Nadie sabe cómo terminará esto, pero sí sabemos cómo empezó. Vladímir Putin montó un asalto no provocado contra un país inocente. Cometió el peor acto de agresión en suelo europeo desde 1945 y justificó este vil acto con escandalosas mentiras. También unió, por el momento, a Occidente en su contra. Putin no es el primer tirano que confunde el deseo de paz con la cobardía. En cambio, despertó la ira de los pueblos occidentales. El resultado es una serie de sanciones contra Rusia tan impresionantes como justificadas.
Es posible que Putin sea el hombre más peligroso que haya existido. Está abocado a restaurar el imperio perdido de Rusia, es indiferente a la suerte de su propio pueblo y es dueño de una enorme capacidad nuclear. Sin embargo, la resistencia, por muy arriesgada que sea, es imperativa. Algunos insistirán en que las acciones de Putin son culpa de Occidente y resultado de su decisión de ampliar la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El caso es el contrario. Putin nos recordó por qué los países que mejor conocían el dominio ruso estaban desesperados por la expansión de la organización. También demostró por qué era necesaria. Europa necesitaba una frontera protegida entre Rusia y sus antiguas posesiones. La tragedia de Ucrania es estar en el lado equivocado de esa línea. No suponía una amenaza para Rusia, más que por querer ser libre; Rusia era una amenaza para este país.
Las sanciones suelen ser ineficaces. Las que se imponen esta vez no lo serán. Estados Unidos impuso sanciones al mercado secundario de deuda soberana el 22 de febrero. Ese mismo día, Alemania suspendió la certificación del polémico gasoducto Nord Stream 2. El 24 de febrero, EU, la Unión Europea y otros miembros del G7 limitaron la capacidad de Rusia para realizar transacciones en divisas. Y dos días después, varios bancos rusos fueron retirados de la red de pagos Swift, se impuso la congelación de los activos del Banco de Rusia y se prohibieron las transacciones con el banco central.
Un análisis exhaustivo hecho por el Instituto de Finanzas Internacionales resume todo esto: “Esperamos que las sanciones impuestas en los últimos días tengan un efecto dramático en el sistema financiero de Rusia, así como en el país en su conjunto”. Una gran parte de los 630 mil millones de dólares de reservas líquidas del país quedarán inutilizados. El banco central ya tuvo que duplicar las tasas de interés. Los bancos se ven obligados a correr. Con la excepción de la energía, la economía quedará aislada.
No todo el dolor recaerá sobre Rusia. Los costos del gas y el petróleo serán altos durante más tiempo, lo que exacerbará la presión inflacionaria mundial. Los precios de los alimentos también subirán. Si Rusia corta sus exportaciones de energía (con un gran costo para ese país), la disrupción será aún más grave. El gas natural ruso genera 9 por ciento de la energía bruta disponible en la eurozona y la Unión Europea en su conjunto, pero el invierno, la estación de mayor necesidad, al menos ya está pasando.
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Más allá de estos efectos relativamente específicos, la combinación de guerra, amenazas nucleares y sanciones económicas aumenta enormemente la incertidumbre. A los bancos centrales les resultará aún más difícil decidir cómo endurecer la política monetaria. Lo mismo ocurrirá con los gobiernos que intenten amortiguar el golpe de las crisis de energía.
A largo plazo, los efectos económicos seguirán a la geopolítica. Si el resultado es una división profunda y prolongada entre Occidente y un bloque centrado en China y Rusia, lo que seguirá serán las divisiones económicas. Todo el mundo intentará reducir su dependencia de socios conflictivos y poco confiables. La política triunfa sobre la economía en un mundo así. A escala global, la economía se reconfigurará, pero en tiempos de guerra, la política siempre triunfa sobre la economía. Todavía no sabemos cómo.
Sin duda, Europa es la que más va a cambiar. Alemania dio un gran paso al reconocer que su postura tras la Guerra Fría ya es insostenible. Tiene que convertirse en el corazón de una poderosa estructura de seguridad europea capaz de protegerse contra una Rusia revanchista. Esto debe incluir un gran esfuerzo para reducir la dependencia energética. Por desgracia, Europa tiene que reconocer que EU no será un aliado confiable mientras Donald Trump, que considera a Putin como un “genio”, esté al mando del Partido Republicano. Gran Bretaña, por su parte, tiene que reconocer que siempre será una potencia europea. Debe comprometerse más en la defensa del continente, sobre todo de sus aliados de Europa del Este. Todo esto requerirá determinación y costará dinero.
En este nuevo mundo, la postura de China será una preocupación central. Su liderazgo tiene que comprender que el apoyo a Rusia es incompatible con las relaciones amistosas con los países occidentales. Por el contrario, estos últimos tendrán que hacer de la seguridad estratégica un imperativo primordial de su política económica. Si China decide apoyarse en un nuevo eje de autoritarios irredentos contra Occidente, la división económica mundial debe seguir. Las empresas deben tomar nota de eso.
Elegir una guerra contra los hijos de una democracia pacífica no es una acción que en Occidente podamos permitirnos olvidar. Tampoco podemos perdonar a los que la iniciaron ni a los que la apoyan. Estamos en un nuevo conflicto ideológico, no entre comunistas y capitalistas, sino entre la tiranía irredentista y la democracia liberal. En muchos sentidos, esto será más peligroso que la Guerra Fría. Putin tiene un poder arbitrario y sin control. Mientras esté en el Kremlin, el mundo será peligroso. No está claro si lo mismo ocurre con Xi Jinping, pero es posible que lleguemos a saber que sí lo es.
No se trata de un conflicto con el pueblo ruso. Debemos seguir esperando para ellos un régimen político digno de su contribución a nuestra civilización. Es un conflicto con su régimen. Rusia se ha convertido en un paria gobernado por un gánster. No podemos vivir en paz y seguridad con un vecino así. Esta invasión no debe resistir, ya que su éxito nos amenazaría a todos. Estamos en un nuevo mundo. Debemos entenderlo y actuar en consecuencia.