Lecciones para transformar la economía de Reino Unido

Un estudio reciente sugiere que la nación requiere un paquete de reformas, prudencia fiscal, elevar las tasas de inversión y ahorro, competencia feroz y liderazgo

Jeremy Hunt, ministro de la Hacienda británica. REUTERS
Martin Wolf
Londres /

Si el producto interno bruto real per cápita de Reino Unido hubiera seguido la trayectoria de 1955-2008, ahora sería 39 por ciento más alto. Hice esta observación en una columna sobre el reciente presupuesto de Jeremy Hunt. Este desempeño es terrible, pero está lejos de ser el único. A Francia le ha ido igual de mal.

A largo plazo, el estancamiento continuo crea graves retos sociales y políticos: impuestos más altos, erosión de la calidad de los servicios públicos, decepción generalizada y luchas de suma cero por la ventaja. El país necesita una transformación económica.

Por fortuna, ese tipo de cambios ya ocurrieron en el pasado. Las preguntas que plantea “Transformación económica: lecciones de la historia”, un nuevo informe de Policy Exchange elaborado por Roger Bootle y James Vitali, es qué lecciones se pueden aprender de ellas y si son relevantes para la situación actual de Reino Unido y de muchos otros países de altos ingresos.

Los estudios de este tipo entre países, que implican un juicio histórico y no una mera manipulación de enormes bases de datos, tienen una historia ilustre. Uno de los más influyentes fue Industrial and Trade in some Developing Countries (Industria y comercio en algunos países en desarrollo), de Ian Little, Maurice Scott y Tibor Scitovsky, pero los casos elegidos fueron muy heterogéneos: Gran Bretaña bajo el gobierno de Thatcher; Alemania y Francia de la posguerra, Irlanda, Polonia poscomunista, Corea del Sur después de 1963, Hong Kong y Singapur. Tenemos países que se recuperan de la guerra y otros que disfrutan de la paz, naciones con un enorme potencial de ponerse al día y otros que ya están bastante cerca de la frontera de la productividad, autocracias y democracias, economías pequeñas y más grandes.

¿Reino Unido puede aprender algo de un grupo tan variado?

Los autores sugieren diez lecciones: se necesita una estrategia, la transformación requiere un paquete de medidas, la prudencia fiscal es una condición necesaria, pero no suficientes, para el éxito, la baja inflación también es útil, pero no decisiva, los impuestos pueden ser importantes, pero no siempre, son fundamentales altas tasas de inversión, lo que también requiere elevadas tasas de ahorro, competencia feroz, centrados en medidas microeconómicas, liderazgo fuerte, pero con un equipo y un éxito temprano y una visión convincente para conservar el apoyo político.

Esta lista es amplia, pero es bastante útil desde el punto de vista actual del Reino Unido. A continuación presentamos algunos puntos relevantes.

En primer lugar, los ahorros son muy bajos. En 2023, por ejemplo, la proporción del ahorro nacional en el PIB fue del 14 por ciento. Si la inversión debe aumentar, como debe ser, para lograr un crecimiento más rápido (y sostenible), también debe hacerlo el ahorro. ¿Dónde está la estrategia para eso? Una respuesta debe ser aumentar la tasa de contribución estándar para las pensiones.

En segundo lugar, la competencia no parece ser tan fuerte como uno desearía. Un nuevo y fascinante artículo sobre “La economía oculta” del Behavioral Insights Team proporciona pruebas convincentes de que uno de los grandes problemas es la incapacidad de los compradores para comparar la relación calidad-precio entre los bienes y servicios disponibles. La adhesión al mercado único de la Unión Europea, un proyecto que Margaret Thatcher defendió como primera ministra, mejoró la competencia en la economía británica.

En tercer lugar, hay una lista de reformas microeconómicas que deben hacerse. Entre las más obvias está la reforma de planificación y, como consecuencia, un mejor uso del suelo. No hace falta decir que el hecho de no hacer frente a esta limitación vinculante no tuvo nada que ver con la adhesión a la Unión Europea. Una consecuencia de estas limitaciones son los altos costos de construcción de infraestructura.

Otra prioridad más es la reforma de los mercados de pensiones y de capitales, para apoyar mejor la innovación y la expansión de nuevas empresas dinámicas.

Por último, una reforma significativa exige un liderazgo con una visión estratégica a largo plazo. Tal vez el aspecto más deprimente del debate sea el enorme abismo que existe entre la urgencia de la situación y la respuesta. A medida que más grandes son los retos, más timoratos parecen los políticos.

Peor aún, el brexit y una serie de cuestiones culturales y de identidad le quitaron casi todo el aire al necesario debate sobre el futuro económico del Reino Unido. Sir Keir Starmer probablemente piensa que dejar que el partido gobernante dirija su pelotón de fusilamiento circular es una política inteligente. Pero también es probable que sea una estrategia insensata. No va a tener un mandato para los cambios radicales que son necesarios.

No estoy del todo de acuerdo con los autores. En retrospectiva, la era Thatcher demostró ser menos transformadora de lo que sugiere: el desempeño no mejoró mucho en Reino Unido; más bien empeoró en países como Francia, pero la lección es que los grandes cambios son posibles, sobre todo cuando las cosas van lo suficientemente mal. ¿Todavía no lo están? Espero que sí.

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