Adele por fin se sube al escenario del Caesars Palace de Las Vegas a finales de este mes y permanecerá allí durante mucho tiempo. Actuará 32 veces ante un total de 137,000 fans durante su residencia en el Colosseum del hotel y casino, con capacidad para 4,300 personas, de aquí a marzo, lo que representa una gran cantidad de apariciones para llenar el equivalente a dos estadios.
También le causó dolor. La cantante indignó a muchos de los fans con boletos al cancelar una residencia prevista en el Colosseum a principios de este año, por considerar que el escenario era demasiado impersonal para sus canciones. “No había alma en él.… estaba muy desconectado de mí y de mi banda, y le faltaba intimidad”, declaró a la revista Elle.
Pero podemos suponer con seguridad que sabe lo que hace y que una residencia en el Colosseum, junto a artistas que atraen a los clientes de los casinos como Sting y Rod Stewart, es una apuesta más inteligente que una gira por sitios más grandes. No es la única: Harry Styles tocó 15 veces en el Madison Square Garden de Nueva York este año, en una gira por Estados Unidos que abarcó 42 fechas en tan solo cinco ciudades.
Las residencias solían ser más una prótesis de cadera que una cadera. Sammy Davis Jr. tuvo que cancelar una residencia para operarse, y Frank Sinatra cantó en Las Vegas hasta alcanzar casi los 80 años. Su reputación la rescató la cantante Céline Dion a principios de la década de 2000, y a ella le siguieron Britney Spears y Katy Perry. Adele y Styles llevan esto a una dirección más juvenil.
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Para Adele se trata de un espectáculo estable de fin de semana, en lugar de recorrer el mundo con un enorme escenario, y Las Vegas está a una corta distancia en avión de Beverly Hills, donde vive con su hijo de 10 años. Incluso para una profesional experimentada, resulta cómodo tocar en el mismo lugar cada fin de semana; una de las ventajas del superestrellato es poder hacer que el público venga a ti.
También debe estar tomando en cuenta los aspectos económicos. El enfoque de las actuaciones a gran escala de grupos como los Rolling Stones, que el año pasado recaudaron 72 millones de dólares (mdd) en ocho conciertos en estadios de Estados Unidos ante 340,000 personas en su gira “No Filter”, genera enormes ingresos para los artistas más importantes. La misma Adele actuó dos noches en el Hyde Park de Londres en julio. Pero en una época de inflación, este modelo tiene debilidades cada vez mayores.
Salir de gira se ha vuelto muy caro. Los precios del transporte y la energía se incrementaron considerablemente, incluso para las pequeñas bandas que salen de gira con una o dos camionetas Van, con la esperanza de compensar los minúsculos ingresos por las reproducciones en los servicios de streaming. “El gran problema es que ahora muchas bandas están de gira”, dice Andrew Leff, profesor adjunto de práctica musical en la Universidad del Sur de California.
Algunos cantantes muy conocidos, como Demi Lovato y Little Simz, cancelaron sus giras este año. “Quiero decirles que la ansiedad, el insomnio, la fatiga, el vértigo, el dolor crónico y el no pasar tiempo crucial con mis hijos me pasó factura”, escribió la cantante Santigold a sus fans al suspender una gira en septiembre.
Incluso las superestrellas tienen que cuidar las facturas. Grupos como U2 o Coldplay salen de gira con escenarios espectaculares y costosos concebidos por los mejores escenógrafos, como Es Devlin, que trabajó en la primera residencia de Adele en el Colosseum de Las Vegas. Para trasladarlos de un lugar a otro, junto con el equipo de sonido y eléctrico y enormes equipos de técnicos, se necesitan 30 camiones y varios aviones.
“Ver y escuchar a una estrella en un recinto más pequeño es una expe- riencia más valiosa que sentarse en un estadio”
Dan vida a un artista en la distancia en un estadio, pero tienen un precio elevado. Los artistas más importantes obtienen alrededor de 80% de sus ingresos netos por tocar en vivo, a menudo con un mínimo garantizado. Esto no significa que los Rolling Stones se hayan embolsado la mayor parte de los 72 mdd brutos: todos estos costos pesan sobre las utilidades de las bandas.
Pero las residencias no solamente son una forma de economizar. También tienen el atractivo que Adele citó después de cancelar su serie de conciertos originales: proporcionan intimidad. Ver y escuchar a una estrella en un recinto más pequeño es una experiencia más valiosa que sentarse en un estadio.
Esto queda claro con los precios de Adele en Las Vegas. Los boletos para los mejores asientos y los más cercanos al escenario del Colosseum esta semana tenían un precio de reventa de más de 11,540 dólares en plataformas como Viagogo y StubHub, mientras que otros tenían un precio de alrededor de 1,154 dólares. Adele solamente recibirá una parte del precio original de los boletos, pero valida su instinto de acercarse a sus fans.
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La rentabilidad económica de la intimidad musical va en aumento. Ticketmaster, que agotó rápidamente los boletos oficiales para la residencia de Adele, utiliza ahora precios dinámicos, aumentando en tiempo real los precios de los boletos con más demanda. Su matriz, Live Nation Entertainment, espera transferir este año 500 mdd más a los artistas gracias a los precios más altos.
Muchos artistas solían resistirse a esta discriminación de precios. “No veo qué tiene que ver con el rock and roll el hecho de reservar los mejores lugares y cobrar mucho más por ellos”, dijo una vez el cantante Tom Petty. Pero la tecnología, el auge de las plataformas secundarias de ventas de boletos y el darse cuenta de que estaban regalando la plusvalía a los revendedores hicieron cambiar de opinión a muchos.
Así que no es de extrañar que ahora las estrellas pasen por alto el agotador pasado de las residencias en recientos como el Colosseum. Implican un par de noches de trabajo en un entorno conocido, con desplazamientos limitados y costos más bajos, ante unos fans entregados que pagarán mucho dinero para estar cerca de ellos. Una ardua gira por los estadios mueve más boletos, pero Las Vegas es una rentable casa de fin de semana.
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