“Por primera vez en este siglo, entre los países con más de un millón de habitantes, hay menos democracias que regímenes no democráticos”. Esta frase que nos pone a pensar es del historiador de la Universidad de Oxford Timothy Garton Ash, escrita en un ensayo sobre “El Futuro del Liberalismo”. La observación refleja lo que Larry Diamond, de la Universidad de Stanford, denomina como “recesión democrática”. La elección de Joe Biden en Estados Unidos es un alivio, pero la historia aún no termina.
Para comprender lo que sucede, se debe conectar la política con la economía. Branko Milanovic, experto en desigualdad, hizo esto en Capitalism, Alone: The Future of the System That Rules the World, un libro que se publicó el año pasado. El capitalismo triunfó, pero las economías capitalistas van con dos sistemas políticos distintos en las principales economías: el “liberal” de EU y sus aliados, de lo que se ocupan Garton Ash y Diamond, y el “político” de China.
Milanovic sostiene que la democracia es un bien en sí misma y que permite la autocorrección pacífica. Las personas desean libertad y los votantes se deshicieron de Donald Trump. Los chinos no pueden hacer lo mismo con Xi Jinping. El argumento a favor del “capitalismo político” es instrumental: funciona. El ascenso de China ha sido extraordinario, y muchos se dieron cuenta. En una encuesta reciente de Pew Research Center se muestra que muchos más europeos ahora piensan que China es la principal economía que los que creen que es EU, aunque los japoneses y surcoreanos no están de acuerdo.
La dicotomía de Milanovic es útil, pero simplista. Existe una tercera versión del capitalismo: el autoritario demagógico. Este puede surgir del comunismo colapsado, como en Rusia de la época actual, o de una democracia debilitada, como en Brasil y Turquía. El capitalismo autoritario demagógico es un híbrido. Igual que en el sistema chino de capitalismo autoritario burocrático, el gobernante está por encima de la ley y no rinde cuentas de forma democrática, las elecciones son una farsa. Sin embargo, el poder es personal, no institucionalizado. Esto es política corrupta de gángsters. Se basa en lealtad personal de aduladores y compinches. El núcleo sueles ser de miembros de la familia, a los que se les considera como los de más confianza de todos. Este es el sistema político que Trump deseaba instalar en EU.
Ese tipo de gobernantes son como larvas de avispa que se comen a la araña desde dentro. Logran ganar una elección y después erosionan los baluartes institucionales y políticos a favor de un régimen personal indefinido. Trump tiene todas las características relevantes: la verdad es lo que él dice que es; una elección justa es la que él gana y un buen funcionario es el que le es leal. Quiere ser autócrata. Esto es diferente a decir que quiere gobernar. A Nerón tampoco le interesaba gobernar, pero sin duda era tiránico.
Los acontecimientos en EU demostraron dos cosas cruciales. Primero, las principales instituciones se resistieron a este esfuerzo de tumbar las elecciones. Segundo, una gran proporción del Partido Republicano fue cómplice de la mentira de que las elecciones estaban amañadas. Esto subrayó otra realidad de los últimos cuatro años: el liderazgo republicano mostró absoluta obediencia a su líder.
Esto no es casualidad, es el resultado lógico de la estrategia política y económica del “plutopopulismo”. Trump es el resultado natural del objetivo estratégico de la clase donante, recortes de impuestos y desrregulación. Para lograr este fin tienen que convencer a una gran proporción de la población de que vote contra sus intereses económicos al enfocarse en la cultura y la identidad. Esta estrategia funcionó y seguirá funcionando: tal vez Trump ya se fue, el trumpismo no. Se pueden ver patrones no distintos en Gran Bretaña con el brexit. El enfoque de la izquierda con estudios universitarios en su forma de política de identidad juega a favor de su contraparte de derecha.
Biden es un hombre decente. Lo que quiere hacer a escalas nacional e internacional tiene sentido, pero se enfrentará a una oposición decidida a hacer que fracase. Lograr que el gobierno fracase es central de la política de derecha. Los donantes no serán los primeros ricos y poderosos que creen, equivocadamente, que pueden controlar los demonios demagógicos que ayudaron a crear.
Como muestra la encuesta de Pew, la realidad de EU de Trump erosionó la confianza en su capacidad y decencia. A Biden le resultará difícil recuperar esa confianza, no porque la gente no crea en él, sino porque no cree en su país.
La democracia liberal tiene una ventaja: su principal oponente. Como dice Samantha Power, de Harvard, el índice de aprobación de China en las encuestas de Gallup es 32 por ciento entre 130 países. Apenas se movió en 10 años. La gente respeta a China, pero no le gusta.
Ninguno de los sistemas de la actualidad funciona bien. El capitalismo es innovador, pero crea desafíos sociales, políticos y ambientales. La democracia se erosionó, pero la política autoritaria es peor. Un régimen sin rendición de cuentas bajo el mando de gángsters es deprimente, incluso si estos últimos son menos incompetentes. Los que aún creemos en libertad y democracia esperamos que Trump fuera la advertencia que necesitábamos, pero lo dudo. Nadie es tan ciego como los egoístas ricos que no quieren ver.
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Google y Facebook acuerdan ayuda
Facebook y Google acordaron “cooperar y ayudarse mutuamente” en caso de una investigación sobre su pacto para trabajar juntos en publicidad online, informó The Wall Street Journal. El diario citó una versión no redactada de una demanda presentada por 10 estados contra Google la semana pasada, donde se acusó a la compañía de trabajar con Facebook de una manera ilegal que violó la ley antimonopolio para impulsar su ya dominante negocio de publicidad en línea. Según el informe, la demanda sostiene que ambas firmas sabían que su acuerdo podía desencadenar investigaciones antimonopolio y discutieron cómo lidiar con ellos.