Se avecina en el mundo la era de caos monetario

Las sanciones al banco central ruso provocaron una conmoción; ¿quién, se preguntan los gobiernos, es el siguiente?

• FUENTE: Financial Times • FOTOGRAFÍA: Shutterstock • GRÁFICO: Juan Carlos Fleicer
Martin Wolf
Londres /

A finales de enero, Rusia contaba con reservas de divisas por valor de 469 mil millones de dólares. Este acervo nació de la prudencia que aprendió por su incumplimiento de pagos de 1998 y, Vladímir Putin esperaba, también una garantía de su independencia financiera. Pero, al comenzar su “operación militar especial” en Ucrania, se enteró de que más de la mitad de sus reservas estaban congeladas. Las monedas de sus enemigos dejaron de ser dinero utilizable. Esta acción no solo es significativa para Rusia. Una desmonetización selectiva de las monedas más globalizadas del mundo tiene grandes implicaciones.

El dinero es un bien público. Un dinero global —del que la gente depende para sus transacciones transfronterizas y decisiones de inversión— es un bien público global, pero los proveedores de ese bien son los gobiernos nacionales. Incluso bajo el antiguo patrón de cambio del oro ese era el caso. En nuestra era de la moneda fiduciaria (hecha por los gobiernos) desde 1971 es más evidente. En el tercer trimestre de 2021, 59 por ciento de las reservas mundiales de divisas tenía una denominación en dólares, otro 20 por ciento en euros, 6 por ciento en yenes y 5 por ciento en libras esterlinas. El renminbi seguía representando menos de 3 por ciento de las reservas mundiales. En la actualidad, el dinero mundial lo emiten Estados Unidos y sus aliados, incluso los pequeños.

Esto no es el resultado de un complot. Las monedas útiles son las de las economías abiertas con mercados financieros líquidos, estabilidad monetaria y estado de derecho. Sin embargo, el uso como armas de esas monedas y de los sistemas financieros que las manejan socava esas propiedades para cualquier tenedor que tema ser blanco de ataques. Las sanciones al banco central de Rusia son una conmoción. ¿Quién, se preguntan los gobiernos, es el siguiente? ¿Qué significa para nuestra soberanía?

Uno puede objetar las acciones de Occidente por motivos económicos: el uso como arma de las monedas fragmentará la economía mundial y la hará menos eficiente. Eso, se puede responder, es cierto, pero cada vez más irrelevante en un mundo de tensiones internacionales. Sí, es otra fuerza a favor de la desglobalización, pero muchos se preguntarán “¿y qué?”. Una objeción más preocupante para los responsables de las políticas de Occidente es que usar estas armas puede perjudicarles. ¿No se apresurará el resto del mundo a encontrar formas de realizar transacciones y almacenar valor que eludan las monedas y los mercados de EU y sus aliados? ¿No es eso lo que China está tratando de hacer?

Así es. En principio, se pueden imaginar cuatro sustitutos de las monedas nacionales globalizadas de la actualidad: las monedas privadas (como el bitcóin), el dinero de las materias primas (como el oro), una moneda fiduciaria global (como los derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional) u otra moneda nacional, como la de China. Lo primero es inconcebible: el valor de mercado de todas las criptomonedas es de 2 billones de dólares, apenas 16 por ciento de las reservas mundiales de divisas, mientras que realizar transacciones en criptomonedas es imposible. El oro puede ser un activo de reserva, pero es inútil para las transacciones. Tampoco existe la posibilidad de acordar una moneda global de suficiente peso incluso para sustituir las reservas, y mucho menos para ser un vehículo de transacciones globales.

Queda, pues, otra moneda nacional. Un excelente folleto reciente de Graham Allison, de Harvard, y sus colegas sobre la gran rivalidad económica concluye que China es ya un formidable competidor de EU. La historia sugiere que la moneda de una economía de su tamaño, sofisticación e integración se convertirá en un dinero global.

Sin embargo, hasta ahora esto no ha sucedido debido a que el sistema financiero chino está poco desarrollado, su moneda no es totalmente convertible y el país carece de estado de derecho. China está muy lejos de ofrecer lo que la libra y el dólar ofrecían en su época de esplendor. Aunque los tenedores del dólar pueden temer sanciones, sin duda deben ser conscientes de lo que el gobierno chino puede hacerles en caso de que los lleguen a disgustar. Y lo que es más importante, el Estado chino sabe que una moneda internacionalizada requiere mercados financieros abiertos, pero eso debilitará su control sobre la economía y la sociedad chinas.

Esta falta de una alternativa sugiere que el dólar seguirá siendo la moneda dominante; sin embargo, existe un argumento contra esta visión expuesto en Digital Currenciesa, un estimulante folleto de la Hoover Institution. Se trata de que el Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos de China (una alternativa al sistema Swift) y la moneda digital (el e-CNY) pueden convertirse en un sistema de pago dominante y en una moneda vehicular, respectivamente, para el comercio entre China y sus numerosos socios comerciales. A largo plazo, el e-CNY también puede convertirse en una importante moneda de reserva. Además, argumenta el folleto, eso dará al Estado chino un conocimiento detallado de las transacciones de cada entidad dentro de su sistema.

En la actualidad, el abrumador dominio de EU y sus aliados en las finanzas mundiales, producto de su tamaño económico y de la apertura de los mercados financieros, otorga a sus monedas una posición dominante. No existe una alternativa creíble para la mayoría de las funciones monetarias mundiales. Hoy en día, es probable que la alta inflación sea una mayor amenaza para la confianza en el dólar que su uso como arma contra los Estados rebeldes. Sin embargo, a largo plazo, China puede crear un jardín cerrado para el uso de su moneda por parte de los más cercanos. Aun así, quienes deseen realizar transacciones con los países occidentales seguirán necesitando monedas occidentales. Lo que puede surgir son dos sistemas monetarios —uno occidental y otro chino— que funcionen de forma diferente y se traslapen de forma incómoda.

Como en otros aspectos, el futuro no promete tanto un nuevo orden mundial construido en torno a China como más desorden. Los historiadores del futuro pueden considerar las sanciones de hoy como un paso más en ese camino.


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