Los defensores de una forma de capitalismo más amable y más gentil elogian como un momento crucial la decisión que tomó Rio Tinto de forzar la salida de Jean-Sébastien Jacques, su director ejecutivo, por la destrucción de un sitio declarado patrimonio aborigen de 46 mil años de antigüedad.
Esto debido a que los inversionistas que se centran en las métricas Ambientales, Sociales y de Gobierno (ESG, por sus siglas en inglés) desempeñaron un papel clave en este drama corporativo. En un informe interno sobre la decisión de la compañía angloaustraliana de hacer estallar las cuevas Juukan Gorge en mayo pasado, se responsabilizó a “fallas sistémicas”. También se concluyó que Jean-Sébastien Jacques y dos vicedirectores de alto nivel son “parcialmente responsables”, pero el Consejo de Administración de Rio Tinto optó simplemente por recortar sus bonos por un total de 4 millones de libras.
Los grupos indígenas, los políticos australianos, y de manera crucial los inversionistas, reaccionaron con furia y la semana pasada los tres ejecutivos anunciaron sus planes para salir de la compañía.
“Es muy pronto para hacer un desfile, pero se siente parte de una narrativa más grande”, dice Jamie Bonham, director de participación corporativa de NEI, que administra fondos de inversión socialmente responsables. “Hace cinco años no habríamos visto esto. Algo cambió”.
Los directores ejecutivos que encabezan el grupo US Business Roundtable hablan desde hace un año acerca de la necesidad de que el capitalismo “de partes interesadas” se tome más en cuenta en las utilidades de los inversores. Pero 2020 inyectó esteroides al movimiento ESG y multiplicó los problemas que las compañías deben considerar. La pandemia exacerbó la desigualdad económica, el movimiento Black Lives Matter puso en el centro los derechos de los grupos minoritarios, y la presión de abordar el cambio climático sigue en aumento.
El dato...70%
De las acciones de Rio están en manos de inversionistas que radican en el extranjero
Las compañías mineras como Rio se encuentran bajo una presión particular debido a que sus sitios son muy extensos y los proyectos pueden dañar fácilmente a las comunidades locales y el medio ambiente. Pero ningún sector es inmune. Disney recibe muchas críticas por filmar Mulan, su megaproducción más reciente, en Xinjiang, donde China detuvo a más de 1 millón de personas, principalmente musulmanes, en campos de reeducación.
Allí yace el problema. Las compañías son buenas para maximizar las utilidades, durante generaciones a eso le han dado prioridad. Pero ahora se establecen varios objetivos, entre ellos la seguridad y la protección ambiental. El fondo petrolero de Noruega de mil millones de dólares vende sus proyectos de carbón y se retira de Vale, el grupo brasileño, cuya reputación recibió una paliza después de dos horribles colapsos de presas en cuatro años.
Hasta ahora, las preocupaciones culturales, de diversidad y de patrimonio no han recibido el mismo respeto, en parte debido a que son más difusas y difíciles de medir. Rio sin duda descubrió eso. “Hubo muchas oportunidades durante nueve años de hacer lo correcto y las perdimos todas”, dice Simon Thompson, presidente de Rio, y agrega que la compañía ahora “se asegurará de que se respete la postura de nuestros profesionales de patrimonio y esté al mismo nivel de la seguridad. Si un líder de seguridad te dice que no puedes hacerlo, entonces lo escuchan y no puedes hacerlo”.
Pero si cada una de las cuestiones son apremiantes e igualmente importantes, existe el riesgo de que los altos ejecutivos empiecen a confundirse. De hecho, la nueva demanda de Canberra de que Rio nombre a un australiano para reemplazar a Jacques pone de relieve los dilemas inherentes al capitalismo de las partes interesadas. Los funcionarios locales quieren que la empresa ponga más énfasis en el país donde genera la mayor parte de sus utilidades. Pero 70 por ciento de las acciones están en manos de inversionistas que radican en el extranjero y la discriminación basada en el origen nacional no se ajusta exactamente a las demandas más amplias de equidad e inclusión.
Aquella filosofía de “las utilidades primero” definitivamente tenía sus inconvenientes y el mundo está pagando el precio por eso. Pero al menos tenía la ventaja de la simplicidad. Todos hemos escuchado la frase “el que mucho abarca, poco aprieta”. La responsabilidad ahora recae en los inversionistas, activistas y gobiernos, quienes deben encontrar nuevas formas de equilibrar los intereses encontrados.
srgs