Resuenan con fuerza las fallas de los años setenta

Que las cosas sean distintas está lejos de ser una certeza, pues depende de que los encargados de las políticas eviten errores como ser demasiado optimistas y permitir que la inflación se salga de control

El covid y su impacto en el comercio global desaceleraron el crecimiento económico. Lucy Nicholson/Reuters
Martin Wolf
Londres /

Una inflación inesperadamente alta, conflictos en las principales regiones productoras de materias primas, disminución de los salarios reales, desaceleración del crecimiento económico, temores de endurecimiento de la política monetaria y turbulencias en los mercados de valores: todo esto lo vemos en la economía mundial actual.

Además fueron las características dominantes de la economía mundial en la década de 1970. Ese periodo terminó a principios de 1980, con un brutal endurecimiento monetario en Estados Unidos, una fuerte reducción de la inflación y una ola de crisis de deuda en los países en desarrollo, en especial en América Latina. También le siguieron grandes cambios: se enterró la economía keynesiana convencional, se liberalizaron los mercados laborales, se privatizaron las empresas estatales y se abrieron las economías al comercio.

¿Qué tan cercanas son las similitudes con la década de 1970? ¿Cuáles son las diferencias? ¿Qué podemos aprender de esos errores? El informe Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial, que se publicó la semana pasada, aborda estas cuestiones. Las similitudes son claras, al igual que las diferencias. No menos importante es que hay errores que deben evitarse: no ser demasiado optimistas, no tomar a la ligera la alta inflación y no dejar a las personas y a las economías vulnerables sin protección contra las crisis y sus dolorosos legados.

¿Lo que estamos viendo equivale a una estanflación —un periodo prolongado de inflación superior a la esperada y de crecimiento inferior? La respuesta es “todavía no”, pero es un riesgo.

La inflación está muy por encima del objetivo en casi todas partes. Al igual que en la década de 1970, esto se debe en parte a crisis puntuales: luego dos guerras en Medio Oriente (la del Yom Kippur de 1973 y la que hubo entre Irán e Irak que comenzó en 1980), esta vez el covid y la invasión de Rusia a Ucrania. Lo más importante es el peligro de que esta inflación se instale en las expectativas y, por tanto, en las economías. Parte de la razón por la que este riesgo se intensificó en la década de 1970 fue la incapacidad de reconocer a tiempo la desaceleración de la tasa de crecimiento potencial. También hoy los optimistas suponen que las tendencias de crecimiento anteriores a la pandemia se mantendrán; sin embargo, el Banco Mundial argumenta: “En el conjunto de la década de 2020 se espera que el crecimiento potencial global se desacelere 0.6 puntos porcentuales por debajo del promedio de la década de 2010”.

Los ecos de la década de 1970 son entonces fuertes: inflación más alta de lo esperado, grandes conmociones y debilitamiento del crecimiento. Pero las diferencias también son alentadoras. El precio real del petróleo se disparó mucho más entre 1973 y 1981 que en esta ocasión. La inflación global también tiene una base menos amplia que en los 70; sin embargo, esto tal vez se debe a que nos encontramos en una fase temprana del proceso inflacionario. Es probable que el indicador sea más amplio cuanto más persistente sea.

Los marcos de política monetaria son también más creíbles y están más centrados en la estabilidad de los precios que los de la década de 1970. Además, las expectativas de inflación en, por ejemplo, 1970 no eran ciertamente para la inflación que se produjo después. Entonces los responsables de las políticas también solían culpar de la inflación a factores temporales. Es cierto que las economías son más flexibles ahora que en la década de 1970, pero el recrudecimiento del proteccionismo puede llevar a un retroceso en este sentido. Es cierto que la intensidad energética también se redujo desde entonces, pero los precios de la energía aún son importantes. Por último, se espera que la política fiscal sea menos expansiva esta vez, aunque lo fue mucho en 2020 y 2021.

En definitiva, la suposición de que las cosas serán muy diferentes esta vez es creíble, pero dista mucho de ser una certeza, depende de lo que hagan los responsables de las políticas, pues tienen que evitar el error de permitir que la inflación se salga de control, como ocurrió en la década de 1970. Todavía deben tener tiempo para hacerlo, pero actuar decididamente también entraña peligros, el más evidente es una desaceleración brusca. Frente a esto, es posible que los cambios demográficos, la desaceleración del cambio tecnológico, la desglobalización, el agotamiento de importantes oportunidades de crecimiento en el pasado y el ascenso del populismo debiliten las fuerzas desinflacionarias a largo plazo. Esto hará aún más difícil lograr y mantener una inflación baja.

Un peligro obvio surge en el único aspecto en el que la economía mundial parece más frágil que hace 40 años: el tamaño del volumen de la deuda, en especial el con denominación en monedas extranjeras. Y esto no solo es cierto para los países emergentes y en desarrollo. El euro también es, en esencia, una moneda extranjera para un miembro de la eurozona afectado por la crisis.

Si el endurecimiento de la política monetaria fuera sustancial y prolongado, es probable que surjan crisis de deuda complicadas y costosas. La opinión generalizada es que las instituciones de crédito están mejor preparadas para soportar esos golpes que los bancos internacionales a principios de la década de 1980. Pero los solicitantes de préstamos pueden no estarlo: hay que suponer que los que tienen que elegir entre las importaciones de alimentos y energía, por un lado, y el pago de los intereses de la deuda, por otro, normalmente elegirán lo primero.

También es muy optimista incluso estar seguros de que las conmociones para la propia economía real ya terminaron. El virus puede tener bajo la manga más trucos horribles. Además, nadie sabe cómo se desarrollará la invasión rusa. Es más, algunas de las sanciones pueden generar nuevos aumentos en los precios mundiales del petróleo.

Trabajé como economista en el Banco Mundial en la década de 1970. Lo que más recuerdo de aquella época es la incertidumbre generalizada: no teníamos ni idea de lo que iba a pasar. Se cometieron muchos errores, algunos por exceso de optimismo y otros por pánico. El pasado no se repite, pero sí puede rimar. No ignoremos la poesía del tiempo.



LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.