Todos los espías probablemente se imaginan a sí mismos como James Bond, al menos a veces. Pero Shalev Hulio, indiscreto y obsesivo del 007, nunca fue un espía, solo un nerd israelí de tecnología que se encontró en la intersección de grandes secretos y grandes cantidades de dinero.
Tal vez por eso, hace unos años comenzó a vender el arma cibernética Pegasus bajo el nombre de Q Suite, en honor al personaje de las películas de Bond, Quartermaster.
Pero el NSO Group, el misterioso fabricante israelí de spyware militar que Hulio cofundó hace una década, no se parece en nada al taller donde opera el cascarrabias Q.
NSO, integrado por veteranos de unidades de élite de la inteligencia militar, es más conocido por crear Pegasus, una pieza de software tan poderoso que puede hackear cualquier teléfono de forma remota, perforar todas sus aplicaciones encriptadas y encender la cámara y el micrófono para escuchar los secretos que se dicen en voz baja a un mundo de distancia.
Los clientes de NSO son notablemente reservados. Los movimientos de la compañía están vigilados por el Ministerio de Defensa de Israel, que aprueba cada una de las licencias de exportación del software y considera a Pegasus como un arma, para que únicamente se venda a amigos cercanos, actuales o potenciales.
Pero de vez en cuando, los propios secretos de NSO Group, generalmente protegidos detrás de capas de empresas fantasma y con acuerdos de confidencialidad, salen a la luz.
Hace dos semanas, 17 periódicos se unieron en un consorcio de Amnistía Internacional con el sobrenombre de Pegasus Project. La investigación posterior se basó en una lista supuestamente filtrada de 50 mil personas que el organismo de vigilancia de derechos humanos dice “está irrefutablemente vinculada a posibles objetivos” y en donde se encontraban princesas y presidentes, reyes, periodistas y disidentes políticos, muchos de ellos críticos de regímenes represivos.
Lo Dice...“NSO investigará a fondo cualquier prueba creíble de uso indebido de sus tecnologías, como siempre lo hemos hecho, y apagará el sistema cuando sea necesario”
Hulio, de 39 años, es amigable hasta el punto de ser encantador y evasivo hasta el punto de la frustración. Al igual que otras startups israelíes que se nutren de una historia de origen al estilo de Silicon Valley, le gusta hablar acerca de cómo NSO Group comenzó en un gallinero en un kibbutz en la zona central de Israel.
Vigilado por cuidadores bien entrenados, ahora está a cargo de limpiar el desastre más reciente. En su relato, los malos —pedófilos, terroristas y capos del narcotráfico— usan aplicaciones encriptadas para evitar ser atrapados. NSO vende Pegasus únicamente a los buenos después de una cuidadosa investigación, y solo para que puedan detener a los malos.
Entonces, ¿qué pasa con los cientos de periodistas, académicos, disidentes y miembros de la sociedad civil de todo el mundo a cuyos teléfonos los grupos de derechos humanos, incluido el Citizen Lab de la Universidad de Toronto, han rastreado a Pegasus a lo largo de los años? “NSO investigará a fondo cualquier prueba creíble de uso indebido de sus tecnologías, como siempre lo hemos hecho, y apagará el sistema cuando sea necesario”, responden sus abogados.
Las personas que conocen a Hulio describen a un hombre que está en cierta manera sorprendido de que NSO haya sobrevivido hasta ahora, aunque solo sea por razones técnicas. El supuesto, dice alguien que lo conoce desde la preparatoria, era que los fabricantes de teléfonos como Apple eventualmente encontrarían una manera de apagarlo.
“Él lo llamó un juego del gato y el ratón”, dice esta persona. “Pero cada nuevo sistema operativo agrega una nueva función, e incluso si cierra una vulnerabilidad, se encuentra otra, es doloroso y lento, pero siempre hay una”.
La supervivencia del software convirtió a Hulio en un hombre rico, la compañía está valorada en mil 500 millones de dólares, y él posee una décima parte, según personas familiarizadas con la valoración.
Sigue siendo la cara pública de la empresa. Uno de los cofundadores salió hace años; otro, Omri Lavie, quien una vez bromeó con el FT en 2013 diciendo que no quería hablar sobre los clientes de NSO Group porque “no quiero que me decapiten”, tiene otras empresas.
El trabajo de Hulio para NSO ha significado muchos vuelos en jet privado a países que la mayoría de los israelíes nunca visitarán. Personas familiarizadas con NSO dicen que la compañía ha hecho negocios con Arabia Saudita, Azerbaiyán, Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos.
Esto ha significado trabajar en un entorno en el que casi todas las negociaciones se realizan en persona, un mundo de intermediarios y acuerdos de confidencialidad. Un intermediario dice que “tal vez esta tecnología se utilizó para atrapar a dos terroristas, o dos delincuentes, pero esta cosa se diseñó para fines políticos”.
Ese, al final, es el dilema de Hulio. La narrativa de una tecnología que, según él, está diseñada para atrapar a criminales y terroristas quedó perforada por varios periódicos, un relator independiente de la ONU sobre la libertad de expresión y ahora este reciente consorcio.
Para convencer al mundo de que NSO es uno de los buenos, Hulio va a tener que levantar el velo del secreto detrás del cual ha prosperado, mientras que al mismo tiempo lucha contra los gigantes de tecnología —desde Apple hasta Facebook— que quieren cerrarlo. Por ahora, ya falló en la primera directiva de Q a Bond (“Nunca dejes que te vean sangrar”). El futuro de la compañía podría depender de lo bien que ejecute la segunda: “Siempre ten un plan de escape”.
srgs