Si el plan de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, funciona, su país empezará a producir hasta 500 nuevos expertos en ingeniería electrónica cada año a partir del próximo. Por orden de la funcionaria, cinco universidades crearon “academias de semiconductores”, con una cuota de 100 graduados de maestría y doctorado al año cada una.
Para la economía taiwanesa, los futuros expertos son una cuestión de supervivencia.
La fuerte demanda de semiconductores, que se alimentó por el trabajo desde casa debido a la pandemia, así como la proliferación de chips en todo tipo de productos, desde cascos de realidad aumentada hasta coches eléctricos, impulsó un auge económico en Taiwán, mientras la mayor parte del mundo se hundía en una recesión provocada por el covid en los últimos dos años. Se espera que Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), el mayor productor a escala mundial de chips por encargo, presente mañana otra serie de resultados brillantes que reflejen ese auge.
Pero como cada vez son menos los jóvenes de la menguante población taiwanesa que optan por las carreras de ingeniería electrónica (y un número aún menor estudia en Estados Unidos), la fuente que alimentó la transformación del país en el mayor centro mundial de fabricación de chips se está agotando rápido.
Al mismo tiempo, los gobiernos desde EU, Europa y Japón intentan deslocalizar la fabricación de semiconductores para asegurar las cadenas de suministro cruciales para las industrias de defensa y reducir el riesgo de disrupciones, como la grave escasez de chips que obligó a algunas fábricas de automóviles a detener la producción el año pasado. El impulso de los subsidios ya llevó a TSMC a construir una planta de fabricación de 12 mil millones de dólares en EU y a comprometerse con una empresa en conjunto con Japón.
Las academias de Tsai tienen el objetivo de solucionar esto. “Formaremos a personas de los países que aún no tienen una industria de chips. Pueden trabajar aquí primero mientras su país no esté preparado”, dijo Kung Ming-hsin, jefe de planeación económica de Taiwán. “Será como los taiwaneses que obtuvieron sus doctorados en EU y construyeron nuestra industria al volver a casa; se creará un círculo virtuoso de talento en semiconductores”, añadió.
Así se seguirá el ejemplo del fundador de TSMC, Morris Chang, un egresado del MIT y de Stanford que creó su propia empresa en Taiwán después de más de 25 años en Texas Instruments, en EU.
Taiwán necesita con urgencia un sustituto para los cerebros que han impulsado su industria de chips durante décadas. A finales de la década de 1980, el número de taiwaneses que obtuvieron doctorados en ingeniería en EU pasó de 745 en 1985 a un punto máximo de mil 302 en 1994, según la National Science Foundation de EU. Pero desde entonces han disminuido, alcanzando un nuevo mínimo de apenas 417 en 2020, el año más reciente del que se dispone de datos.
Además, 76.9 por ciento de los taiwaneses que obtuvo un doctorado en EU en 2020 planeaba quedarse, en comparación con 60 por ciento hace 20 años.
“Se puede ver en nuestro pasado que la mayoría de las personas que estudiaron y trabajaron en EU y luego regresaron mantienen una muy buena relación con ese país. Cuando actualizan su tecnología, siguen cooperando con Estados Unidos”, afirma Kung.
Pero la escasez de talentos en el sector no solo presiona el tema de semiconductores. También asfixia a la industria tecnológica del país en su conjunto, dejándola estancada en la fabricación y sin poder dar el siguiente paso hacia segmentos de mayor margen del sector de los chips, así como hacia nuevas áreas.
Taiwán tiene que enfocarse más en los mercados que en la tecnología, de acuerdo con Evan Feigenbaum, vicepresidente de estudios del Carnegie Endowment de Washington, según un informe de 2020 basado en una encuesta realizada a expertos de la industria de tecnología de ambos países.
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