¿Tesla sueña con recursos infinitos para sus robots?

Las máquinas tendrán que competir con la mano de obra barata de los seres humanos, pues aun con software autónomo necesitarán mantenimiento, lubricación y electricidad

El proyecto de Elon Musk es un prototipo de humanoide que servirá como un “increíble cuate, como C3P0 o R2D2”. Valerie Macon/AFP
Izabella Kaminska
Londres /

Elon reveló por primera vez los planes de Tesla para crear robots ayudantes en agosto pasado, en una teatral exhibición en la que se utilizaban... humanos. Dada la notoriedad del fabricante de coches eléctricos por anunciar productos, solo para ver que se retrasan hasta media década, el servicio de noticias FT Alphaville pensó que pasaría un tiempo hasta que el proyecto se pusiera en marcha.

Pero en la última conferencia de ganancias de Tesla, tras unos resultados del cuarto trimestre mejores de lo esperado, Elon dijo que el trabajo de desarrollo más importante de este año será el del robot bautizado como Optimus. Al diablo con el Cybertruck.

Los analistas de JP Morgan señalan que el cambio de Tesla de fabricante de coches a fabricante de robots puede tener un impacto significativo en sus planes automotrices más amplios.

Según una nota publicada ayer, esto implica que el Roadster y el Semi (programados para su lanzamiento en 2020) y el Cybertruck (para 2021) se retrasarán hasta al menos 2023, incluso mientras la empresa le da prioridad al desarrollo en su lugar de un prototipo de robot humanoide que servirá como un “increíble cuate como C3P0 o R2D2” con una personalidad que evoluciona para adaptarse a su propietario, al tiempo que resuelve el problema de la escasez de mano de obra. El robot, apodado Optimus, será el desarrollo más importante que se está llevando a cabo en Tesla este año, dado su “potencial para ser más significativo que el negocio de vehículos”, incluso mientras Rivian, Ford y General Motors entregan camionetas pick-up eléctricas de baterías a los clientes.

No sabemos si Elon Musk es aficionado de la serie de televisión Caprica, una precuela derivada de la reimaginada (y muy superior) Battlestar Galactica, donde los humanos crean robots que luego deciden arrasar con la humanidad.

Suponemos que al menos debe estar familiarizado con el género. Sus numerosas declaraciones sobre cómo la inteligencia artificial sobrehumana puede ser muy mala para los humanos, lo sugieren.

Entonces, ¿por qué acelera Musk la conquista mecánica del planeta metiéndose de lleno en la fabricación de robots personales?

Solo podemos esperar que sea porque cree que es esencial adelantarse a la competencia de los “malos”, es decir, a aquellos que pueden programar los robots con fines destructivos. Tal vez piense que al ser el primero en el mercado puede estar seguro de que los robots están dotados de protocolos benignos, como las Tres Leyes de la Robótica de las novelas de Asimov. (Aunque, si lees las novelas de Asimov, sabrás que incluso estas leyes pueden ser socavadas o hackeadas). Es de suponer que Elon tampoco cree que sus propias motivaciones puedan ser hackeadas o corrompidas.

Cualquiera que sea el caso, hay un problema conceptual mayor con el desarrollo de esclavos robóticos para cubrir una escasez de mano de obra, o para evitar la sindicalización. Y no es el obvio problema económico que a todo el mundo le preocupa. En una nueva economía robotizada, la mano de obra servil desplazada acabará adaptándose a los servicios de contacto humano, como los cuidados o la terapia, o la simple realización de videos de TikTok. Siempre habrá puestos de trabajo, solo que diferentes, y potencialmente más frívolos. (¿Quién podría haber concebido un administrador de redes sociales en la década de 1980?).

El sirviente más económico

La cuestión más importante es cómo los robots competirán por los recursos con sus equivalentes de carne y hueso. Quién será el sirviente más barato de contratar será la última consideración. Y no está nada claro que sea el robot.

Suponemos que los robots mecanizados de Elon estarán hechos de metales raros y materias primas escasas. El hecho de que salgan de una línea de producción preparados con software inteligente puede compensar parte de ese costo. Aun así, será difícil competir con lo baratos que son y la abundancia que hay de seres humanos.

Los robots seguirán necesitando energía eléctrica, lubricación con aceites, cuidados y mantenimiento. Seguirán necesitando que se reinicien, tiempos de inactividad o de mantenimiento como sus equivalentes humanos.

Los humanos, por otro lado, se componen de los recursos más abundantes del planeta (oxígeno, carbono, hidrógeno y nitrógeno). Son capaces de autorreplicarse sin una planta de fabricación. Eso significa que siempre serán más baratos y fáciles de fabricar. Sí, es posible que se necesiten 16 años para cultivar un trabajador humano en funcionamiento, pero la línea de proyecto es sólida, con existencias que se reemplazan continuamente si no es que se suman. 

Los fans de Elon pueden contestar que el objetivo de Optimus es liberar a los más pobres del mundo de sus problemas cotidianos, pero, aunque en teoría es un buen objetivo, es posible que, sin un salto significativo en la ciencia de los materiales para superar las limitaciones de recursos, el esfuerzo acabe empeorando las cosas. Si hay escasez de robots humanoides multitarea, y está claro que seguirán compitiendo con los humanos por los puestos de servicio en, por ejemplo, los hogares humanos de élite.

La única razón racional para lanzarse a una economía de robots esclavos es que el costo total de la creación y el mantenimiento de un robot esclavo sea más barato y más respetuoso con el planeta que el de un humano.

Para una verdadera distopía, considere lo que puede suceder si se desarrollara una industria robótica competitiva. Para mantener los costos bajos y optimizar el uso de los recursos planetarios, los fabricantes recurrirán a la biología. Así, los robots podrán emular nuestra propia bioingeniería humana hasta hacerse indistinguibles de los humanos. Las fuerzas competitivas podrán entonces fomentar el cultivo de esclavos robots en los laboratorios o en centros de autorreplicación controlados. Allí, estos robots estarán precargados con un software que garantiza que aman a sus dueños y nunca les harán daño, ni se rebelarán ni intentarán desplazarlos.

La única diferencia entre ellos y nosotros serán sus lealtades, sus aspiraciones y el servilismo a sus amos. Al menos, mientras su programación no se corrompa o sea hackeada.


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