Pekín alarga la agonía antes de salir al rescate de Evergrande

China tiene que infligir suficiente dolor para demostrar que habla en serio, pero no a costa de uno de los motores de crecimiento más relevantes

La firma tiene una deuda de más de 300 mil millones de dólares. Carlos García/Reuters
James Kynge
Londres /

Cuando estallan las burbujas de activos, normalmente siguen un guion conocido. Los especuladores van demasiado lejos y los precios se vuelven vertiginosos antes de que la gravedad financiera se restablezca con un “estallido”. Solo entonces los gobiernos consideran intervenir para proteger el interés público o salvar a una compañía que es demasiado grande para quebrar. 

Pero la crisis cada vez más profunda que rodea a Evergrande, de China, la compañía inmobiliaria más endeudada del mundo, sigue una narrativa diferente. 

Son las restricciones de Pekín al sector de la propiedad lo que se está detrás del aterrador viaje de Evergrande. La ansiedad que se siente en la compañía, sus acreedores y los inversionistas del mercado de valores no va a disminuir hasta que Pekín decida que se alcanzó un determinado umbral de dolor.

“Los inversionistas… se preguntan con toda razón dónde se encuentra el umbral de dolor de Pekín, en términos de la desaceleración del crecimiento económico que provocará que las autoridades inviertan el curso y flexibilicen los controles hacia la industria de la propiedad”, dijo Logan Wright, un director con base en Hong Kong de la consultora Rhodium Group.
“Ese punto de inflexión en la política todavía está muy lejos”,agregó Wright. “Es más probable que Pekín espere a que se materialicen las señales de estrés financiero, que actuar de manera preventiva”. 

Evergrande, que tiene más de 300 mil millones de dólares de obligaciones con sus acreedores y 778 proyectos en marcha en 223 ciudades, está recibiendo una paliza. Sus acciones que cotizan en Hong Kong cayeron hasta 18.9 por ciento durante la jornada de ayer a su nivel más bajo en cerca de una década. La agencia Fitch recortó la calificación de crédito de los bonos de la compañía y advirtió que “parece probable” un incumplimiento de pagos de algún tipo. 

Pero todavía quedan algunas grandes preguntas. ¿La compañía podrá pagar los 129 millones de dólares de intereses de sus bonos que vencen este mes o los 850 millones de dólares que deben pagarse en el resto del año? ¿Se debe dar prioridad a esos pagos a los tenedores de bonos sobre los pagos que vencen a los “productos de administración patrimonial” en manos de decenas de miles de especuladores chinos a menudo de bajos ingresos?

Por supuesto, Pekín —que ejerce la mayor influencia sobre el sector bancario que es casi totalmente de propiedad estatal— puede emitir una orden en cualquier momento para rescatar financieramente a Evergrande

Sin embargo, la mayoría de los analistas creen que Pekín tiene la intención de apretar el tornillo. Decidió poner como ejemplo a Evergrande con el fin de dejar en claro a otros desarrolladores inmobiliarios que es en serio cuando habla de las “tres líneas rojas” que estableció el año pasado para reducir los niveles de deuda en el sector y controlar un exceso de oferta crónico de espacio residencial. 

No obstante, queda igualmente claro que Pekín no puede darse el lujo de ir demasiado lejos. Con un sector inmobiliario que contribuye con 29 por ciento del producto interno bruto (PIB), cualquier aniquilación de Evergrande será perjudicial para todo el sector y retrasará una recuperación del crecimiento económico posterior a la pandemia

Además, Pekín realiza un ejercicio muy delicado. Tiene que infligir el suficiente dolor para demostrar que habla en serio, pero no tanto como para que uno de los motores más importantes del crecimiento económico quede moribundo.

El efecto de la posible quiebra de Evergrande, que da empleo a más de 120 mil personas, se sentirá no solo en el país asiático, también en los mercados globales dado el gran tamaño del grupo.

Ayer no operaron las bolsas de Shanghái y Shenzhen ni las de Tokio y Seúl; sin embargo, el mercado bursátil de Hong Kong registró un descalabro de 3.3 por ciento.


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