El novelista William Faulkner dijo; “El pasado no está muerto. Ni siquiera es pasado”. En los últimos días, las ciudades estadounidenses en llamas activaron paralelismos con 1968, un año en el que la población blanca urbana se ubicó en otros lugares y que terminó con la elección de Richard Nixon. Él ganó con una plataforma de ley y orden que apeló implícitamente a la ansiedad de los blancos.
El presidente Donald Trump no se expresa con lenguaje implícito. En respuesta a las protestas en Minneapolis después de que la policía asfixió a George Floyd, un hombre negro de 46 años de edad, el presidente de Estados Unidos (EU) tuiteó: “Cuando el saqueo comienza, comienzan los disparos”.
Esa frase la usó George Wallace, el candidato segregacionista de un tercer partido en 1968. Los republicanos lanzaron la “estrategia sureña” para ganarse a los demócratas blancos resentidos después de la revolución de los derechos civiles. La campaña de 2016 de Trump fue la apoteosis de ese enfoque.
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Pero la historia ofrece pocas pistas sobre si un presidente en ejercicio puede beneficiarse de la misma manipulación. La cruda brutalidad del asesinato de Floyd •y el hecho de que su asfixia de ocho minutos fue grabada en video• frenó la capacidad de Donald Trump de presentar a la policía como víctimas. Da giros entre las amenazas de desplegar a los militares para sofocar las protestas y los llamados a la calma.
El historial de Trump sugiere que no podrá resistir la tentación de incitar. Le funcionó una vez. El movimiento Black Lives Matter de EU despegó en el segundo mandato de Barack Obama justo cuando Trump empezaba su candidatura presidencial. Las pancartas de “Las vidas blancas importan” y “Las vidas azules importan” adornaban sus mítines.
¿Pero puede lograr la misma hazaña desde la Casa Blanca? Eso dependerá de cómo EU defina las protestas. Se pueden construir narrativas muy diferentes a partir del abrumador rango de videoclips en los últimos días. Algunos muestran a policías blancos atacando brutalmente a manifestantes blancos y negros. Otros muestran policías marchando en solidaridad con ellos. Luego están las escenas de saqueo e incendios.
Trump afirma que la mayoría de los manifestantes de Minneapolis son radicales de extrema izquierda.
Se han propagado los memes antisemitas que afirman que el financiero George Soros financia un ejército de militantes Antifa (antifascistas). Los bots rusos ayudan a difundir la teoría de la conspiración. La administración de Donald Trump recogió esa narrativa.
En una declaración televisada, Bill Barr, el fiscal general de EU, dijo que las protestas fueron “planeadas, organizadas y conducidas por grupos extremistas de anarquistas y de extrema izquierda utilizando tácticas similares a las de Antifa”.
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Sin evidencia, Trump dijo que 80% de los manifestantes de Minneapolis no eran de ese estado. El domingo antepasado, tuiteó que va a designar a Antifa como una “organización terrorista”.
EU enfrenta hoy el espectro de un largo verano de agitación, con un presidente que alimenta la polarización. Se produce en medio de una pandemia que cobra desproporcionadamente la vida de las minorías en las zonas más densamente pobladas de las áreas urbanas del país estadounidense.
Las últimas palabras de Floyd •“No puedo respirar”•sirven como metáfora de una sociedad que se ahoga con su política cada vez más tóxica.
La narrativa alternativa que propone Joe Biden, el oponente de Trump, es que EU clama por ser sanado. El candidato demócrata promete “restaurar el alma de Estados Unidos”. Si las encuestas recientes sirven como una guía, el mensaje de Biden está funcionando. Una encuesta del Washington Post / ABC le dio una ventaja de 53% sobre 43% de Donald Trump.
Esa foto fue tomada antes de que las protestas se extendieran a otras ciudades. Rememorar a los mejores ángeles de EU, como lo invocó Abraham Lincoln, hace que el mensaje de Biden tenga un atractivo histórico.
Pero las naciones no poseen almas. Tienen ideas opuestas. El candidato demócrata Joe Biden quiere restaurar a EU a donde estaba antes de que Trump fuera elegido: una sociedad multicultural con su primer presidente no blanco.
Trump no oculta mucho al conjurar a EU antes de los derechos civiles donde los hombres blancos tenían un dominio indiscutible. Culpará a Obama, China, a los izquierdistas radicales y a los “rufianes” por la infeliz condición del país, a cualquiera, en otras palabras, excepto a sí mismo. Es difícil imaginar un contexto más distópico para que la democracia más poderosa del mundo se asiente en su futuro.
srgs