Rishi Sunak, ministro británico de Hacienda, esperaba que con el debilitamiento de la pandemia se tuviera una economía más estable y predecible. En realidad, provocó una escasez de suministro, un repunte de la inflación y una reducción excepcionalmente fuerte de los ingresos disponibles de los hogares. A todo esto ahora se le suma la crisis de la invasión rusa en Ucrania.
Como resultado, la declaración de primavera de esta semana se convirtió en una prueba importante para Sunak. ¿Cómo debe afrontarla? Es obvio que ni él ni la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por su sigla en inglés) saben lo que pasará, pero sí conocen la dirección del viaje. Como importador neto de energía, Reino Unido puede ser hasta uno por ciento más pobre por los cambios de precios. En términos más generales, la inflación será más alta (es posible que por encima de 8 por ciento) y la producción y los ingresos reales más bajos de lo esperado. Se trata de una crisis de estanflación.
Para Sunak, no todo son malas noticias. La alta inflación trae consigo un aumento de los ingresos nominales y fiscales. Mientras, los límites de gasto en efectivo, incluidos los retrasos en el aumento de las prestaciones, significan fuertes reducciones del gasto real. En consecuencia, los resultados fiscales se preparan para mejorar drásticamente. Se espera que el endeudamiento sea de alrededor de 23 mil millones de libras (cerca de 1 por ciento del producto interno bruto) menos este año fiscal que lo que pronosticó la OBR en octubre. El superávit de 25 mil millones de libras del actual pronóstico presupuestario para 2024-2025 puede ser de entre 45 mil y 75 mil millones de libras. Además, como afirma Chris Giles, también hay argumentos a favor de un impuesto inesperado a los productores de energía.
En resumen, con excepción de un colapso económico provocado por conmociones mayores, el canciller tiene un margen de maniobra fiscal. A la hora de decidir qué hacer con él, tiene que distinguir los ajustes a los cambios permanentes de los temporales. Es probable que el alza de precios en energía y alimentos y la caída de la actividad sean temporales. Por tanto, el enfoque correcto será que se amortigüe de forma temporal.
La primera prioridad es proteger el gasto real del gobierno. No hay ninguna razón para volver a la austeridad de forma imprevista. Un repunte temporal de la inflación debe compensarse con aumentos de los límites del efectivo de los departamentos. Más importante es el aumento de las prestaciones. Según la Resolution Foundation, el valor de la mayoría de las prestaciones caerá 4.2 por ciento en términos reales en 2022-2023, lo que equivale a un recorte global de 10 mil millones de libras. Esto es en gran parte una consecuencia no planeada de los retrasos en el ajuste de la inflación, pero causará verdaderas dificultades. No solo es erróneo, sino insensato, dejar que muchos millones caigan en la miseria.
- Te recomendamos Reino Unido levanta todas las restricciones por covid-19 a viajeros Internacional
Una segunda prioridad es amortiguar el aumento de precios de la energía, en especial de la calefacción. Dado que la proporción del gasto de los hogares más pobres que se dedica a la energía es tres veces mayor que la de los hogares más ricos, la ayuda debe concentrarse ahí, aumentando el crédito universal. Según se sabe, Sunak odia estas prestaciones. Tal vez piense que los beneficiarios son holgazanes, laboristas, o ambas cosas. Quizá por eso sus planes para amortiguar el aumento del precio de la energía adoptan un recorte de 150 libras en el impuesto municipal para muchos hogares, además de una rebaja temporal de 200 libras en las cuentas de electricidad para todos. Esto está muy mal enfocado. Además, estará lejos de ser suficiente, al tener en cuenta el impacto de la invasión en Ucrania.
Una tercera prioridad es reducir los impuestos sobre el combustible para los automovilistas. Esto puede ser un imperativo político, pero es difícil verlo como un uso prioritario de los recursos fiscales.
Por último, hay que tener en cuenta algunos aumentos permanentes del gasto. Aparte de las prioridades de la atención de salud y la asistencia social, la más obvia es la defensa. El gasto de Reino Unido aumentará de forma sustancial y permanente.
Mientras, hay una fuerte presión de los legisladores junior sobre el canciller para que abandone el aumento previsto de las cotizaciones a la seguridad social. Hubiera sido mejor aumentar el impuesto sobre la renta de forma más amplia, pero hay dos argumentos de peso para seguir adelante. El primero es que este aumento de impuestos es al menos moderadamente progresivo. El segundo es que reconoce la realidad de que los impuestos deben aumentar de forma permanente, en respuesta a las presiones demográficas y sociales. Los conservadores odian ser un partido que sube los impuestos, pero eso era inevitable. Por tanto, puede ser mejor hacerlo ahora.
Mientras el canciller se ocupa de las enormes presiones que tiene al día de hoy, también tiene que ver a largo plazo. El mayor problema de Reino Unido es su pésimo crecimiento de la productividad subyacente. Las respuestas deben incluir mayor inversión y mercados de capitales más dinámicos. Los créditos fiscales del ciento por ciento de la inversión, junto con tasas más altas del impuesto a las corporaciones deben ayudar a conseguirlo, junto con un cambio hacia planes de pensiones colectivos de contribución definida.
Las crisis dominan la agenda actual, pero los ministros nunca deben ignorar las oportunidades de reforma a largo plazo.