Ultrarricos atisban apocalipsis y se obsesionan con búnkeres

Preparación. Cada vez más multimillonarios se alistan para enfrentar catástrofes, inestabilidad geopolítica y colapso social después del 11S, el huracán Katrina, la tensión en Corea del Norte y la invasión a Ucrania

El cambio climático se considera por primera vez la principal amenaza en Asia y EU. Miguel Sierra/EFE
Gillian Tett
Londres /

Hace un par de años, Douglas Rushkoff, profesor de medios de comunicación y economía digital en Nueva York, fue invitado a dar un discurso en un elegante complejo turístico en un remoto desierto estadunidense. Suponía que iba a hablar a los banqueros de inversión sobre un libro que escribió sobre internet; sin embargo, cuando llegó al lugar, se sorprendió al encontrarse frente a media docena de superricos, luminarias del sector de tecnología y de fondos de cobertura, en lugar de una conferencia.

Los hombres —sí, todos eran hombres— estaban divididos colectivamente, dijeron, por una elección particular: ¿Nueva Zelanda o Alaska? Temían que el mundo se dirigiera hacia lo que ellos denominaban “el acontecimiento”, algún tipo de “colapso ambiental, malestar social, explosión nuclear, tormenta solar, virus imparables o piratería informática maliciosa que acabe con todo”, dice Rushkoff. Y querían saber a qué región sería más segura como refugio.

Otras preguntas que les preocupaban eran: ¿el cambio climático es más temible que la guerra biológica? ¿Cuánto tiempo debían permanecer en un búnker? Y, sobre todo, ¿cómo pueden evitar que sus propias fuerzas de seguridad los asesinaran? Buscaron estas respuestas con Rushkoff porque él escribió Present Shock, un libro muy apreciado sobre el futuro de la tecnología.

Rushkoff admite que no tenía muchas respuestas que ofrecer, con la excepción de señalar que si los multimillonarios querían evitar ser asesinados por sus ayudantes, debían empezar a ser amables con ellos.

Su relato es fascinante por dos razones. En primer lugar, muestra hasta qué punto las personas con una gran cantidad de dinero están preocupadas por un desastre inminente. Desde hace mucho tiempo esta ha sido una característica del mundo moderno. Como el autor Garrett Graff describió con escalofriante detalle en su libro de 2018, Raven Rock, el gobierno de Estados Unidos creó una vasta red de búnkeres a finales de la década de 1940 para sus funcionarios clave en caso de una guerra nuclear.

Lo que cambió en las últimas décadas es que un número cada vez mayor de particulares empezó a prepararse también para las catástrofes. Una serie de acontecimientos, desde el 11S y el huracán Katrina hasta las crecientes tensiones entre Corea del Norte y Occidente; la difusión en internet de teorías de conspiración alimentaron el temor de un colapso de la sociedad.

La invasión a Ucrania hizo que la amenaza de una guerra nuclear regresara a la conciencia. Esta semana, Axa, el grupo francés de seguros, hizo pública una encuesta en la que se muestra que cuatro quintas partes de los habitantes de los países occidentales se sienten mucho más vulnerables que hace cinco años. El cambio climático, por primera vez, se considera la principal amenaza en Asia y EU, y le sigue la inestabilidad geopolítica.

En la encuesta también se revela que “hay un sentimiento de impotencia”, dice Thomas Buberl, director ejecutivo de Axa. En palabras de Ian Bremmer, director del Eurasia Group, “no existe un marco institucional (eficaz) para abordar estas cuestiones… o incluso para frenar la proliferación de armas peligrosas”.

La segunda razón por la que el relato de Rushkoff es fascinante es que esta lucha por organizar la logística de la vida en un búnker puede empeorar los problemas subyacentes. A medida que los ultrarricos piensen más que pueden escapar del Armagedón, menos necesidad tendrán de sentir la desesperación necesaria para evitarlo. Esto es deprimente, argumenta Rushkoff en su libro, Survival of the Richest, ya que estas son las mismas personas que exacerbaron problemas como el cambio climático y los conflictos sociales. “Tienen la mentalidad de que uno se convierte en un individuo soberano, por encima de todos los demás”, argumenta. Los búnkeres les permiten comprobarlo.

Por supuesto, algunos de los superricos que buscan búnkeres dirán que esta crítica es injusta. Como uno de ellos me señaló recientemente, el impulso de protegerse a sí mismo y a sus seres queridos de las amenazas es un instinto humano universal.

Muchas de las personas más ricas del mundo creen que están tratando de contrarrestar esas amenazas. Bill Gates, por ejemplo, está invirtiendo miles de millones en causas relacionadas con la salud y el cambio climático. Elon Musk afirma que quiere evitar una guerra nuclear en Ucrania.

Pero la cruda realidad es que ningún multimillonario puede solucionar por sí solo los riesgos catastróficos del cambio climático, la pandemia o la guerra. Necesitamos la colaboración de los sectores público y privado.

Así que, esperemos que el creciente estado de ánimo de miedo de la actualidad nos sacuda y nos haga buscar soluciones. Si no es así, el futuro parece aterrador, incluso desde un búnker.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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