Sili­con Valley lla­mado — la década de 1990 está de vuelta

Los con­tra­rios podrían seña­lar que se ins­ta­la­ron más de 80 millo­nes de millas de cable de fibra óptica desde media­dos de la década de 1990 hasta el final del auge de las pun­to­com.

Si la eco­no­mía ener­gé­tica actual de la IA se man­tiene, enton­ces la his­to­ria de la inver­sión se vuelve aún más cos­tosa | AP
Rana Foroohar
Ciudad de México /

San Fran­cisco se ha sepa­rado eco­nó­mi­ca­mente del resto de Esta­dos Uni­dos desde el auge de Inter­net a media­dos de la década de 1990. Como mues­tran todo, desde los alqui­le­res de vivien­das hasta las tasas de cre­ci­miento per cápita mucho más altas que el pro­me­dio nacio­nal de EE.UU., el Área de la Bahía existe en su pro­pia órbita.

No pude evi­tar pen­sar en esto cuando volé a San Fran­cisco hace un par de sema­nas. La inte­li­gen­cia arti­fi­cial, en lugar de las pági­nas web de con­sumo, impulsa la exu­be­ran­cia en la actua­li­dad. Pero el ambiente es el mismo que hace 30 años: hay una his­to­ria y todos la están com­prando.

Cada valla publi­ci­ta­ria que pasé del aero­puerto a la ciu­dad tenía algo que ver con la IA. Blo­ques blan­cos gigan­tes de vivien­das y ofi­ci­nas nue­vas se ali­nea­ban en la carre­tera. En las ven­ta­nas, vi a hom­bres jóve­nes (los emplea­dos de Sili­con Valley toda­vía son en su mayo­ría hom­bres, como en ese enton­ces) escri­biendo en las com­pu­ta­do­ras mien­tras prac­ti­ca­ban depor­tes o video­jue­gos en sus tele­vi­so­res de pan­ta­lla plana de gran tamaño.

Hasta ahora, tan 1990. Lo que me lleva a pre­gun­tarme ¿qué es dife­rente esta vez? Es un tema que se ha dis­cu­tido mucho en los últi­mos meses, ya que ha que­dado claro cuánto de la ima­gen de cre­ci­miento de EE.UU. depende de la IA.

Si bien algu­nas de las res­pues­tas son fáci­les (la mayo­ría de la gente está de acuerdo en que el impacto a largo plazo de la IA será mucho más amplio y pro­fundo que el auge de Inter­net para el con­su­mi­dor, incluso si vemos una correc­ción a corto plazo), seña­la­ría tres com­pa­ra­cio­nes entre la década de 1990 y la actua­li­dad que jus­ti­fi­can una mayor con­si­de­ra­ción por parte de los inver­so­res.

En pri­mer lugar, la IA requiere mucho capi­tal. La bur­buja de las pun­to­com no lo era, en ese enton­ces cual­quiera podía lan­zar una página de ini­cio casi sin inver­sión. Hoy en día, la inver­sión en IA repre­senta todo el cre­ci­miento en el gasto de capi­tal cor­po­ra­tivo de Esta­dos Uni­dos.

Los con­tra­rios podrían seña­lar que se ins­ta­la­ron más de 80 millo­nes de millas de cable de fibra óptica desde media­dos de la década de 1990 hasta el final del auge de las pun­to­com, y que gran parte de esa inver­sión tardó años en amor­ti­zarse. Las empre­sas de tele­co­mu­ni­ca­cio­nes esta­dou­ni­den­ses gas­ta­ron 444.000 millo­nes de dóla­res en gas­tos de capi­tal entre 1996 y 2001.

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Aún así, com­pare esto con los 342 mil millo­nes de dóla­res que gas­ta­rán solo este año en los EE.UU. los prin­ci­pa­les inver­so­res en cen­tros de datos de IA e infraes­truc­tura infor­má­tica, inclui­dos Micro­soft, Alp­ha­bet, Ama­zon y Meta. Al ritmo actual de con­sumo de ener­gía nece­sa­rio para impul­sar el desa­rro­llo de la IA, la inver­sión esti­mada se exten­derá a casi 7 billo­nes de dóla­res para 2030.

Esto nos lleva a otro punto clave en el frente de la inver­sión de capi­tal, que es que la ener­gía es una limi­ta­ción enor­me­mente sig­ni­fi­ca­tiva para el desa­rro­llo de la IA en la actua­li­dad. Eso no era cierto en la década de 1990.

Si la eco­no­mía ener­gé­tica actual de la IA se man­tiene, enton­ces la his­to­ria de la inver­sión se vuelve aún más cos­tosa y com­pleja, ya que depende de la tra­yec­to­ria de las actua­li­za­cio­nes de la red, de la entrada en línea de más ener­gía nuclear, de la rapi­dez con la que las ener­gías reno­va­bles pue­den reem­pla­zar a los com­bus­ti­bles fósi­les y de los altos pre­cios del petró­leo.irá en medio de estos cam­bios.

Otra dife­ren­cia entre las dos épo­cas es que la inver­sión en IA en la actua­li­dad se finan­cia cada vez más no con deuda, sino con capi­tal. A pri­mera vista, eso parece algo muy bueno. El medio billón de dóla­res en inver­sión en tele­co­mu­ni­ca­cio­nes durante la bur­buja de las pun­to­com se finan­ció prin­ci­pal­mente con deuda, mien­tras que los gran­des acto­res de la IA de hoy en día son empre­sas enor­mes y ren­ta­bles.

Por esa razón, pro­ba­ble­mente no vere­mos una repe­ti­ción de fra­ca­sos como World­Com o Glo­bal Cros­sing, ya que los Siete Mag­ní­fi­cos (o qui­zás cua­tro, cuando se trata de IA) no están a punto de que­brar. Las empre­sas más ricas de la his­to­ria del capi­ta­lismo glo­bal tie­nen dinero para gas­tar.

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Pero esto lleva a lo que puede ser la com­pa­ra­ción más impor­tante entre la década de 1990 y la actua­li­dad.

Muchos par­ti­ci­pan­tes del mer­cado argu­men­tan que no debe­ría­mos preo­cu­par­nos tanto por el hecho de que la exa­ge­ra­ción de la IA parece estar fre­nando todo el mer­cado de valo­res de EE.UU., ya que las ganan­cias de las Gran­des empre­sas de tec­no­lo­gía que impul­san el auge son enor­mes.

Sin embargo, cuando miras debajo del capó, esa no es la his­to­ria com­pleta. El eco­no­mista jefe de Apo­llo, Tors­ten Slok, cono­cido por su capa­ci­dad para ate­rri­zar en las métri­cas que real­mente impor­tan, publicó un grá­fico nota­ble hace unos días. Mos­tró que desde el "día de la libe­ra­ción" aran­ce­la­ria de Donald Trump en abril, las empre­sas en el Rus­sell 2000 con ganan­cias nega­ti­vas están supe­rando a las que tie­nen ganan­cias posi­ti­vas.

Este índice de pequeña capi­ta­li­za­ción incluye a muchas empre­sas en áreas de gran inver­sión en IA, como soft­ware, bio­tec­no­lo­gía y aten­ción médica. Pero tam­bién incluye a muchos otros en sec­to­res como finan­zas, ener­gía, mate­ria­les y comu­ni­ca­cio­nes, que tam­bién están apos­tando por un futuro de IA. Es una rima incó­moda de la his­to­ria con el boom de las pun­to­com, cuando las empre­sas con ganan­cias nega­ti­vas tam­bién se apo­de­ra­ron de aque­llas con ganan­cias posi­ti­vas durante un período pro­lon­gado.

¿Qué debe­mos sacar de todo esto? Algu­nas cosas.


En pri­mer lugar, aun­que "la IA será una revo­lu­ción en muchos sen­ti­dos, hay un efecto eco de la década de 1990 al que debe­ría­mos pres­tar mucha aten­ción", dice Slok.

Ade­más, el impacto eco­nó­mico de incluso un colapso a corto plazo en la bur­buja de la IA puede ser mayor de lo que fue en la era de las pun­to­com, dado que más esta­dou­ni­den­ses ahora poseen más accio­nes que nunca.

En segundo lugar, la diná­mica sub­ya­cente a esta bur­buja es mucho más com­pleja de lo que era hace dos déca­das. ¿Com­pen­sa­rán las ganan­cias de pro­duc­ti­vi­dad las pér­di­das de empleo rela­cio­na­das con la IA? ¿Seguirá siendo la ener­gía un cue­llo de bote­lla? ¿Inte­rrum­pirá el mer­cado un inno­va­dor chino? ¿O con­ti­nuará el cre­ci­miento de Esta­dos Uni­dos supe­rando al mundo, como lo hizo en la década de 1990?

Las pers­pec­ti­vas de algo más que Sili­con Valley depen­den de las res­pues­tas.

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