¿Cuánto vale una derrota legal histórica? Una que en apariencia da un vuelco a la estrategia cuidadosamente elaborada de una empresa y destruye parte de los mensajes de toda la industria sobre dónde comienzan y terminan sus responsabilidades.
No mucho, de acuerdo con el mercado. Las acciones de Shell apenas se movieron el miércoles pasado después de que un tribunal holandés le ordenó profundizar sus recortes de emisiones para alinearse con el objetivo de París de evitar que las temperaturas globales suban más de 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Las acciones cayeron ayer, quizá debido a que surtieron efecto otras malas noticias para los grandes grupos petroleros, pero también lo hizo el precio del petróleo.
Sería fácil concluir, como hizo un analista de Rystad Energy, que el caso tenía “poca relevancia para el negocio real” (y mucho menos para la industria en general). Pero no nos equivoquemos: esta decisión es importante.
Las dos cosas anteriores pueden ser ciertas, de alguna manera. Shell ya dijo que apelará, lo que puede tomar de dos a tres años. La sentencia, que especifica que Shell debe reducir sus emisiones en un 45 por ciento para 2030, es ejecutable, pero también dice que la compañía no está actualmente en incumplimiento de sus obligaciones.
Tal vez la barra es baja, pero Shell ha estado en el extremo más progresista del sector en estos temas. ¿Y si tuviera que cambiar de rumbo rápidamente? Rystad sostiene que tiene flexibilidad: 45 por ciento de las emisiones directas de Shell provienen de solo 14 por ciento de la producción total de su cartera.
Pero más allá de las operaciones de Shell a corto plazo, el juicio muestra hacia dónde se dirigen las expectativas de las empresas, en este sector y en otros. Se dio una visión clara de que las compañías de gas y petróleo tienen la responsabilidad de lo que los clientes hacen con sus productos (emisiones de alcance 3) y no solo de sus propias operaciones. Derrumbó el argumento de que si las grandes compañías internacionales no producen este petróleo, alguien más lo hará y quizá de una manera menos responsable.
También dejó en claro que la reducción de la intensidad de las emisiones (que es posible incluso si la producción se expande, y es la base para establecer los objetivos para la mayor parte de la industria) no es lo suficientemente bueno. Es cierto que el objetivo para Shell que se ordenó en tribunales de reducir las emisiones en un 45 por ciento es neto, lo que deja margen para plantar árboles, la captura de carbono u otras tecnologías de compensación. Pero el plazo de 2030 en realidad puede requerir recortes en la producción, señalan los activistas.
La industria asegura que no puede moverse de forma aislada, que proporciona un producto que la sociedad todavía necesita y quiere. Esto puede formar parte de la apelación de Shell.
Pero no hay muchas dudas de que este juicio aumentará la presión para ser más ambiciosos respecto a los compromisos sobre el cambio climático, y proporciona las herramientas para más mecanismos legales de objeción.
Ahora existe un precedente de que una compañía tiene el deber de actuar sobre el cambio climático de acuerdo con los objetivos de París (independientemente de lo que esté haciendo el Estado).
Y la base legal de este caso, en torno al deber de proteger, es una que puede traducirse a otras jurisdicciones. Sí, estos son los Países Bajos, pero de un día para otro, el tribunal federal de Australia, que difícilmente es un paraíso ecologista, determinó que un ministro tiene el deber de proteger a los jóvenes contra los daños relacionados con el clima, en un caso que involucra la expansión de una mina de carbón.
El mercado nunca es brillante en medir amenazas vagamente definidas a largo plazo que no tienen implicaciones claras para los flujos de efectivo a corto plazo.