Es un hecho que no es controvertido, pero no por eso menos interesante, que el hombre más rico del mundo se viste terriblemente. Se puede comprar buena ropa y asesores de estilo por bastante menos que, por ejemplo, un yate tan enorme que hay que desmontar un puente histórico para que pueda hacerse a la mar. Pero Jeff Bezos, con más riqueza que Rico Mc. Pato, se ve fatal. ¿Qué pasa?
Eso no quiere decir que, para tu multimillonario moderno, el problema de la ropa sea fácil de resolver. Para la mayoría de nosotros —aparte del difunto periodista André Leon Talley— un aspecto clave para vestir bien es tener un buen aspecto sin llamar demasiado la atención sobre lo bien que te ves. Pero si tienes mil millones de dólares, todo el mundo tiene toda su atención apuntando directo a ti, todo el día. La sprezzatura (gracia que pasa desapercibida) no es una opción.
Por eso muchos de los superricos optan por uniformes sencillos: la inofensiva combinación de traje oscuro y camisa blanca de Elon Musk, por ejemplo. Warren Buffett lo entiende. Se las arregla para que los trajes de Zegna parezcan salidos de Sears, y puedes estar seguro de que eso forma parte del numerito de “solo soy el dulce abuelito del capitalismo” que ha perfeccionado mientras ganaba suficiente dinero para comprar Suiza sin financiamiento.
Bezos no quiere ser el viejo dulce de nadie, y no se conforma con un uniforme. Esto fue evidente el verano pasado, cuando hizo un poco de turismo espacial a bordo de un consolador volador gigante. El traje de vuelo azul brillante no fue suficiente. También llevaba sombrero y botas de vaquero llamativamente desgastados (no se sabe de quién fue la tarea de poner la capa de desgaste en estos artículos).
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Los expertos frenaron de golpe, como cuando ven un accidente de coche espantoso. Jacob Bernstein, de New York Times, acuñó el término “un Bezos” para cualquier hombre de mediana edad que haya tropezado en el territorio de un “dentista con un Lamborghini”. En GQ, Eileen Cartter consideró que el atuendo era menos patético que amenazante.
Puede ser útil ver una o dos décadas atrás, cuando Bezos se decantó por los pantalones plisados y blazers holgados, y no había cambiado la pelusa que rodeaba su cabeza calva por una rasurada completa. A partir de entonces, algo falló. Uno de los problemas es que se puso en forma y decidió que su ropa debía resaltar sus músculos, empezando por usar ropa ajustada. Esto lo entendió al revés. Como Daniel Craig demostró de forma concluyente en sus películas de James Bond, los músculos y los cortes ajustados son una combinación horrible. La combinación irradia incomodidad; todas esas pobres y tensas costuras.
Es una pena, porque fuera del corte, el gusto de Bezos por los trajes es bueno. Hay fotos suyas con un esmoquin clásico con cuello de chal que parece casi elegante.
El problema es su afán por hacer que su ropa de negocios destaque, cuando debería ir en sentido contrario. Los enormes nudos de corbata son una especialidad. También apuesta por la trágica combinación de pantalón de mezclilla y blazer que, tanto en ricos como en pobres, busca parecer informal.
El problema se agrava el viernes informal (¿no es así siempre?). Hay una foto de Bezos en Sun Valley hace años, con un chaleco negro sobre una camisa polo negra que realza los bíceps, junto con unas lentes de aviador, una especie de atuendo de héroe de acción.
Es un poco injusto burlarse del atuendo de Bezos de la víspera de Año Nuevo de 2021: jeans blancos de Brunello Cucinelli y una camisa ajustada y brillante estampada. Sus lentes de sol con forma de corazón dejan claro que se trata de un disfraz. Se está divirtiendo a lo tonto.
A riesgo de ponerme serio en un contexto trivial, creo que puede haber algún daño. Bezos no es un tipo rico cualquiera. Controla una firma que afecta todos los aspectos de la vida estadunidense. Emplea a 1.6 millones de personas. Hay algo en el estilo bobalicón y chabacano de Bezos que choca con el enorme papel que sus decisiones desempeñan en tantas vidas. Una vez más, de forma inesperada, la ropa resulta ser importante.