Elevar la producción de petróleo en tres años es el ultimátum del nuevo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a la industria petrolera del país.
El político nacionalista de izquierda anunció una ambiciosa inyección de 75 mil millones de pesos (3 mil 700 millones de dólares) para revertir la abandonada producción de Pemex, el campeón nacional de petróleo con una gran carga de deuda —que se va a concretar el sábado— así como un objetivo para detener las exportaciones de petróleo, volverse autosuficiente en combustible, y la construcción de una nueva refinería de 8 mil millones de dólares (mdd).
Es una tarea difícil para una empresa que si bien se recuperó para manejar números negros, aún tiene dificultades para ganar dinero con las refinerías que tiene actualmente y que registra una caída en la producción de crudo de alrededor de 7 por ciento al año.
“No importaría si su inversión fuera de 10 mil millones de pesos en Pemex, eso no va a suceder”, se burló el director ejecutivo de una compañía de energía, refiriéndose al objetivo de López Obrador de aumentar 30 por ciento la producción de petróleo en seis años.
Se espera que la producción de este año sea de alrededor de 1.84 millones de barriles por día, una caída de 46 por ciento en comparación con el punto máximo de 2004 de 3.4 millones de barriles de petróleo por día.
Los inversionistas, quienes ya están asustados por la decisión del presidente de desechar un aeropuerto en la Ciudad de México de 13 mil millones de dólares que ya estaba parcialmente construido, una decisión que desató una complicada batalla con los tenedores de bonos, temen que cualquier paso en falso pueda costarle mucho a México.
Pemex sufre con una deuda de 100 mil mdd —de los cuales un tercio tiene vencimiento en los próximos tres años— y la empresa de 80 años de antigüedad corre el riesgo de recibir una rebaja en su calificación en 2019 debido a sus finanzas frágiles, algo que incluso la nueva administración reconoce.
Shamaila Kahn, una tenedora de deuda de Pemex de AllianceBernstein en Nueva York, señaló que hay “una cantidad significativa” de deuda de Pemex en manos de instituciones que requieren que sea de grado de inversión. Si tiene que abandonarla, eso “arrastraría todos los activos mexicanos con ella”, dijo.
Se creó cuando México nacionalizó la industria petrolera en 1938, Pemex ha sido un símbolo nacional y una vaca lechera desde hace mucho tiempo.
López Obrador, quien creció en el estado de Tabasco en el sur de México en la década de 1950, cuando México estaba en auge, quiere hacer que la empresa regrese a sus días de gloria y no pierde la oportunidad para criticar la reforma energética de 2013 que eliminó el monopolio de Pemex. Acusó a las empresas privadas de “especular” y no producir un solo barril de crudo desde que el país abrió su sector energético, además de culpar a la reforma energética.
Desde que asumió la Presidencia apenas hace dos semanas, López Obrador ya descartó dos licitaciones petroleras que estaban programadas para febrero y que incluían activos de esquisto como los que convirtieron a Estados Unidos en una potencia de energía.
“Lo que tenemos en reservas de gas no convencional es equivalente a 30 años de consumo”, lamentó Carlos Treviño, quien fue reemplazado como director ejecutivo de Pemex por Octavio Romero, un aliado del presidente y quien no cuenta con experiencia en el sector petrolero.
Con poco sentido financiero
Nimia Almeida, experta en gas y petróleo de la agencia calificadora Moody’s Investors Service, ya había advertido que reemplazar las lucrativas exportaciones de petróleo y las importaciones baratas de gas de EU con la refinación nacional tiene poco sentido financiero.“Es una oportunidad perdida, y una muy grande, y el cambio en el modelo de negocio es el riesgo mayor”. Para Ramses Pech, analista de la industria, Pemex va a necesitar invertir al menos 30 mil millones de dólares al año para alcanzar el objetivo trazado.