Según sus propios cálculos, Rupert Murdoch debía haber muerto hace quince días, un martes por la tarde. El magnate garabateó el momento de su fallecimiento en un pedazo de papel en 2001 y lo blandió durante una entrevista en la que hizo un balance de una carrera de cinco décadas, en la que convirtió un periódico de Adelaida en Australia, que heredó de su padre, en un imperio global, cortejado y temido por políticos. “Soy un poco optimista.
Me quedan como unas 175,000 horas más”, declaró Murdoch en un evento de Variety. “Tal vez pueda gastar 75,000 productivamente en el trabajo. Así que tengo que cuidar que cada una de esas horas se gaste bien”. Ese reloj se acabó el mes pasado. Pero Murdoch, quizás el último de los barones de la prensa, todavía está a punto de cumplir 90 años el 11 de marzo.
Después de pasar muchos meses durante la pandemia en su finca de Oxfordshire, recientemente lo vacunaron y viajó a Los Ángeles a me- diados de febrero, listo para más trabajo. Como presidente ejecutivo de News Corp y copresidente de Fox Corporation, se convertirá en uno de un puñado de nonagenarios que aún dirigen una compañía estadounidense que cotiza en bolsa.
Y todavía tiene muchos logros: recientemente cerró un acuerdo de contenido global con Google, uno por el que peleó durante más de una década. Es la envidia de otros editores de noticias.
Sin embargo, en el crepúsculo de sus días, la cuestión de lo que le sucede a la dinastía de los medios de comunicación Murdoch todavía es tan polémica como siempre; una lucha familiar incesante.
Sus hijos están en desacuerdo, en particular sobre Fox News. Lachlan Murdoch, su hijo mayor, es el heredero aparente.
Pero la cuestión de la sucesión sigue abierta. Una batalla sobre el fideicomiso familiar, que tiene las acciones de News Corp y Fox, se avecina una vez que Rupert Murdoch renuncie a su control.
Ninguno de los hijos tiene los votos para ejercer el control por sí solo. Sin embargo, por ahora Rupert Mur- doch tiene razones para estar contento con sobre cómo gastó esas 175,000 horas.
Entre sus 70 y 80 años, sobrevivió a la crisis de una intervención telefónica en sus periódicos del Reino Unido, varios sustos de salud, tuvo dos hijas, se divorció, encontró el amor con Jerry Hall, compró el Wall Street Journal, desarrolló Fox News hasta convertirse en la cadena de noticias más vista y controvertida de Estados Unidos, cabalgó la ola de Donald Trump en la Casa Blanca, y sobrevivió a sus consecuencias estremecedoras.
Quizás lo más sorprendente de todo es que Murdoch también decidió vender: recibió 71,000 millones de dólares (mdd) de Disney por la mayor parte de 21st Century Fox, un acuerdo que se completó en 2019. Murdoch dividió el botín entre sus seis hijos, y les dio 2,000 mdd a cada uno.
Los juguetes de murdoch
Eso se sintió como un acto final. Sin embargo, se quedó con una mezcolanza de lo que un antiguo colega calificó como los “juguetes favoritos” de Murdoch, periódicos como The Sun, el New York Post y más de la mitad del mercado de medios impresos de Australia; la cadena Fox News; y un puñado de estaciones de televisión y redes deportivas que Disney no se pudo llevar por razones antimonopolio.
Los amigos dicen que Rupert Murdoch no piensa en su legado y odia la palabra. “Deja que las fichas caigan donde quieran”, dijo una vez. Pero un veterano de Murdoch considera que su reticencia refleja otro problema: el legado “podría desmoronarse al día siguiente de su partida. ¿Quién lo mantendrá unido excepto Rupert?”, pregunta.
Hasta ahora había un obstáculo legal para cualquier replanteamiento del imperio Murdoch: la estructura del acuerdo de Disney incluía grandes ventajas fiscales para Fox, pero impedía nuevas ventas de activos durante dos años. Esa restricción se levanta este mes.
En el momento justo, el círculo íntimo de Murdoch está hablan- do de nuevo de una táctica corporativa audaz —un estallido de negociaciones— para enderezar sus asuntos.
Esto incluye volver a examinar las opciones para vender partes del imperio y, potencialmente, reunir a otras, según varias personas familiarizadas con las discusiones.
La pregunta para los viejos acólitos de Murdoch es si todavía tiene la energía para reestructurar sus negocios en torno a lo que Lachlan querrá dirigir. “Sin querer restarle importancia a sus extraordinarios logros, ni el hecho de que llegó a los 90 años, algunas cosas son inevitables. Realmente no tiene un control como el que tenía antes”, dice Andrew Neil, exeditor del Sunday Times y presidente fundador de Sky TV.
Surgen las grietas
Hay pocos ejemplos mejores de cómo Murdoch moldeó el panorama de los medios modernos que el auge de Fox News, que en 2016 se convirtió en el canal más visto de EU en toda la televisión por cable. Incluso cuando el ecosistema de la televisión se hundió a su alrededor, la cadena que hostigaba a los liberales parecía lograr una inmunidad sobrehumana, produciendo altos índices de audiencia y utilidades a lo largo de la era Trump. “Cada paquete (de televisión por cable) debe tener Fox News”, menciona Laura Martin, analista de acciones de Needham.
La cadena de noticias está en camino de representar más de 80% de las utilidades operativas totales de Fox este año, según MoffettNathanson. Sus márgenes de utilidades superan 50%. Pero en los últimos meses surgieron grietas.
Los demócratas están de vuelta en el poder. Fox News y un puñado de sus destacados presentadores enfrentan una demanda de 2,700 mdd por su presunto papel en la difusión de la falsa teoría de que las elecciones estaban amañadas.
El expresidente Donald Trump, el mayor defensor y herramienta de mercadotecnia de Fox, todavía llama de vez en cuando. Pero los índices de audiencia se redujeron, como resultado de un ciclo de noticias más tranquilo y una división dentro de las audiencias conservadoras.
A Murdoch no le preocupan mucho los desafíos de los críticos, las emisoras rivales de la derecha o las demandas contra Fox, dicen personas cercanas a él.
Lo que le preocupa es el futuro de la matriz y su liderazgo. Una pregunta central que se discute dentro del círculo íntimo de Murdoch es si Lachlan está dispuesto a continuar dirigiendo Fox Corporation.
Después de una ronda de consolidación de los medios que definió la era, Fox es un pececillo de 20,000 mdd en un mar de megaconglomerados. Con la televisión con un declive en el largo plazo, Lachlan hace apuestas entusiastas en empresas más preparadas para el futuro, como Tubi, una plataforma de streaming de video por la que pagó 440 mdd.
Pero al ejecutivo de 49 años le interesa menos la rutina diaria de dirigir una compañía que cotiza en bolsa y se empieza a cansar de las incesantes controversias que rodean a Fox News, dijeron varias personas que han trabajado con él.
“Lachlan es una entidad muy poco pro- bada. Si se llamara Lachlan Smith, de ninguna manera estaría en la posición de hacerse cargo de la compañía”, dice Rod Tiffen, profesor de la Universidad de Sydney.
“Rupert construyó el imperio, y eso le da un prestigio y un estatus que Lachlan nunca va a tener”. Hay áreas en las que Lachlan dejó su huella en Fox. Si bien a menudo se considera que Murdoch es el motor ideológico de la cadena, no interviene con su producción como lo hace con sus periódicos.
Los asociados dicen que en realidad Lachlan tiene una perspectiva más conservadora que su padre y es probable que socialice con Tucker Carlson y otros presentadores de Fox, dándoles rienda suelta al aire.
Hasta en las mejores familias
El poder cotidiano dentro de Fox también lo ejerce un hombre que eligió Lachlan y no su padre: Viet Dinh, un abogado formado en Harvard, amigo cercano de la familia de Lachlan y se le describe como ingenioso, ambicioso y ultraconservador. “Viet toma decisiones en nombre de Lachlan”, dice una persona cercana a la situación.
Con el título oficial de director jurídico y de políticas de Fox, Dinh tiene el mismo salario base de 3 mdd que Lachlan, el director ejecutivo. Si bien Lachlan es la elección más reciente de su padre en la batalla por la sucesión, su relación siempre difícil con su hermano James todavía se cierne sobre lo que sucederá con el legado de Murdoch.
Desde el acuerdo con Disney, James trazó un rumbo totalmente independiente del negocio familiar. Renunció al Consejo de Administración de News Corp el año pasado, citando desacuerdos sobre “cierto contenido editorial”, en particular la negación del cambio climático en algunos medios australianos.
La intriga de la familia Murdoch con- verge en el fideicomiso. Rupert Murdoch ya no es un beneficiario, pero conserva el control final, incluso sobre sus acciones de News Corp y Fox Corporation.
El fideicomiso actúa como uno solo en asuntos de la compañía, con aproximadamente 40% de las acciones B con derecho a voto. Pero cuando la próxima generación asuma la responsabilidad, el poder para determinar la posición del fideicomiso se distribuirá equitativamente entre los cuatro hijos mayores, mientras que sus dos hijas menores —Grace, de 20 y Chloe, de 18 años— son beneficiarias pero sin derecho a voto.
Esto significa que para tomar cualquier decisión, al menos dos o tres hermanos de- berán estar de acuerdo. Las alianzas en la segunda generación cambiaron drásticamente a lo largo de los años.
Es difícil predecir cómo se van a desarrollar. Dos asociados de Murdoch dicen que James espera poder coordinarse con sus hermanas Elisabeth y Prudence para restablecer las prioridades de Fox News y la división de noticias australiana, ignorando a Lachlan, si es necesario.
Otras personas cercanas a los Murdoch son desdeñosos al calificar la idea de “ridícula” y describen a James como la figura marginada que todavía se resiente por la sucesión de la compañía.
Tras el acuerdo con Disney, Lachlan analizó la posibilidad de comprar la parte de James. Pero resultó costoso y difícil, y no avanzó a una etapa seria.
Tal vez algo igual de importante, James y su esposa Kathryn decidieron que su prioridad no era simplemente tomar el dinero de los activos de medios de Rupert Murdoch, sino esperar hasta que estuvieran en condiciones de influir en la dirección de las compañías.
Comienza la reevaluación
El segundo aniversario del acuerdo de 21st Century Fox es más que simbólico. Con esto se levantan las restricciones vinculadas a la estructura fiscal que permiten la venta total o parcial de Fox. Ya comenzó una reevaluación del imperio.
Mucho depende de la elección de Lachlan Murdoch. ¿Qué quiere dirigir? ¿Preferiría poner su energía en una nueva empresa como emprendedor, en lugar de supervisar los activos heredados? De esas decisiones surge un tablero de ajedrez de opciones para la empresa familiar.
El movimiento más dramático impli- caría vender Fox. Un confidente dice que es una elección que Murdoch no evitaría si “cree que es lo mejor para su familia”, y señala la venta a Disney como evidencia de su voluntad de desprenderse de sus preciados activos. Pero existe un desafío práctico.
Tres asociados de Rupert Murdoch advierten que es posible que no haya una lista muy grande de posibles compradores. “Hay muchos riesgos que conlleva ser propietario de Fox”, dice un ejecutivo de medios. “Es poco probable que veas a un grupo de capital privado como Blackstone o KKR asumiendo el control.
"El riesgo para la reputación es enorme”. Hicks Equity Partners, un grupo de capital privado en Texas y fuertes vínculos con el Partido Republicano, es considerado el comprador potencial más probable, según los banqueros del sector de medios.
La alternativa es rediseñar los intereses corporativos de Murdoch. Esto va des- de la venta de activos no esenciales hasta la recombinación de partes de Fox con News Corp, el otro negocio de medios controlado por la familia Murdoch, cuyos activos incluyen periódicos como The Sun y el Wall Street Journal.
Una opción así se consideraría seriamente si Lachlan llega a la decisión de que ya no quiere dirigir el negocio. El plan coronaría a Robert Thomson, director ejecutivo de News Corp y el confidente más cercano de Murdoch, como líder del grupo recombinado.
Reunir la compañía, pocos años des- pués de su división, sería una sorpresa. Un exasociado de Murdoch dice que en el pasado se estudió y descartó convertir en compañía privada a News Corp, eso también podría resurgir como una idea.
La tercera opción sería que Lachlan continuara. “Murdoch, a pesar de to- das sus simpatías republicanas por el gobierno pequeño, cree en la monarquía corporativa, que debe entregarse de una generación a la siguiente”, dice Tiffen.
Pero incluso entonces, es posible que sea necesario reorganizar los activos para que se ajusten a las prioridades de Lachlan, colocar al negocio en una posición más resistente para la transición a una tercera generación y desactivar las tensiones intrafamiliares.
Rupert Murdoch siente que todavía tiene tiempo. Su madre, Elisabeth, vivió hasta los 103 años y el barón de la prensa, consciente de su salud, no tiene la intención de recibir menos de lo que merece.
“Simplemente no estoy listo para detenerme para morir”, declaró una vez. Está felizmente casado con su cuarta esposa, Jerry Hall, quien, según sus amigos, trajo más equilibrio a su vida.
El locutor Piers Morgan, exeditor de Murdoch, recuerda con cariño una cena reciente con los Murdoch y Joan Collins en Los Ángeles. “Ella tenía 87 años. Él 89 años y los niveles de energía combinados, la vitalidad general y la negativa a dejarse atenuar por la vejez era bastante espectacular”, menciona.
“Cada poro del cuerpo de Rupert Murdoch está impulsado por la ambición, la aventura y el celo emprendedor”, agrega. “Me sorprendería que no hubiera al menos una gran jugada”.