Christopher Nolan entra en el comedor con un saco sport oscuro y una camisa de vestir color azul, superando con creces los requisitos de vestimenta de Little Dom’s, uno de los locales favoritos del moderno barrio de Los Feliz, en Los Ángeles. Tal vez no sea algo que sorprenda demasiado cuando se trata de un hombre que dirige sus películas con chaleco y blazer, un alto nivel de elegancia en el vestir que parece casi contracultural en el Hollywood ultracasual.
Me siento mejor con mi decisión de ir ligeramente formal. Al llegar Nolan, hay exactamente dos hombres que visten saco en el restaurante, un número que no cambiará durante toda la comida.
Se sienta a mi lado en la esquina y empezamos a hablar de la vida en Los Ángeles, donde vive con su familia (él y su esposa Emma Thomas tienen cuatro hijos) desde hace más de 20 años. “No es una ciudad a la que uno le tome cariño de inmediato”, dice Nolan, nacido en Londres y encariñado con su hogar adoptivo. “Se requiere tiempo para apreciarla”.
Cuando nos reunimos, su última película, Oppenheimer, está por estrenarse. “Tengo que intentar ser un poco más saludable aquí: hay estrenos a los que voy a asistir y tengo que entrar en mi traje”, dice mientras ojeamos el menú.
Resulta que las huelgas de Hollywood descarrilaron los planes de estrenos de Nolan. El reparto se retiró durante el estreno de la película en Londres, y se canceló la premier en Nueva York. Las reglas de la huelga impiden a los miembros del reparto plagado de estrellas de Oppenheimer --que incluye a Cillian Murphy, Emily Blunt, Matt Damon, Robert Downey Jr y Florence Pugh-- promocionar la película.
Afortunadamente, Oppenheimer ya lleva semanas generando mucha expectación gratuita, gracias al fenómeno “Barbenheimer” en internet. El estreno de Barbie, en la misma fecha que la película de tres horas de Nolan sobre el “padre de la bomba atómica”, condujo a la creación de algunos memes virales brillantemente ridículos, y a una invaluable charla en las redes sociales.
Mientras pedimos algo de beber --una tetera de Earl Grey para Nolan, té helado para mí–, me muero de ganas de hablar de Oppenheimer, el decimosegundo largometraje de Nolan. La película se centra en el liderazgo del físico estadounidense J. Robert Oppenheimer del Laboratorio de Los Álamos, que desarrolló las bombas atómicas que devastaron Hiroshima y Nagasaki en 1945.
La vi en una pequeña proyección un día antes y no podía dejar de pensar en ella, le digo. “Parece que tiene ese efecto en la gente”, dice. “(El éxito) siempre va a depender de la audiencia, pero después de hablar con la gente que la ha visto, parece que está funcionando como pretendíamos”.
Mientras llegan las bebidas, le pregunto si puede precisar por qué la película provocó reacciones tan fuertes. “La película te muestra todo desde el punto de vista de Oppenheimer, así que estás en su cabeza”, dice Nolan. “No hay forma de evitar el malestar que nos deja su historia”.
Aparece nuestro mesero y nos pregunta si estamos listos para ordenar. Nolan tenía un plan provisional de pedir el salmón asado, pero quiere saber si la cocina todavía está haciendo desayunos. La respuesta es afirmativa. “Eso cambia las cosas”, dice. “Me encantaría pedir la arrachera y huevos. Me gusta la carne término medio y los huevos estrellados”.
Me acerco y pido el salmón, con una ensalada para empezar. “Guau, muy bien”, comenta, y luego añade algo. “¿Puedo pedir también una guarnición de tocino?”. Me voltea a ver y añade riendo: “Supongo que paga el Financial Times, ¿no?”.
Desde el estreno en el año 2000 de Amnesia (Memento), su película revelación, Nolan, de 52 años, ha demostrado ser uno de los cineastas más originales y exitosos de Hollywood. Sus tramas rara vez son directas --gran parte de la acción de peliculo transcurre a la inversa, mientras que El Origen (Inception), de 2010, se desarrolla en múltiples capas de mentes durmiendo–, pero aun así arrasó en taquilla. Las superproducciones cerebrales de Nolan recaudaron alrededor de 5 mil millones de dólares (mdd) y ya ganaron 11 premios de la Academia.
La epopeya de ciencia ficción Interestelar y el drama bélico Dunkerque alcanzaron cifras de audiencia comparables a las de algunas películas de superhéroes, un género que Nolan también conquistó. Su trilogía de Batman, protagonizada por Christian Bale, fue un éxito de taquilla que le permitió ganar la libertad de hacer grandes películas bajo sus propios términos.
La madre de Nolan, estadunidense, era profesora, y su padre, británico, director creativo en la industria publicitaria londinense. Él y sus dos hermanos crecieron en Highgate, al norte de Londres, pero la familia viajaba con frecuencia entre el Reino Unido y la ciudad natal de su madre, Evanston, Illinois, donde pasaba muchas horas en los cines locales viendo Indiana Jones y los Cazadores del Arca Perdida y otras películas de verano. Nolan estudió en el internado de Haileybury, a las afueras de Londres.
Su futura carrera empezó a tomar forma mientras estudiaba literatura inglesa en el University College de Londres, donde pudo tomar prestado un viejo equipo de cine de 16 milímetros del sótano del Bloomsbury Theatre de la universidad. Él y Thomas, su futura esposa y colaboradora --Nolan la llama “la mejor productora de Hollywood”-- no tardaron en “hacer cortometrajes, por nuestra cuenta o con amigos”, recuerda Nolan. “Simplemente nos compenetramos”.
Después de ordenar la comida, retomamos el debate sobre Oppenheimer. A pesar del tema, la película transcurre como un thriller, le indico. “Yo la veía como la película de robos definitiva”, dice. “Armas el equipo, y luego realmente tratas de que el público se interese en sí pueden lograrlo”.
El cabecilla del robo, por supuesto, es Oppenheimer, interpretado por Cillian Murphy, que ya trabajó con Nolan en otras cinco películas. Nolan espera que el público “se sumerja en la creatividad del proyecto” mientras Oppenheimer se apresura a construir una bomba antes que los nazis. Luego, una vez que se lanzaron las bombas, Nolan intenta cambiar rápidamente el tono de la película “desde el triunfalismo más elevado, la máxima euforia, a lo más bajo en el menor tiempo posible en pantalla”.
Cuando empezó a promocionar la película esta primavera, Nolan provocó cierto debate con su afirmación de que Oppenheimer era “el hombre más importante que jamás haya existido”.
“Tuvo una respuesta interesante”, dice, incluso de un escritor científico que le dijo que era imposible tomarse en serio una afirmación que utiliza superlativos incuantificables como “el más”.
“Le dije: ‘Bueno, en el mundo de Hollywood estamos muy contentos de hacer eso’”, se ríe Nolan. “Eso es más o menos lo que hacemos”.
Se pone serio y añade: “La manera de refutar esa afirmación es: ‘Bien, entonces, ¿quién más?’Y no se puede (refutar) porque Oppenheimer cambió el mundo de la forma más importante que se ha cambiado. Nos dio el poder de destruirnos a nosotros mismos”.
Además de dirigir la película, Nolan también escribió el guión, que se basó en la biografía de 700 páginas de nombre Oppenheimer American Prometheus, de Kai Bird y Martin J Sherwin, ganadora de un Pulitzer. Hizo todo lo posible para que el público viera los acontecimientos a través de los ojos de su protagonista, escribiendo las escenas de Oppenheimer, incluidas las instrucciones de escena y las descripciones de los personajes, en primera persona, una técnica que, según él, tuvo un “efecto realmente mágico” en las actuaciones.
Llega nuestra comida e inmediatamente me invade un terrible ataque de envidia. El filete de Nolan parece estar cocinado a la perfección, y de sus huevos sale un chorro de yema de color naranja brillante. Llega otro plato lleno de tocino crujiente. Al parecer, su promesa de comer sano tendrá que esperar.
Mi salmón, servido con bulbo de hinojo a la parrilla, es encantador, pero la comida de Nolan es pecaminosa. Mi comida la pudo haber pedido un hombre que acaba de recibir una severa advertencia de su cardiólogo.
Mientras comemos, me doy cuenta de que la película de drama de Nolan llegará a los cines en medio de las advertencias de los ejecutivos de tecnología sobre que la Inteligencia Artificial (IA) plantea un riesgo de extinción similar al de la guerra nuclear y las pandemias. Nolan dice que ha hablado con expertos que le dicen que éste es su propio “momento Oppenheimer”.
“Cuento la historia de Oppenheimer porque creo que es importante, pero también porque es totalmente una historia con moraleja”, dice.
Nolan ve paralelismos entre los inicios de la era nuclear y el amanecer de la era de la inteligencia artificial. Los llamados de Oppenheimer al control internacional de las armas nucleares se enfrentaron a una dura resistencia por parte de Estados Unidos (EU) y otros países, que temían perder soberanía. Con la IA, dice Nolan, se plantean cuestiones similares.
“La manera en que las compañías de tecnología trascienden las fronteras geográficas, a menudo de forma muy agresiva, hace muy difícil regular (la IA) sobre la base de una nación soberana”, dice. “Hasta ahora, los problemas de regulación de la tecnología se han centrado en los derechos de autor, la privacidad o el fomento de la desinformación en las elecciones. Pero con la IA, (la regulación) vuelve al primer plano. Está claro que es algo que hay que regular”.
El debate sobre las amenazas existenciales parece un momento natural para preguntarse por el estado de Hollywood, donde los estudios de la vieja guardia empezaban a parecer débiles incluso antes de las huelgas. Invirtieron miles de millones de dólares en la “guerra del streaming” con Netflix, algo que los dejó con enormes pérdidas y montones de deudas. Muchos creen que tendrá que haber algún tipo de reorganización, que incluso podría llevar a una compañía de tecnología a ser propietaria de uno de los estudios clásicos de Hollywood.
Nolan ha sido uno de los críticos más duros de las estrategias de streaming para un crecimiento a toda costa de los estudios de cine. En 2020, puso fin a una relación de dos décadas con Warner Bros, entonces propiedad de AT&T, después de la decisión de la compañía de lanzar toda su lista de nuevas películas en la plataforma de HBO Max el mismo día que en las salas de cine.
Muchos actores y directores vitorearon su protesta, pero algunos directivos lo consideraron en ese momento poco dispuesto a aceptar los inevitables cambios que se estaban produciendo en la industria.
“A menudo se me acusa de pensamiento mágico, y la gente dice que es nostalgia y que solo quiero que las cosas sean como antes”, dice.
Pero él cree que, en realidad, eran los estudios los que tenían un pensamiento mágico, y su punto lo ilustra con una referencia a la serie Succession de HBO, en la que un joven ejecutivo de medios, Kendall Roy, intenta pujar por el valor de los antiguos activos de medios de su padre.
La industria se está haciendo un lío para conseguir lo que Kendall Roy llamaría una 'valoración tecnológica’”, afirma. “Dice que puede conseguir una valoración tecnológica para lo que es claramente una idea analógica. Eso es el streaming, solo es un botón diferente en el control remoto”.
Ahora que los inversionistas están hartos de subsidiar los servicios de streaming deficitarios, los estudios vuelven a descubrir el placer de ganar dinero con un éxito de taquilla, un cambio que Nolan ve con buenos ojos. Aun así, cree que vienen tiempos difíciles.
“Este último periodo --digamos cinco o seis años-- ha sido la única vez desde que estoy en Hollywood en el que desapareció el ánimo de lucro”, dice. “Ahora (los servicios de streaming) tienen que ganar dinero de verdad, y eso implica hacer muchas cosas que no estaban de moda hace apenas unos años. Va a ser una transición muy dura”.
En su opinión, se avecina otro giro para los servicios de streaming: van a tener que cambiar la forma de pagar a los guionistas y a los actores. Es un argumento que se repite hoy en las manifestaciones frente a los estudios de Hollywood.
“Es un momento clave para la fuerza laboral”, dice. “Los estudios y las compañías de tecnología utilizan el streaming como un resquicio legal para no pagar las regalías y el verdadero costo de producción… y ahora van a tener que hacerlo. Es esencial”.
Otro motivo de preocupación en Hollywood es que las películas de superhéroes, que dispararon la recaudación de taquilla a niveles récord durante más de 15 años --y representaron enormes remuneraciones para el talento-- están perdiendo fuerza, y el público empiece a padecer de agotamiento de las franquicias.
"Creo que las preocupaciones de la gente están bien fundadas hasta cierto punto, es como la dependencia de las papas como único cultivo”, dice Nolan. “Si todos los recursos de los estudios se destinan a un solo género, entonces no quieres llegar a uno de esos ciclos en los que no están a la altura de lo que la gente quiere”.
¿Harías otra película de superhéroes? “No, no lo haré”, dice. “Ya dije lo que tenía que decir”.
Eso decepcionará a los fans --a los ejecutivos de Warner-- que tenían esperanzas de que Nolan pudiera hacer otra película de Batman, incluso después de su ruptura con el estudio. Pero David Zaslav, cuya compañía Discovery le compró Warner Bros a AT&T en 2022, quiere que Nolan vuelva a hacer películas en los estudios de Warner.
Le pregunto a Nolan si tiene noticias de Zaslav. “Conozco bien a David, sí”, dice. “He tenido muchas conversaciones estupendas con él”.
Pero Nolan subraya que nunca ha tenido un acuerdo exclusivo con Warner, ni con ningún otro estudio, sino que hace películas “proyecto a proyecto”. También señala que mantiene una estrecha relación con Donna Langley, también británica y presidenta de NBC Universal Studio, que se encarga de la mercadotecnia y la distribución para Oppenheimer y está haciendo “un trabajo excelente”.
Dejamos vacíos nuestros platos y decidimos no comer postre, pero Nolan pide más Earl Grey. Yo pido un espresso.
Hago mención de los memes de Barbie que animan a los fans a ver tanto esa película como la de Oppenheimer. Incluso Tom Cruise, cuya nueva película de Misión Imposible está en las salas de cines, se subió al tren de Barbenheimer.
Nolan no muerde el anzuelo, y solo admite que un mercado de películas de verano abarrotado es bueno para la industria del cine, aunque resulte abrumador para cineastas individuales como él. ¿Todavía siente un nudo en el estómago cuando llega la noche del estreno? “Nunca se vuelve más fácil”, dice.
Cuando estamos por terminar, le pregunto si ya decidió cuál será su próxima película. “Nunca he sido bueno para eso”, dice. “La única forma de trabajar que conozco es dedicarme obsesivamente a un solo proyecto”.
Nolan dice que no podrá pensar en qué es lo que sigue hasta que vea la reacción a Oppenheimer. “Lo que he aprendido a lo largo de los años es que el público termina la película”, dice. “Una vez que esta película esté en los cines --una vez que el público me diga en qué consiste la película-- entonces eso me liberará para buscar lo siguiente”.
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