La semana pasada, cuando se le preguntó a Mario Draghi si su sucesora como presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, tendrá un mandato de ocho años tan dramático como el que él tuvo, respondió: “No le desearía eso a nadie”. Sin embargo, cuando Lagarde asuma el cargo para dirigir a la institución financiera más poderosa de Europa el viernes, sabrá que si bien a Draghi se le da el crédito de rescatar el euro, el BCE todavía enfrenta algunos retos abrumadores.
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El puesto conlleva la responsabilidad de establecer las tasas de interés de la zona euro, controlar la oferta de euros y supervisar a los bancos más grandes del grupo de 19 países. Cada palabra de Lagarde será analizada detenidamente por los inversores en busca de pistas sobre la dirección de los mercados financieros.
Pero ella también está entrando a una de las enemistades más despiadadas e intestinas de la historia de dos décadas del banco, algo que opacó los últimos días de Draghi en el cargo.
Draghi pasó los últimos ocho años estirando los límites de sus poderes al defender la moneda única europea frente a la peor crisis financiera desde su creación hace dos décadas. El hombre de 72 años se va sabiendo que el trabajo se completó solamente parcialmente.
El crecimiento global se desacelera en un momento en que los economistas creen que los bancos centrales se están quedando sin armas para estimular sus economías y las críticas a sus acciones son cada vez más fuertes.
“La política monetaria está casi sin municiones, pero si los bancos centrales dicen esto demasiado explícitamente, los mercados pueden volverse locos”, dice Olivier Blanchard, economista jefe del FMI durante cuatro de los ocho años de Lagarde como directora general. “Así que, Christine Lagarde tiene que hacer este delicado acto de equilibrio al decir que hay más cosas que puede hacer, mientras insistentemente pide ayuda a otros, incluidos los responsables de las políticas fiscales”.
El FMI advirtió este mes que la economía mundial se encuentra en una situación “precaria” y redujo su pronóstico de crecimiento al nivel más bajo desde la crisis de 2008, culpando a la guerra comercial entre EU y China y a la incertidumbre sobre el brexit. La economía alemana, dependiente de las exportaciones, se vio particularmente afectada, con el cuarto de máquinas de la eurozona ahora en la cúspide de la recesión.
Bajo la gestión de Draghi, el BCE se trasladó al mundo al revés de las tasas de interés negativas, lo que obliga a muchos grandes depositantes a pagar por depositar dinero en los bancos, mientras al mismo tiempo se expande enormemente el balance del BCE a través de la compra de 2.6 billones de euros de bonos emitidos por gobiernos y compañías.
Draghi a menudo cita los 11 millones de empleos europeos que se crearon en la última década como prueba de que estas políticas están funcionando, mientras que el BCE estima que sin sus acciones la economía de la eurozona en la actualidad sería casi 1 por ciento más pequeña.
Sin embargo, los bancos y las aseguradoras se quejan amargamente del impacto corrosivo que tienen las tasas de interés negativas sobre sus modelos de negocios. A otros les preocupa que el flujo de dinero barato del BCE esté creando burbujas en los mercados inmobiliarios y apoyando a las compañías zombies que de otra manera colapsarían.
La tasa de depósito del BCE está en un mínimo histórico de menos 0.5 por ciento y su programa de compra de bonos está cerca de los límites autoimpuestos sobre la cantidad de deuda de cada país que puede poseer. Los economistas creen que su conjunto de herramientas está casi vacío. La Reserva Federal de EU y el Banco de Inglaterra evitaron tasas negativas, por lo que tienen más capacidad para responder a cualquier crisis.
“Hay un límite sobre qué tan lejos y qué tan profundo se entra en territorio negativo!, dijo Lagarde en una reciente entrevista con CBS. “Todo tiene un fondo, pero no estamos en ese fondo en este momento”.
Para complicar aún más la tarea de Lagarde está el hecho de que la decisión del banco central el mes pasado de reducir las tasas de interés e imprimir 20 mil millones de euros al mes para comprar más bonos abrió divisiones dentro de los niveles superiores del banco central.
Los jefes de los bancos centrales de Alemania, Francia, Países Bajos y Austria -que representan más de la mitad de la zona euro por población y producción económica- criticaron partes del paquete. Las decisiones del BCE fueron en contra del consejo de su propio personal e incluso fueron criticadas por un grupo de personajes de alto rango jubilados del BCE.
“Esperaría que aumente el nivel de desacuerdo, no porque las personas se vuelvan más extremas, sino porque los beneficios y los costos de las políticas adicionales son mucho menos evidentes”, dice Blanchard, ahora investigador senior del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington.
El debate inusualmente intenso en el seno del consejo de gobierno del BCE, su principal órgano de toma de decisiones que incluye a los 19 jefes de los bancos centrales nacionales de la eurozona, probablemente hará que sea más difícil para Lagarde relajar aún más la política monetaria. Esto podría frustrar a los inversores, ya que los mercados contemplan otro recorte de tasas para la próxima primavera.
“No hay duda de que mejorar el ánimo de equipo en el consejo de gobierno es un reto importante para Christine Lagarde y para todos nosotros”, dice Olli Rehn, jefe del banco central de Finlandia. “Una de sus cualidades sobresalientes es la formación de equipos y ella es excelente en comunicaciones, así que espero con interés que ella haga un buen uso de ellas”.
Lagarde es, en muchos sentidos, una opción poco convencional para dirigir el BCE. A diferencia de la mayoría de los jefes de banca central, la mujer de 63 años de edad no es economista y nunca ha diseñado una política monetaria. Para compensar su falta de conocimientos técnicos, es probable que dependa de Philip Lane, el ex jefe del banco central irlandés que este verano se convirtió en el economista jefe del BCE.
Es “lo contrario” al veterano italiano
“Ella es lo contrario de Draghi hasta cierto punto”, dice Frederik Ducrozet, economista senior de Pictet Wealth Management. “Ella no es una experta en economía y no está tan interesada en la plomería del banco central como Draghi. Ella representa un cambio hacia un BCE más político”. Sin embargo, inversores creen que representa la continuidad en las áreas clave de la política monetaria.
Ella manejó una carrera distinta
Tras estudiar derecho en la Universidad de París X, Lagarde hizo una maestría en ciencias políticas en Aix-en-Provence. Dos veces fue rechazada por la École Nationale d'Administration, se unió al bufete de abogados Baker McKenzie en 1981. Lagarde dejó la firma en 2005 para convertirse en ministra del gobierno francés bajo la presidencia de Jacques Chirac. Su sucesor, Nicolas Sarkozy, nombró a Lagarde como la primera ministra de finanzas de Francia.
Ella ganó aplausos entre los líderes occidentales por la forma tranquila y competente en que manejó la crisis financiera. Esto la convirtió en una opción obvia para reemplazar a Dominique Strauss-Kahn cuandos se vio obligado a dejar el puesto de jefe del FMI por acusaciones de agresión sexual en 2011. Allí se ganó la admiración por sus habilidades diplomáticas y su capacidad para encontrar un consenso, como durante las conversaciones sobre el rescate griego de 2012 que ayudó a evitar una ruptura de la zona euro.
Los inversores creen que Lagarde representa la continuidad de Draghi en las áreas clave de la política monetaria, como lo demuestra el repunte en los mercados bursátiles cuando se anunció su nombramiento. Pero en otras áreas se espera que sea muy diferente. La presidenta entrante del BCE tiene una personalidad más cálida y extrovertida que Draghi. Se sabe que cierra las puertas de una sala de juntas hasta que los que están en el interior -a menudo en su mayoría hombres- toman una decisión. Cuando apareció en un programa de entrevistas en la televisión estadunidense en 2009, procedió a sacar una boina y comenzó a hacer chistes.
Después de que Berlín nombró la semana pasada a la profesora de economía Isabel Schnabel para unirse al comité ejecutivo del BCE, Lagarde será una de las dos únicas mujeres entre 25 personas en los puestos más altos. Una vez bromeó que la crisis financiera podría haberse evitado si en lugar de Lehman Brothers hubiera sido o Lehman Sisters, y es probable que use su posición para abordar los desequilibrios de género en los bancos centrales, las finanzas y la economía en general.
Al presentarse ante el Parlamento Europeo en una audiencia de confirmación en septiembre, Lagarde también prometió convertir en una prioridad de “misión crítica” en el BCE hacer frente al cambio climático. Ella le dijo a los ministros del parlamento europeo que podría “dirigir” sus compras de activos hacia bonos verdes una vez que los reguladores acuerden un marco común para las finanzas sustentables.
“Donde es probable que presione y tal vez tenga algún espacio para actuar es en dirigir las compras de activos para abordar el cambio climático”, dice Lucrezia Reichlin, profesora de economía en la London Business School y ex jefa de investigación del BCE. “Muchos bancos centrales están pensando en esto”.
Una medida de ese tipo podría alentar a los gobiernos a invertir más para cumplir sus objetivos del acuerdo climático de París para reducir las emisiones de dióxido de carbono, lo que impulsaría la actividad económica. Sin embargo, si el BCE comienza a comprar bonos verdes de los gobiernos, se le podría acusar de difuminar las líneas entre la política monetaria y la fiscal, en particular por el Bundesbank, el banco central de Alemania.
Las críticas al BCE han sido más duras en Alemania, donde se le acusa regularmente de penalizar a los ahorradores prudentes del país mientras al mismo tiempo recompensa a los derrochadores países del sur de Europa. Jens Weidmann, jefe del Bundesbank, incluso testificó contra el BCE en un caso de el Tribunal Constitucional sobre su programa de compra de bonos.
Los intentos de explicar la política monetaria en Alemania a menudo generan una reacción negativa de los políticos y los medios de comunicación, dice Marcel Fratzscher, ex jefe de análisis de política internacional del BCE, quien ahora dirige el Instituto Alemán de Investigación Económica en Berlín.
“Mi gran esperanza en Lagarde es que va a tener más éxito en comunicar al hombre común de la calle cuáles son los beneficios de la política del BCE para ellos, incluso si no ganan nada en sus depósitos bancarios”, dice Fratzscher. “Esto es realmente difícil, especialmente en Alemania”.
El BCE: Draghi y más allá
El BCE compró 2.6 billones de euros de bonos emitidos por gobiernos y empresas
11 millones de empleos creados en la zona euro durante la última década, algo que se cita como prueba del éxito de la política de Draghi
2 mujeres en el Comité Ejecutivo del BCE de 25 miembros, incluida Lagarde
Una posible solución a algunos de los problemas que enfrenta la nueva jefa del BCE sería que los gobiernos del norte de Europa con fuertes posiciones presupuestarias -particularmente Alemania- rompan con años de prudencia fiscal y utilicen la política fiscal para estimular la economía, algo por lo que Lagarde aboga en repetidas ocasiones.
Draghi ha dicho que los recortes de impuestos del presidente estadunidense, Donald Trump, son la principal razón por la que el crecimiento y la inflación son más altos en EU que en la zona euro, y al mismo tiempo le pidió a los líderes europeos que hagan más. Pero sus peticiones cayeron en oídos sordos y los economistas esperan que Lagarde utilice su experiencia política y contactos para intentar salir del estancamiento.
“El mayor reto al que se enfrentará Christine Lagarde será lograr que Berlín realice un importante estímulo fiscal”, dice Melvyn Krauss, miembro sénior de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. “La continua negativa de Alemania fue la razón principal por la que Draghi no pudo resolver el problema de una inflación demasiado baja de Europa y por la que Lagarde podría enfrentar un destino similar”.
También se espera que Lagarde emprenda la primera revisión estratégica del BCE de sus principales objetivos y herramientas de política monetaria en 16 años. Esto parece que será el próximo campo de batalla entre las “palomas” y los “halcones”, los que están a favor de una mayor flexibilización monetaria y los que están en contra.
Una cuestión particularmente polémica es si hay que quitar algo de presión al banco central al cambiar su objetivo principal de lograr una inflación inferior, pero cercana a 2 por ciento, algo que no ha podido hacer durante años debido a que los precios al consumidor se han estancado en todo el mundo.
“El BCE se enfrenta al riesgo de que la política monetaria se sobrecargue mientras experimenta desafíos para cumplir con su objetivo de inflación y los riesgos de presionar más fuerte están aumentando”, dice Klaas Knot, el jefe de línea dura del banco central holandés. En su lugar, él quiere que el BCE apunte a un rango de inflación, para que pueda tolerar periodos de menor crecimiento de los precios.
Algunos economistas, como Krauss, dicen que una medida de ese tipo condenaría a la envejecida población europea a un futuro de bajo crecimiento, baja inflación y bajas tasas, similar a la adormilada economía de Japón.
Cuando se creó en 1998, el BCE se inspiró en el Bundesbank, con un enfoque limitado en mantener el control de la inflación y mantener su independencia de los gobiernos. Esto incluyó una prohibición estricta de cualquier tipo de “financiamiento monetario”, lo que significa que un banco central imprima dinero para financiar el gasto público.
Desde que asumió el cargo en 2011, Draghi le dio una nueva forma al BCE más parecido al molde de la Fed de Estados Unidos al aumentar las herramientas a su disposición y darle más flexibilidad a su mandato de “estabilidad de precios”. Cuando los países del sur de Europa se enfrentaron a un aumento en los costos de endeudamiento y al colapso de los sistemas bancarios en 2012, Draghi prometió hacer “lo que fuera necesario”, una medida a la que se le acredita ampliamente por preservar el euro.
Lagarde estaba en la sala ese día. Cuando los ministros del Parlamento Europeo le preguntaron recientemente si compartía la determinación de Draghi de hacer lo que sea necesario para proteger la zona euro, ella respondió que su objetivo era evitar encontrarse en una situación de ese tipo.
“Espero no tener que decir nunca algo así porque si lo hago, significará que otros responsables de las políticas económicas no hicieron lo que tenían que hacer”. Como para enfatizar que el BCE no puede agitar una varita mágica y seguir acudiendo al rescate, agregó: “No soy un hada”.