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Los ganadores y perdedores con Trump 2.0

Ataques a directores ejecutivos, mayor tolerancia con China y beneficios para gigantes de la tecnología, resumen de la primera semana

Rana Foroohar
Nueva York /

Ya llevamos una semana de Trump 2.0, pero parece un mes (o más). Desde la oleada de órdenes ejecutivas hasta la serie de demandas lideradas por los estados que las impugnan, es difícil mantenerse al día con lo que está haciendo el presidente. Pero si escuchas con atención, entre todo el ruido hay un mensaje que destaca. A continuación presento mis tres indicadores principales sobre qué se puede esperar de la segunda administración de Donald Trump, de acuerdo con su primera semana en el cargo.

1. Menciona nombres en acusaciones. Los directores ejecutivos hacen lo que pueden para alinearse con Trump, no solo porque les gustan sus recortes de impuestos y su agenda de desregulación, sino también porque está dejando claro que personalmente los va a perseguir si no lo hacen. Antes de la toma de protesta, cuando le preguntaron si pensaba que Mark Zuckerberg abandonó la verificación de hechos de manera independiente en Meta debido a las amenazas de Trump de enviarlo a la cárcel, se regodeó: “Probablemente”. Pensemos en eso por un minuto. Ahora tenemos un presidente que admite que utiliza el poder de su cargo para coaccionar a los líderes empresariales. ¿Cuál es la diferencia entre esto y lo que hacen los gobernadores provinciales chinos cuando extorsionan a los empresarios ricos para obtener más dinero de los impuestos?

Trump redobló los ataques personales en sus comentarios ante el Foro Económico Mundial en Davos la semana pasada cuando le dijo al director ejecutivo del Bank of America, Brian Moynihan, en el escenario que sería mejor que comenzara a otorgar más préstamos a los conservadores, o de lo contrario... En respuesta, Moynihan adoptó un enfoque adulador y trató de bromear con Trump sobre sus amigos directores ejecutivos mutuos que asistían al foro. No sé qué es más horrible: las tendencias autocráticas de este presidente o la forma en que la comunidad empresarial en su conjunto se niega a enfrentarlo. No puedo evitar pensar en los empresarios alemanes e italianos en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial. No creo que la historia recuerde con afecto a ninguno de estos líderes.

2. Trump será más tolerante con China de lo esperado. El discurso de Davos fue la habitual mezcla de bravuconería y puntos de política, pero el presidente no dijo casi nada sustancial respecto a China. Fue duro con el impuesto al valor agregado de Europa y las engorrosas regulaciones, y le dijo a Canadá que “no necesitamos su madera ni su petróleo”, pero cuando se trató de la nación asiática, no hizo amenazas ni tuvo recetas políticas reales. De hecho, el único punto sustancial que planteó, respecto a las conversaciones con Moscú y Pekín sobre la reducción de los arsenales nucleares, no tiene ninguna posibilidad de éxito. Ninguna nación ha expresado interés en reducir las armas nucleares, ¿por qué lo harían?

Tampoco hubo mención de aranceles contra China ni discusión sobre Taiwán (Trump no está interesado en una guerra en el Mar de China Meridional; de hecho, dejó en claro que quiere terminar la de Ucrania lo antes posible). Si a todo esto le sumamos la capitulación en TikTok y las señales de que Estados Unidos está abierto a las negociaciones comerciales con Pekín, Trump nos está demostrando que todas las duras palabras sobre China eran un espectáculo de relaciones públicas para su base. Su principal objetivo será desarrollar la capacidad industrial y mantener altos los mercados bursátiles estadunidenses, no iniciar una guerra comercial con China.

3. Las grandes compañías de tecnología tendrán vientos favorables. Antes de la administración Trump había mucha preocupación por el espumoso mercado tecnológico, que se encuentra muy concentrado en un puñado de acciones de Silicon Valley. Pero ahora los tech bros son los que dirigen las cosas en Washington; la imagen de Zuck, Elon Musk, Jeff Bezos y otros sentados con la familia de Trump en la toma de protesta ya es icónica. En su discurso de Davos, Trump dijo que consideraba que los casos antimonopolio de la Unión Europea contra Apple y Google son una “forma de impuestos… estas son compañías estadunidenses y no deben hacer eso”. Las valoraciones de las grandes compañías de tecnología se basan, en gran parte, en el poder monopólico y, en la medida en que la amenaza de cualquier acción antimonopolio federal o regulación de la inteligencia artificial (IA) ya desapareció, creo que es poco probable que estas acciones tengan una corrección en el corto plazo.

Peter, ¿cuáles son tus conclusiones de la primera semana de Trump en el cargo?

Lecturas recomendadas

-Como cubro en mi propia columna de hoy, los estados azules (demócratas) ya se resisten a las reducciones regulatorias de Trump. Un artículo de la revista Rolling Stone es una mirada inteligente a los gobernadores que impulsan la resistencia.

-Muchos políticos y organizaciones sin fines de lucro de izquierda están recurriendo a la Open Society Foundations, fundada por el financiero George Soros, para obtener dinero para luchar contra la agenda de Trump. Este almuerzo de Financial Times con Alex Soros, dirigido por nuestra editora Roula Khalaf, es un buen primer vistazo sobre lo que piensa el joven heredero.

-Y el schadenfreude (sentimiento de alegría o placer por la desgracia de otros). Los expertos sobre los economistas continúa: este resumen de la New York Review of Books sobre una serie de trabajos críticos recientes analiza los conflictos de intereses en la profesión y por qué básicamente lleva a la sociedad a creer cosas que no son ciertas.

Peter Spiegel responde

Rana, esa es una lista bastante buena, aunque creo que Trump puede ponerse en contra de China y la industria de tecnología muy rápido. El enfoque más amable de lo esperado del presidente hacia Pekín, creo, está impulsado por la naturaleza transaccional de todo lo que hace: cree que puede llegar a un acuerdo para que TikTok tenga un propietario estadunidense, lanzar una ofensiva china contra la exportación de precursores de fentanilo para evitar aranceles y convencer a Xi Jinping de que presione al Kremlin para que demande la paz en Ucrania.

El problema es que China no ha dado muestras de tener alguna inclinación para hacer alguna de estas cosas (aunque posiblemente se está suavizando para permitir la venta de TikTok), y hay muchos políticos de línea dura contra China en los niveles más altos del equipo de seguridad nacional del presidente, incluido Marco Rubio, el secretario de Estado que recién prestó juramento, y Michael Waltz, asesor de seguridad nacional. Rubio y Waltz (así como Peter Navarro, que se unió al personal de la Casa Blanca después de un periodo en prisión por desacato al Congreso) presionarán a Trump para que cambie su tono moderado en el momento en que cualquier supuesto acuerdo se encuentre con un obstáculo.

El apoyo de Trump a la industria de tecnología de igual manera está plagado de facciones en conflicto. En este momento hace lo que solicitan los nombres más importantes de las grandes compañías de tecnología, de los cuales varios tienen casos no solo ante la Comisión Europea sino también ante las autoridades de competencia de EU en la Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia. Pero como demostró en la reciente presentación del llamado proyecto de infraestructura de inteligencia artificial Stargate, la política de las grandes compañías de tecnología es complicada, sobre todo con Elon Musk estableciendo una oficina dentro de la burocracia de la Casa Blanca. Musk criticó de inmediato el acuerdo de Stargate, argumentando que las empresas detrás de la iniciativa (incluida OpenAI, que está en medio de una batalla legal con Musk) no tienen a la mano el financiamiento prometido. Espero que haya más luchas internas de ese tipo, y que Trump se vea obligado a tomar partido.

El único sector empresarial que no mencionaste es la industria de gas y petróleo, que tuvo algunos de los triunfos más claros en la primera semana. Aunque el retiro de Trump del acuerdo climático de París (una vez más) atrajo la mayor parte de la atención, esa solo fue una de la media docena de órdenes ejecutivas dirigidas al sector energético. Abrieron nuevas tierras para la exploración de combustibles fósiles, eliminaron algunos obstáculos para la obtención de permisos y suavizaron las regulaciones ambientales sobre la producción de gas y petróleo.

Nuestro amigo y ex colega Ed Crooks, ahora un importante analista de energía en Wood Mackenzie, se muestra escéptico acerca de si alguna de estas medidas tendrá un impacto a mediano plazo en la producción de gas y petróleo —el motor de eso son los precios del mercado y la confianza de los inversionistas más que la política del gobierno federal, argumenta— pero cumple con muchos requisitos de la lista de deseos de la industria. Tal vez eso no sea algo que sorprenda, dado que Trump eligió a amigos de la industria para los puestos más importantes relacionados con la energía en su gabinete: para secretario de Energía Chris Wright, quien dirigió una de las empresas de fracking más grandes de EU, y para el Interior el multimillonario Doug Burgum, ex gobernador de Dakota del Norte, que junto con Texas es el estado más favorable al fracking en Estados Unidos.

La primera semana no fue muy buena para todo el sector de energía, dado que se produjo un debilitamiento concomitante de la industria de las energías renovables: además de retirarse del Acuerdo de París hubo restricciones al desarrollo de la energía eólica, la eliminación de los incentivos a los vehículos eléctricos y de los estándares de eficiencia en los electrodomésticos. Pero si yo fuera un ejecutivo de una firma de gas y petróleo en este momento, estaría bastante contento acerca de cómo fue la primera semana de Donald Trump.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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