La previsibilidad sucumbe ante los amagos de Trump

Estados Unidos, como país inconsistente, es un socio poco confiable; no se puede contar con él, sea amigo o enemigo, y nadie puede hacer planes basándose en suposiciones sobre cómo se comportará en el futuro.

La de Canadá y EU, la frontera sin vigilancia más larga del mundo. JOE RAEDLE/AFP
Martin Wolf
Londres /

Los aranceles de 25 por ciento de Donald Trump a las exportaciones de Canadá y México, junto con el de 10 por ciento a China, cambian el mundo. Esto es cierto a pesar de que se suspendieron de manera temporal a los dos primeros países. Sabemos que, bajo este presidente, Estados Unidos solo reconoce como legítimos sus propios intereses estrechos. Eso lo hace malo. Pero, peor aún, la visión que tiene de sus intereses es una locura. La combinación lo convierte en un socio peligroso para que otros países puedan confiar.

En opinión de Trump, tener un superávit comercial con otro país es una “estafa”. Esto, por supuesto, es lo contrario de la verdad: un país así proporciona un mayor valor de bienes y servicios a los clientes estadunidenses del que recibe de ellos. Sus residentes utilizarán este superávit para pagar a los países con los que tiene déficit o acumularán créditos financieros, sobre todo con EU, porque este país es un lugar seguro para invertir y emite la moneda de reserva mundial. Una forma de reducir los déficits comerciales estadunidenses es dejar de proporcionar activos altamente valorados. El impacto inflacionario de las políticas fiscales y monetarias de Trump puede incluso lograr eso. Sin embargo, el mandatario está decidido a mantener el estatus del dólar. Paradójicamente, quiere que sea débil y fuerte a la vez.

El enfoque ingenuo de Trump en los balances bilaterales en lugar del balance general (a diferencia de los mercantilistas de antaño) es ridículo, pero es una realidad, por eso utiliza la amenaza de romper el acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá que concluyó en su primer mandato para imponer aranceles de penalización. Sorprendentemente, estas tasas serán mucho más altas para Canadá, con el que EU tiene la frontera sin vigilancia más larga del mundo, que para China, su enemigo declarado. En cualquier caso, ahora sabemos que ser un aliado cercano no va a influir con Trump. Como cualquier bravucón, amenazará a los que considere débiles. Es posible que no termine ahí. Sonando como Vladímir Putin en Ucrania, señaló que le gustaría anexar Canadá. Es una broma de mal gusto. ¿Por qué los canadienses, con una expectativa de vida mucho más alta y tasas de homicidios más bajas, querrían convertirse en estadunidenses?

Mientras Trump juega, debemos preguntarnos cuáles pueden ser las implicaciones de esos aranceles. Un análisis de Warwick J. McKibbin y Marcus Noland para el Peterson Institute for International Economics (PIIE) concluye que los aranceles de 25 por ciento a Canadá y México y de 10 por ciento a China, contra los que este último país tomará represalias, dañarán a los cuatro países. Pero a Canadá y México más que a EU, reduciendo el PIB canadiense en poco más de un punto porcentual. ¿Bastará esto para persuadir a Ottawa de que renuncie a su independencia? No. Al mismo tiempo, según Kimberly Clausing y Mary Lovely, del PIIE, “los aranceles de Trump le costarán al hogar estadunidense típico más de mil 200 dólares al año”.

Trump afirma que Canadá es una fuente importante de fentanilo, pero, según un artículo reciente de The New York Times, “las cantidades de fentanilo que salen de Canadá hacia EU son… 0.2 por ciento de lo que se incauta en la frontera sur de Estados Unidos”. En lugar de intimidar a Ottawa, Washington podría preguntarse por qué tantos estadunidenses son adictos.

Douglas Irwin pone estos aranceles en un contexto histórico más amplio en una nota, también publicada por el Instituto Peterson. Si se implementan, aumentarán el impuesto promedio sobre las importaciones totales de 2.4 a 10.5 por ciento, un alza de 8.1 puntos porcentuales. También elevará la tasa promedio sobre las compras sujetas a derechos de 7.4 a 17.3 por ciento, un aumento de 9.9 puntos porcentuales. Esto llevará los aranceles estadunidenses a niveles que no se ven desde principios de la década de 1950. Podrían seguir más.

Una objeción a lo que Trump hace es la incertidumbre que crea. Las decisiones de Canadá y México de entrar en un acuerdo de libre comercio con EU, al igual que otros países que optaron por abrir sus economías dentro del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y la Organización Mundial del Comercio, fueron apuestas a la estabilidad política. Esto es importante para los países, sobre todo los pequeños, y vital para las empresas que apuestan por la dependencia de los mercados extranjeros y la integración en cadenas de suministro complejas. Incluso las amenazas incumplidas son perjudiciales. Estados Unidos, como un país inconsistente, es un socio poco confiable: es así de simple.

No siempre fue así. Antes de que Trump eliminara el mecanismo de solución de diferencias de la OMC en 2019, los países solían presentar y ganar casos contra EU. El orden regido por reglas no era una fantasía, pero ahora lo es gracias a Trump.

La economía está en el centro del abuso del arma arancelaria por parte de Trump. Pero se trata de mucho más que economía. La imprevisibilidad de Estados Unidos afecta todos los aspectos de sus relaciones internacionales. Nadie puede contar con ella, sea amigo o enemigo. Así que, nadie puede hacer planes basándose en suposiciones confiables sobre cómo se comportará en el futuro. Es posible que algunos aliados decidan que, aunque prefieren a EU, China es al menos más predecible. Sería una posición insensata para esos países, pero sería el resultado casi inevitable del enfoque gangsteril de Trump en las relaciones internacionales.

Para los aliados más cercanos, como Reino Unido, la situación es sombría. La alianza ha sido la base de su seguridad desde 1941. ¿Puede asumir que esto seguirá siendo así? ¿Cuáles son las alternativas? ¿Queda, en términos más generales, la noción de una alianza occidental estable y comprometida?

Mientras, ¿qué pueden hacer las víctimas de Trump? Chrystia Freeland, ex ministra de Finanzas de Canadá, sugiere que Ottawa debe amenazar con aranceles de ciento por ciento a Tesla. Pero, como señala Tim Leunig, un economista británico, a Trump no le importa Tesla. Canadá debe amagar con impuestos a las exportaciones de petróleo y electricidad. Si EU intimida a sus amigos, estos deben hacerle frente. Así es como se trata con los bravucones.

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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