¿Qué tan importante será el papel que desempeñará la demografía de China en sus perspectivas económicas? Por desgracia, mucho. De hecho, debe ser uno de los factores más importantes a la hora de determinarlas. Incluso si todavía hay un buen potencial para que aumente la producción por trabajador, debido a que es un país relativamente pobre, el descenso de la población y de la fuerza laboral desacelerará el crecimiento de la economía. Entonces, ¿esto qué significa para su futuro?
Empecemos con los fundamentos. Los datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) muestran que el número promedio de hijos nacidos de cada mujer en China se desplomó, y pasó de un promedio de seis en las décadas de 1950 y 1960 a un promedio de 1.7 entre los años 2000 y 2010. En lo que llevamos de 2020, se redujo a 1.2, ligeramente por debajo de Japón, aunque por encima de Corea del Sur.
Una explicación verosímil es que la urbanización provoca un fuerte descenso del deseo de tener hijos, en especial entre las mujeres con estudios. La abandonada política de un solo hijo aceleró su transición hacia una baja fecundidad y también creó un enorme problema de desequilibrio de género: según la oficina del censo de Estados Unidos, la proporción de niños y niñas al nacer alcanzó un máximo de 118 a 100 en 2005, pero el descenso de la fecundidad de todas formas se habría producido. Ni siquiera el poderoso Estado chino puede obligar a las personas a tener hijos que no desean.
Como resultado, la población china se está transformando en varias dimensiones. Según las proyecciones promedio (conservadoras) de la ONU, se reducirá de mil 425 millones en 2020 a mil 313 millones en 2050. La proporción de China en la población mundial también caerá, de 22 por ciento en 1980 a 18 en 2020 y a 14 en 2050, pero se pronostica que la participación de India será de 17 por ciento para 2050.
Más importante que esto, por sorprendente que sea, es el cambio en la composición por edades de la población. Si bien se pronostica que la población total se reducirá en 113 millones entre 2020 y 2050, el número de personas mayores de 65 años aumentará, de acuerdo con estas proyecciones, en 215 millones, mientras que el número de personas menores de 20 años se reducirá en 137 millones y las de entre 20 y 64 años bajarán en 191 millones. Como resultado, los habitantes mayores de 65 años pasarán de 13 a 30 por ciento de la población. Los menores de 20 años se reducirán de 24 a 15 por ciento y los de 20 a 64 años de 64 a 55 por ciento. Para 2100, sugiere la ONU, la proporción de personas mayores de 65 años será 41 por ciento de la población. Este será un país lleno de ancianos y ancianas.
¿Esto será manejable? Se pueden ignorar dos posibles salidas. China es demasiado grande y hostil para tomar la ruta de la migración masiva. Una vez más, incluso si la tasa de fertilidad pudiera aumentar, no tendría ningún efecto sobre la población en edad laboral en menos de 20 años y ni durante muchos años después de eso: los niños tardan mucho en alcanzar la madurez. Además, incluso si la tasa de fertilidad subiera, recordemos que hay una cantidad mucho menor de mujeres en edad de procrear que hace décadas. Treinta años de fertilidad por debajo del nivel de sustitución, además de ese sesgo destructivo socialmente a favor de los hombres, reconfiguraron el presente demográfico.
Existen dos opciones relevantes: la migración interna y la jubilación a una mayor edad. UBS argumenta que las reducciones de la fuerza laboral a causa del envejecimiento pueden ser más que compensadas, al menos en esta década, trasladando trabajadores de la aún numerosa población agrícola y elevando la edad de jubilación. Se tendrá que abolir el sistema hukou, que controla la migración interna y deja a muchos ciudadanos chinos de segunda clase en el lugar donde viven. Esto es económicamente esencial y socialmente justo. Además, la edad de jubilación todavía es de 60 años para los hombres, 55 para las mujeres en empleos administrativos y 50 para las mujeres que trabajan en fábricas. Estas edades pueden y deben elevarse.
El problema más embarazoso de China es el alto nivel de desempleo juvenil, hasta el punto en el que los datos ya no se publican. Eso indica muy poca demanda de trabajadores, no esa temida escasez de mano de obra, al menos hoy. Además, incluso en 2050 la tasa de dependencia será muy inferior a la de 1950. La diferencia es que en aquel entonces los dependientes eran los niños, no los padres; sin embargo, criar y educar a los niños también es caro. Una de las razones por las que estamos más preocupados por lo primero que por lo segundo es que nuestros hijos son más valiosos para la mayoría de nosotros. Los niños también son el futuro y los ancianos el pasado. Un país con una gran población de ancianos tendrá estándares educativos más bajos y será menos dinámico que uno dominado por jóvenes.
Lo que está claro es que, dado que se proyecta que la población en edad laboral disminuya a un ritmo promedio de 0.8 por ciento de 2020 a 2050, 0.5 puntos porcentuales más rápido que la población total, el aumento del producto interno bruto per cápita será mucho más lento que el del PIB por trabajador, y el crecimiento del PIB será aún más lento. No obstante, si la producción per cápita aumenta con la suficiente rapidez, el crecimiento del PIB per cápita puede ser rápido. Además, esto no es para nada imposible, porque la productividad está muy por debajo de los niveles de los países más cercanos a la frontera tecnológica actual. De hecho, China está mostrando una gran capacidad de innovación, solo hace falta echar un vistazo a los vehículos eléctricos.
Sin embargo, los escépticos tienen razón al afirmar que esto no sucederá sin una gran reforma. Se tendrán que superar los problemas estructurales de los que hablé la semana pasada. Además de las reformas de la migración interior y la jubilación, será esencial elevar el nivel educativo de los jóvenes, así como fomentar una economía lo más innovadora posible. También será necesario superar las limitaciones externas. ¿El Estado de Xi Jinping podrá hacer frente a retos tan grandes? Esa es una gran pregunta a la que volveré.