Reino Unido nece­sita una hoja de ruta contra estancamiento

Se requiere un nuevo marco estratégico, con reformas institucionales que resuelvan el desorden fiscal actual e instauren políticas de ahorro e inversión

Rishi Sunak, primer ministro británico. AFP
Martin Wolf
Londres /
“La definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Esta observación se atribuye a menudo a Albert Einstein, al parecer erróneamente. La atribución errónea es un homenaje a su genio, porque la cita tiene mucho sentido: para que los resultados cambien, también debe hacerlo el comportamiento. Esto también debe ser cierto en política.

Como escribí hace dos semanas, si el crecimiento económico hubiera seguido la tendencia de 1955-2008, el PIB per cápita de Reino Unido sería ahora 39 por ciento más alto de lo que es. Como señala el Instituto de Estudios Fiscales en Constraints and trade-offs for the next government (Limitaciones y concesiones para el nuevo gobierno), “los impuestos están en niveles récord para Reino Unido (aunque siguen siendo bajos o medios para los estándares europeos).

Los servicios públicos muestran señales visibles de tensión y, en muchos casos, funcionan peor que en 2010. Los planes actuales contemplan nuevos aumentos de impuestos y recortes en la mayoría de los servicios públicos pero, según los pronósticos oficiales, esto solo bastará para estabilizar la deuda pública como fracción del ingreso nacional”. En resumen, ¡un panorama sombrío!

A menos que uno crea que cualquier reforma significativa empeorará aún más las cosas, es necesario realizar cambios en las instituciones y las políticas, pero aquí radica la ironía de la política actual. Los conservadores están agotados y los laboristas, medrosos. El cambio puede ser necesario, pero nadie quiere hablar de eso, en gran medida porque es probable que las reformas significativas empeoren las cosas para grupos importantes de la sociedad.

Este es el cálculo detrás de la insípida y cautelosa Conferencia Mais de Rachel Reeves, la canciller de la Hacienda en la sombra. No sé si su juicio político es razonable, pero sospecho que sería más prudente buscar un mandato para un cambio más radical, pero lo que sí parece claro es que, ya sea antes o después de las elecciones, Reino Unido necesita un nuevo marco estratégico y medidas propuestas para obtener mejores resultados.

A continuación presentamos cuatro áreas de reforma. Primero, el país necesita una visión estratégica. Salir del paso no es suficiente. Esto significa que el gobierno debe construir una visión de cinco o diez años sobre cómo pueden evolucionar la economía mundial y nacional, qué habilidades pueden ser necesarias, qué inversiones se deben hacer, cómo fomentar la innovación y cómo afrontar los desafíos del envejecimiento, el cambio climático, etcétera.

Solo con esa visión se puede juzgar si las actividades de hoy tienen sentido. Además, solo en este contexto se puede tener una visión sensata de las prioridades en materia de inmigración, educación, etcétera.

Segundo, es necesaria una reforma institucional. Los dos cambios más importantes tendrán que ocurrir en la estructura del gobierno central y en la división regional de poderes.

El primero requerirá una transferencia sustancial de poderes fuera del Tesoro. Parte de esto implicará la creación de un departamento encargado de desarrollar la visión expuesta anteriormente y garantizar que el gasto de los departamentos se ajuste a la dirección general acordada.

Segundo, una revisión sustancial de la distribución de los ingresos fiscales y la responsabilidad del gasto entre el gobierno central y los gobiernos locales. En mi opinión, el marco para esto último debe ser la ciudad-región, como defendía la fallecida Jane Jacobs.

Tercero, no parece haber perspectivas de hacer frente al abismo existente entre los recursos disponibles y las demandas al gobierno sin impuestos más altos. Esto requerirá una reforma sustancial del desbarajuste fiscal actual. Al considerar la reforma, una tarea en la que debe centrarse el Tesoro, se debe prestar atención a aquellos aspectos en los que unos impuestos más altos pueden conducir a una mayor eficiencia.

Los gravámenes sobre los combustibles deberían, por ejemplo, sustituirse por un impuesto al carbono, y los ingresos deberían utilizarse para compensar a los perdedores y financiar la transición energética. La sustitución de los impuestos sobre la propiedad de la actualidad por impuestos sobre el valor del suelo, que podrían estimular el desarrollo, también ayudaría a lograr objetivos importantes.

Por último, el gobierno necesita políticas de ahorro, inversión y endeudamiento. Por ejemplo, se debe pensar en formas de aumentar el ahorro privado. Una obvia es aumentar las tasas mínimas recomendadas de ahorro para pensiones por encima del nivel actual de 8 por ciento de los ingresos. Una vez más, tiene que decidir qué inversiones públicas serán esenciales para alcanzar sus objetivos. Pero, como señala mi colega John Burn-Murdoch, cuesta mucho más construir casi cualquier infraestructura en Reino Unido que en los países de su entorno. Esto tiene que cambiar. Esto, a su vez, requerirá grandes cambios en los procedimientos de planeación. Además, tiene sentido pedir prestado para invertir, sobre todo si los activos financiados tienen un claro valor de mercado. El gobierno puede, por ejemplo, pedir prestado para invertir en ampliar la oferta de viviendas.

La respuesta a estas ideas será el miedo. Es comprensible, pero erróneo: el estancamiento debe asustarnos más.

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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