Si parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea, dice la vieja máxima, y así lo demostré en mis vacaciones de verano cuando empecé a deslizar Instagram en mi teléfono.
Allí, entre los videos de gente cayéndose de tablas de surf, que el algoritmo de Instagram determinó que me gustan, había un anuncio de una liquidación en Paul Smith. Una vez compré en línea una gabardina de esa marca, en rebaja y, desde entonces, los anuncios del sitio de internet aparecen en mi feed de la aplicación.
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Pero ninguno ofrecía el descuento que veía ahora: 80 por ciento en todo lo que había en la tienda. Rápidamente empecé a llenar el carrito con camisas, calcetines e incluso una bolsa de traje, diciéndole emocionado a mi familia que me había topado con la oferta del siglo.
“Parece una estafa”, dijo mi hijo. Desesperado en silencio por su cinismo, le mostré el sitio web, los detalles de cada página: ¡claramente era legítimo! Y llegué a él gracias a un anuncio de Instagram. Así que tenía que ser Paul Smith.
Pero, por supuesto, no lo era, como descubrí minutos después de completar mi pedido, cuando recibí un correo electrónico en un inglés mal escrito procedente de una dirección peculiar confir- mando la compra. Me habían engañado y timado totalmente. Esto provocó una llamada angustiosa a mi banco. Las burlas de mi familia cayeron con más fuerza porque tengo un nuevo trabajo supervisando la producción digital del Financial Times, algo que estaban dispuestos a resaltar.
Meta, propietaria de Instagram, niega que permita anuncios fraudulentos en sus plataformas, lo cual, a juzgar por mi experiencia, es falso. Días después de caer en la estafa de Paul Smith, colegas me mostraron otros anuncios falsos.
Se proyecta que este año Instagram genere más de 40 por ciento de los ingresos publicitarios del propietario Meta, que alcanzó los 113 mil 600 millones de dólares en 2022. No está claro qué porcentaje de estos ingresos procede de contrataciones fraudulentas, pero tampoco lo está en cuánto tiempo podrán las redes sociales acabar con los anuncios fraudulentos.
Tal vez las plataformas se pongan las pilas cuando los reguladores por fin se afilen los dientes. Hasta entonces, desconfíen de los anuncios de lentes oscuros, bolsos o procesadores de alimentos a precios increíbles. Si parece demasiado bueno para ser verdad, entonces... bueno, ya saben el resto.
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