Musk es impulsado por la rara filosofía política de la Ilustración Oscura

EU está en una especie de “autogolpe de Estado” entre las amenazas arancelarias de Trump y el intento del multimillonario de controlar las tuberías del gobierno federal

El empresario ha dejado claro que anhela un mundo sin gobierno. AFP
Rana Foroohar
Londres /

Siempre he sido una gran aficionada a la ciencia ficción, y en estos días me parece que me está ayudando en mi vida laboral. La gran ciencia ficción a menudo trata de cuestiones geopolíticas, grandes cambios de péndulo social y fallas de sistemas a gran escala (pensemos en Dune o en la trilogía de La Fundación, de Isaac Asimov, que devoré cuando tenía alrededor de 12 años y vuelvo a leer por diversión más o menos cada década). Todo esto está sucediendo en la actualidad, sobre todo en Estados Unidos, donde la política está en constante cambio. El Partido Demócrata trata de encontrar su centro, los católicos intentan desempeñar un papel más importante en la política que en décadas, Donald Trump lanza ideas nuevas y extrañas todos los días, y MAGA (Make America Great Again) y Elon Musk están chocando.

Entre todos estos vectores, uno de los acontecimientos más extraños y perturbadores es el ascenso del “movimiento neorreaccionario” (NRx), también llamado Ilustración Oscura. El nombre por sí solo es espeluznante e intrigante. NRx es una ideología fundada por el filósofo británico Nick Land y el desarrollador estadunidense de software Curtis Yarvin (a quien recién entrevistaron en The New York Times). La filosofía argumenta que la democracia conduce inherentemente al declive social, debido al desarrollo de burocracias del estado profundo que son incapaces de controlar las fuerzas oligárquicas, y que las sociedades deben ser dirigidas como corporaciones, con una especie de monarca director ejecutivo a cargo. Como dijo Yarvin, “si los estadunidenses quieren cambiar su gobierno, necesitan deshacerse de la fobia a los dictadores… una forma de lidiar con eso es contratar a dos ejecutivos y asegurarse de que trabajen juntos y que realmente no haya otra solución…”.

¿Trump y Musk son esas personas? Algunos piensan que sí. Entre las amenazas del mandatario estadunidense de aplicar impuestos, aranceles y apropiarse de territorios al estilo del siglo XIX y el intento del empresario multimillonario de tomar el control de las tuberías del gobierno federal (vean mi columna de hoy sobre por qué su intromisión en el Tesoro, que un juez federal en EU frustró de manera temporal, es tan preocupante), parece que en este momento, en Estados Unidos se está produciendo una especie de autogolpe de Estado. Y algunas personas con las que he hablado, tanto en círculos políticos como tecnológicos, sienten que lo impulsa la gente de la Ilustración Oscura, que incluye a muchas de las personas —desde Peter Thiel hasta Marc Andreessen y el propio Musk—, que más se van a beneficiar de esto. Como dijo recientemente Alex Karp, el director ejecutivo de Palantir (cuyo precio de las acciones aumentó gracias a una serie de contratos gubernamentales esperados): “Esto es una revolución… a algunas personas les cortarán la cabeza”.

Maya Angelou dijo alguna vez: “Cuando las personas te muestran quiénes son, hay que creerles la primera vez”. Los tecnolibertarios de Silicon Valley llevan mucho tiempo mostrándonos quiénes son. Echen un vistazo a un increíble artículo de Cade Metz, en el que Thiel, Yarvin y el inversionista Balaji Srinivasan hablan de cómo las fuerzas de la Ilustración Oscura deben volverse contra los periodistas que escriben artículos desfavorables.

Luego están las declaraciones de Musk, como esta: “Creo que es una falsa dicotomía considerar al gobierno y a una especie de industria como algo separado, el gobierno es la corporación definitiva”, dice, refiriéndose a eso como un “monopolio que no puede declararse en quiebra”. Podría seguir con entrevistas y artículos en los que Musk y los tech bros dicen cosas que dejan claro que anhelan un mundo sin gobierno, pero tal vez la señal más clara sea lo que han hecho, tomaron el control de la Oficina de Administración de Personal, permitieron que un grupo de veinteañeros reclutados por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) sin afiliación entraran al Tesoro, intentaron cerrar áreas autorizadas por el Congreso como la Agencia de EU para el Desarrollo Internacional (Usaid) y despidieron a cualquiera que no estuviera de acuerdo. A mí me suena a un intento de autogolpe.

Richard, estás sentado en San Francisco. ¿Qué tan real es la Ilustración Oscura? ¿Lo que está sucediendo ahora en la Casa Blanca tiene algún vínculo serio con ella? ¿O debo volver a leer ciencia ficción?

Lecturas recomendadas

-Estoy increíblemente orgullosa del artículo que publiqué en la revista Financial Times Weekend sobre mi semana en un rompehielos en el Ártico. Es una historia que no solo captura el color (o la falta de él) del Polo Norte y la gente increíble que conocí en el barco, sino también las fuerzas geopolíticas y económicas más amplias que convierten al Ártico en uno de los lugares más disputados de la Tierra.

-Susan Glasser, de The New Yorker, parece estar de acuerdo conmigo en que los intentos de Musk de cerrar Usaid equivalen a algo mucho más nefasto que la política de eficiencia de DOGE.

-Me encanta James Gleick, y disfruté mucho su opinión en The New York Review of Books sobre A Century of Tomorrows: How Imagining the Future Shapes the Present (Un siglo de mañanas: cómo imaginar el futuro da forma al presente). de Glenn Adamson. Si alguna vez hubo un momento para los profetas es ahora.

Richard Waters responde

Qué pregunta tan fascinante. ¡Ojalá se tratara de una trama de ciencia ficción!

Siempre he creído que el tecnolibertarismo es más un producto de la arrogancia intelectual, el egoísmo y el idealismo mal dirigido, que cualquier tipo de ideología coherente. Pero creo que ahora, sorprendidos por su propio ascenso político, estamos viendo cómo una ideología poderosa se consolida en tiempo real. ¿Lo consideraremos en retrospectiva como la Ilustración Oscura? Espero que no.

Creo que gran parte de esto tiene sus raíces en una cultura intelectual de Silicon Valley que se resume acertadamente en esa historia de The New York Times a la que haces referencia, sobre los racionalistas. La gente se enorgullece de tener una mentalidad de ingeniería que valora el hecho de llevar todo de regreso a los principios básicos. El objetivo es cuestionar las ortodoxias recibidas. Puede llevar a que se den a conocer ideas extravagantes, en particular cuando la gente habla de cosas de las que sabe poco. Te encuentras en discusiones de gran alcance y simplistas que te recuerdan a los dormitorios universitarios a altas horas de la noche.

Nadie ha prosperado con este pensamiento de ir más allá de los límites como Elon Musk. No creo que haya tenido un momento de duda en su vida. Responde con absoluta certeza a cualquier pregunta que le hagas. La impaciencia no deja lugar a la autorreflexión: si sus ideas son tan buenas para la humanidad, ¿por qué se debería permitir que algo se interpusiera en su camino?

Siempre ha habido gente en segundo plano dispuesta a adaptar un marco ideológico libertario más rígido a este impulso. Yarvin me parece un poco payaso y difícil de tomar demasiado en serio, pero siempre ha valido la pena prestarle atención a Thiel.

Ese asombroso artículo que escribió justo después de la crisis financiera, en el que argumentaba que la libertad es incompatible con la democracia, vale la pena volverse a leer. La respuesta de Thiel fue escapar de la política hacia nuevos ámbitos abiertos por la tecnología, como el ciberespacio o Marte, pero eso fue en 2009. Llega un momento en el que te vuelves tan rico y poderoso que ya no puedes ocultarte del gobierno: tienes que tomar el control.

Se combinaron algunas cosas para crear este momento tecnorreaccionario. Creo que deberíamos creerle a gente como Marc Andreessen cuando dicen que se inclinaron hacia la derecha debido a una ideología “progre” que obligó a los líderes tecnológicos a doblegarse ante sus propios trabajadores. El reciente giro de Mark Zuckerberg hacia Trump no solo fue oportunismo político, sino que estaba frustrado por verse obligado a tomar medidas enérgicas contra las redes sociales de su compañía.

Pero para mí, las fuerzas más importantes en juego aquí tienen más que ver con la ambición y la impaciencia de los tecnooligarcas. También creen que tecnologías como las criptomonedas y la inteligencia artificial (IA) pueden rehacer la sociedad y la economía, y sin duda son demasiado importantes para dejarlas en manos de los burócratas gubernamentales.

El ataque de Elon Musk al gobierno estadunidense parece visceral. Sí, es difícil no ver un interés personal evidente: ¿qué regulador gubernamental se atrevería a enfrentarse a él ahora? Pero creo que es más un producto de la impaciencia y la frustración: que el gobierno lo está frenando (y, por extensión, a cualquiera que intente inventar el futuro), mientras consume recursos sin ningún beneficio social general. La única respuesta es barrerlo todo.

La disposición de Trump a entregar la reestructuración del gobierno a intereses externos ofrece una oportunidad que nunca volverá a presentarse. En verdad parece un momento revolucionario. La extralimitación parece inevitable.

Sus comentarios

Y ahora una palabra de nuestros lectores de Swamp Notes…

En respuesta a: “El ataque de Donald Trump contra Canadá convirtió a los canadienses en más agresivos que pasivos, algo que desafía los estereotipos habituales. También hace que sea más arriesgado para Poilievre adoptar una postura al estilo Trump-light. Presentarse a la contienda como un tecnócrata cosmopolita sobrio contra un populista nacionalista hábil ahora podría influir en unas cuantas personas más que de otro modo estarían ansiosas por deshacerse de los liberales después de una década en el cargo.

Dicho esto, es sorprendente cómo los tres candidatos se presentan como ajenos, algo que pone a prueba la credulidad: Freeland frente a la “clase dirigente de Ottawa”; Carney como un “externo” en general; Poilievre de igual manera, a pesar de haber pasado toda su vida laboral en el parlamento.

Otro factor que se tiene que considerar es la capacidad de hablar francés, algo que puede convertirse en un tema en una elección. Carney fue ridiculizado por los expertos por su primer intento, incluso leyendo un discurso preparado. Freeland habló con valentía en Radio Canadá, pero muchos también notaron errores gramaticales. Poilievre, en cambio, es un orador seguro y un polemista experimentado” - Sanjay Ruparelia.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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