alegría, que recibió el adelanto del álbum, hace fila para colmar de elogios a Styles. Alexis Petridis, de The Guardian, describió a Harry’s House como “un álbum extremadamente bien elaborado, cumple muchos requisitos y tiene mucho encanto”. Zane Lowe, a quien se puede ver adulando a Styles como un admirador en una larga entrevista en YouTube, califica Harry’s House de “triunfo”. Rolling Stone describe a Styles como un “Mick Jagger para nuestra época más iluminada”.
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“Todo el mundo está cambiando”, dice Styles a Lowe acerca de su evolución musical, y sin duda, este joven de 28 años de Cheshire ha recorrido un largo camino desde que se puso una bufanda caída al cuello para una audición y quedó en tercer lugar en un reality show concebido por Simon Cowell. One Direction, la banda de cinco adolescentes a la que Styles se unió posteriormente, posiblemente fue la última expresión de una boy band tradicional prefabricada antes de que el K-Pop, el fenómeno de YouTube y las redes sociales permitieran a los artistas surgir fuera de la tradicional fábrica de salchichas (proceso de creación de productos conocidos) manejado por los svengali (agentes titiriteros). Pero aunque One Direction siempre fue salvajemente popular, en nuestra casa al menos, donde siempre hemos sido Team Harry (admiradores de Harry), nadie dio nunca mucho crédito a su legitimidad musical.
“No son los Beatles, obviamente”, comentó Alexa Chung sobre su contribución cuando entrevisté a la banda para un reportaje de Vogue en 2012. “Pero es agradable ver a una boy band vestir bien, para variar”.
En aquella lejana tarde de hace 10 años, todavía recuerdo que Harry Styles era el especial. Recuerdo que era el único miembro de la banda que presentaba a cada uno de los miembros del equipo de producción, desde el fotógrafo hasta el zapatero, y lo escrupulosamente educado que era. Parecía no inmutarse por la vertiginosa energía del mega-fandom, ni por las crecientes hordas de chicas gritando que hacían fila en la calle: “Lo disfruto”, se encogió de hombros sobre la implacable agenda. “Especialmente cuando no solamente tienes que sentarte y sonreír”.
El hecho de que los críticos se sorprendan de que Harry Styles haya logrado la transición de ídolo pop adolescente a artista maduro sugiere que no estuvieron prestando atención todos esos años. Styles siempre estuvo en el juego a largo plazo: tiene una gran voz, siempre ha sido amable y cortés en público, es muy ambicioso. Y sigue teniendo esa preciosa cabellera.
El éxito de Harry Styles se basa en su personalidad, su impresionante equipo de productores y el hecho de que sabe cantar. Pero su trayectoria también ha coincidido con un periodo en el que las características que definen a la estrella de la música pop son más maleables que antes.
“Lo disfruto… especialmente cuando no solamente tienes que sentarte y sonreír”
Cuando era un joven adolescente con aspecto interesante, Styles podría haber abrazado la uber-sexualidad de la fama de las estrellas de rock: podría haber seguido el ejemplo de Mike Jagger, o de Justin Timberlake (otro exitoso cantante que surgió de una boy band) y haberse labrado una carrera basada en actuaciones altamente heteronormativas y en la hipermasculinidad. En vez de eso, siguiendo la tradición de Bowie o Freddie Mercury, Styles adoptó un papel mucho más provocador desde el punto de vista del género. Pero, a diferencia de Bowie, que habitaba un personaje más andrógino, el look de Styles es más bien un desfile de contradicciones sartoriales: en el festival de Coachella sedujo al público con un vestuario mixto de boas de plumas, esmalte de uñas y túnicas que mostraban sus bíceps formados en un gimnasio y sus tatuajes artesanales.
En una época de disponibilidad y accesibilidad emocional, Harry Styles da poca información personal. Su entrevista con Lowe fue una clase magistral de desviar el tema en la que habló vagamente, en tono de terapia de Los Ángeles, sobre sus sentimientos, pero no ofreció ningún detalle específico sobre cómo pasa sus días. Tampoco ha “sentido nunca la necesidad de etiquetar su sexualidad”, dijo a la revista NME.
Pero, ¿por qué iba a hacerlo? Definir tus preferencias sexuales no tiene ningún sentido comercial en esta época en la que todo está incluido, y menos cuando te gustaría vender algunos sueros de belleza y esmaltes de uñas de tu negocio paralelo, Pleasing, la línea de belleza para todos los géneros de Styles. ¿Por qué deshacerte de una parte de la base de aficionados cuando puedes aprovechar ese carisma de un viril dios del rock que te permite ponerte un body de lentejuelas y hacer un dueto con Shania Twain?
Más allá de su talento musical o interpretativo, Styles ha logrado algo que solo unos cuantos consiguen: conserva una personalidad poderosamente distinta y se convirtió en un espejo en el que podemos proyectarnos. Y es divertido. ¿Quién puede resistirse a esas melodías pop de la década de 1980 o a esa sonrisa? Styles está viviendo su mejor momento y, como si fuera Elton John en esteroides, le devuelve la alegría a los escenarios. En un año en el que hay muy poco que celebrar, él es el bálsamo que todos necesitamos.
GAF