Policrisis: esta fue la descripción que Jean-Claude Juncker dio al nexo de desafíos que enfrentaba la Unión Europea en 2016, cuando era presidente de la Comisión Europea. La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional (FMI) subrayó cómo múltiples nubarrones —entre ellos la crisis energética europea, el rápido aumento de las tasas de interés y la desaceleración de China— se van acumulando sobre la economía mundial. Lo que parecían crisis independientes que surgían de muchas regiones y mercados diferentes se están uniendo ahora: es posible que estemos ante una policrisis a escala mundial.
Es poco habitual que tantos motores de la economía mundial se paralicen al mismo tiempo: los países que representan un tercio de la misma están a punto de registrar una contracción este año o el próximo, según el FMI.
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Muchos indicadores de estrés en los mercados financieros también parpadean en rojo, ya que el rápido repunte de las tasas desde los mínimos de la pandemia puso de manifiesto las vulnerabilidades.
Las causas cercanas de la vorágine mundial son dos conmociones históricas en rápida sucesión: el covid-19 y la invasión de Rusia a Ucrania. La Reserva Federal de EU sube las tasas de interés a su mayor ritmo desde principios de la década de 1980, para sofocar la inflación estimulada en parte por el apoyo por la pandemia y los cuellos de botella en el suministro. De hecho, incluso antes de que las cicatrices de la pandemia de covid-19 se curaran, ya surgieron nuevas dolencias.
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Las múltiples conmociones hacen que los responsables de la formulación de políticas económicas se encuentren ante un difícil acto de equilibrio. Para los gobiernos, los esfuerzos por impulsar el crecimiento y apoyar a los hogares y las empresas deben evitar echar más leña al fuego de la inflación y aumentar la carga de la deuda. A medida que suban más las tasas de interés, mayor será el riesgo.
Aunque no hay soluciones sencillas, hay algunas lecciones. La frágil economía de la actualidad necesita que la política esté bien calibrada y ajustada a los riesgos.
El efecto contagioso de las crisis a escala global intensifica la necesidad de crear resiliencia. Mientras que el sistema bancario se reforzó tras la crisis financiera, los responsables de la formulación de políticas hicieron muy poco para fortalecer el sistema financiero no bancario. Sin sensatez y pensamiento a largo plazo, la economía mundial seguirá dando tumbos de una crisis a otra.
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