Se fue uno y queda otro. Al hablar con los responsables de las políticas que asisten a las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, quedó clara la mezcla de diversión, ansiedad y enfado con la que muchos ven a Reino Unido. El “minipresupuesto” de Kwasi Kwarteng fue la política equivocada (recortes fiscales sin financiamiento) en el momento erróneo (una crisis mundial). Liz Truss compartió esta locura con creces. Es posible que sobreviva como figura decorativa, pero carece del juicio que requiere un primer ministro. Ella también debe irse. Los miembros del Parlamento, y no los del partido, deben elegir al nuevo líder y luego celebrar elecciones generales.
La confianza en la racionalidad y la autodisciplina de la política británica resultó dañada, al igual que la seguridad en la disposición del país de mantener su palabra se vio afectada por el deseo de romper el acuerdo sobre Irlanda del Norte que se alcanzó hace tres años. Para recuperar esa certidumbre, un regreso al statu quo anterior será insuficiente. Jeremy Hunt, el nuevo ministro de Hacienda, sabe que no lo pueden despedir. Ahora debe hacer lo que sea necesario.
Una de las razones por las que una simple vuelta atrás será insuficiente es que las tasas de interés subieron, lo que aumentará los costos de los pagos de la deuda. Una parte se debe a los acontecimientos en el mundo, sobre todo a la necesidad de hacer frente al repunte de la inflación, pero también está el impacto del choque específico de Reino Unido que supuso el 23 de septiembre el “minipresupuesto” de Kwarteng. Es optimista esperar que esto desaparezca de la mente de la gente.
La estrategia más segura será presentar un pronóstico creíble de disminución de la relación entre la deuda y el producto interno bruto (PIB) a mediano plazo, es decir, creíble para la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria. Ese pronóstico no debe basarse ni en recortes no especificados del gasto en los próximos años ni en aceleraciones inverosímiles de la tasa de crecimiento económico. Esta vez, el Hunt debe evitar las fantasías.
Será buena idea presentar un paquete energético menos costoso que el de Kwarteng, pero ese plan es algo de única ocasión, al menos en principio. Es más importante revertir los recortes fiscales permanentes del “minipresupuesto”. La marcha atrás de los recortes de la tasa superior del impuesto sobre la renta y corporativo será insuficiente. El Instituto de Estudios Fiscales sugiere que el agujero fiscal, antes de estas reversiones, era de 2.5 por ciento del PIB. Se necesita 1.75 por ciento más de ajuste (40 mil millones de libras al año). Esto es lo mínimo que debe hacer Hunt si quiere restaurar la credibilidad.
La gran pregunta es cómo llevar a cabo ese ajuste. Hunt ya sugirió subir impuestos y recortar el gasto. Será muy difícil que el Parlamento apruebe grandes recortes; de hecho, será necesario aumentar el presupuestos nominal.
Será imposible justificar grandes recortes de prestaciones en términos reales en medio de la crisis del costo de la vida. De hecho, el Servicio Nacional de Salud ya se encuentra bajo una gran presión. El gobierno desea gastar más en defensa, con razón, dada la invasión a Ucrania. Un gobierno que quiere mantener el crecimiento necesita aumentar la inversión pública, no recortarla. Los costos de los intereses también subirán. Por último, recortar la ayuda será inconcebible, teniendo en cuenta cómo el covid y la guerra golpearon a los más pobres del mundo.
Otra ronda de austeridad es imposible e indeseable. Si el gobierno no está dispuesto a restablecer todos los recortes fiscales que hizo, tiene que encontrar otros impuestos que los sustituyan. Tampoco es cierto que el aumento de los gravámenes deba acabar con la economía. Lo que importa es cómo se recaudan y en qué se gastan.
El Banco de Inglaterra también debe demostrar que no dejará que el mal comportamiento del gobierno lo obligue a aplicar la política monetaria. Si, como cree, los fondos de pensiones están seguros, debe dejar de apoyar el mercado de los bonos del gobierno. Eso debe ayudar a concentrar las mentes en el Tesoro.
Los revolucionarios del brexit cada vez más toman el control del país. Con Truss como primera ministra, tal vez pensaron que habían obtenido una victoria final, pero, en su lugar, se excedieron. Los mercados se negaron a financiar sus fantasías y las encuestas muestran que la gente está harta. Tal vez el baño de agua fría de realidad económica y política esté fracturando por fin la fiebre del brexit en Reino Unido.
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