Una democracia saludable inicia por el propio hogar

Es bueno ver un intento de cooperación occidental, pero China no es la mayor amenaza para nuestros intereses y valores; si quieren salvarse, las naciones de altos ingresos deben mirar hacia adentro

El presidente de EU, Joe Biden, y su homólogo francés, Emmanuel Macron, durante la cumbre del G7. Kevin Lamarque/Reuters
Martin Wolf
Londres /

La alianza de las democracias está de vuelta. Además, su principal objetivo es contrarrestar a China. Estos fueron los grandes temas del reciente viaje de Joe Biden a Europa. El deseo de revivir las alianzas de Estados Unidos después de la era Trump tiene sentido. Pero el nuevo enfoque conlleva riesgos.

Jeffrey Sachs, de la universidad de Columbia, escribió que “no necesitamos al G7”. No estoy de acuerdo. Tiene sentido que las democracias de altos ingresos coordinen políticas en áreas de intereses comunes y valores compartidos. Esto es cierto cuando la democracia misma está en recesión y el poder se aleja de EU y sus aliados para dirigirse a China.

El ascenso de China es la realidad estratégica más importante. Este año, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), generará 19 por ciento de la producción mundial medida en paridad de poder adquisitivo, en comparación con el 7 por ciento en el año 2000. Sin embargo, en conjunto, las democracias de altos ingresos son la mayor potencia económica del mundo. Las naciones del G7 generarán 31 por ciento de la producción y las 37 democracias de altos ingresos del mundo, en conjunto, 42 por ciento en 2021.

En comercio, el G7 genera 31 por ciento de las exportaciones de mercancías del mundo y absorbe 36 por ciento de las importaciones, en comparación con 15 y 12 por ciento de China, respectivamente. Las democracias de altos ingresos generan 55 por ciento de las exportaciones del mundo y absorben 57 por ciento de las importaciones. 

Las democracias de altos ingresos también tienen las economías más productivas per cápita, mientras que China apenas se ubica en el lugar 75. Son el hogar de la gran mayoría de las principales compañías del mundo, los mercados financieros más grandes, las principales universidades y los medios más influyentes. EU también tiene el ejército más poderoso del mundo. Además, a pesar de todas sus deficiencias, el ideal de la democracia liberal sigue siendo atractivo para muchos de los pueblos del mundo.

Al tener economías y sistemas políticos similares, las democracias de altos ingresos necesitan coordinar la regulación en áreas como las finanzas, la tecnología digital y la competencia. También tienen que defender sus valores fundamentales, como la libertad de expresión, contra la injerencia externa, sobre todo de China

Las democracias de altos ingresos tienen sus propios valores e intereses, así como la capacidad para defenderlos, más si actúan juntas. Este es el argumento para la cooperación. Pero Sachs también tiene un punto: decirle al resto del mundo qué hacer es malo e inviable.

Como Ian Morris, de Stanford, escribe en su libro ¡Guerra! ¿Para que sirve?, “los europeos libraron una guerra de quinientos años contra el resto del mundo”. Estos últimos no lo han olvidado. Las décadas desde el colapso de la Unión Soviética socavaron la confianza en la competencia y los valores de Occidente, trayendo las locuras de la “guerra contra el terrorismo”, las guerras en Afganistán e Irak, la crisis financiera global, la salida de Reino Unido de la Unión Europea y la elección de Donald Trump. El G7 habla de un compromiso compartido con “la cooperación internacional, el multilateralismo y un orden mundial abierto y basado en normas”. Hoy, esto evoca una risa hueca. Biden espera que Trump fuera una aberración. Por desgracia, aún puede volver.

Para que una alianza democrática renovada tenga peso necesita políticas coherentes y sensatas. Estas son las que faltan, sobre todo en la tarea de vacunar al mundo contra el covid-19. El G7 reconoce que “para poner fin a la pandemia en 2022 será necesario vacunar al menos a 60 por ciento de la población mundial”. Esto significa al menos 9 mil 400 millones de dosis. Pero se comprometió a compartir apenas 870 millones durante el próximo año. También declaró que “desde el inicio de la pandemia, hemos comprometido 8 mil 600 millones de dólares para financiar la adquisición de vacunas, incluidos mil 900 mdd desde nuestra última reunión en febrero. Esto proporciona el equivalente a más de mil millones de dosis”. En total proporcionarán 2 mil millones de dosis. Se necesitan muchos más.

Sin embargo, el G7 también señala que ya gastó más de 12 billones de dólares en apoyo a sus ciudadanos y empresas. Debía ser evidente, dado este gasto colosal para las consecuencias del covid, que el G7 tenía la obligación de financiar el plan del FMI para vacunar al mundo a mediados de 2022 a un costo de 50 mil mdd.

Esto es una locura, pero también existen peligros a largo plazo en la nueva alianza planeada contra China. Las democracias de altos ingresos tienen razón al querer proteger sus valores fundamentales, pero la principal amenaza no viene de China, sino de un lugar más cercano. Es el fracaso de no garantizar una prosperidad compartida y defender las normas democráticas lo más importante. Por desgracia, han sido nuestras élites, no las de China, las que causaron este daño. Mientras, debemos reconocer la necesidad de cooperación para preservar la paz y proteger a la humanidad contra las amenazas mundiales, como pandemias y desastres ambientales.

Nada es más probable que empuje al pueblo chino a los brazos de su régimen comunista que la hostilidad de las democracias. A largo plazo, es mucho más probable que la confianza en nuestros valores de apertura y libertad cambie a China. Sí, las democracias deben defender los intereses económicos y estratégicos fundamentales, pero también deben permanecer lo más abiertos posible al comercio y las ideas. Las sanciones no cambiarán a China. Solo el pueblo chino puede hacerlo. Occidente debe darles una razón para desear hacerlo.

Es bueno ver un intento renovado de cooperación occidental, pero las democracias de altos ingresos deben evitar algunas trampas peligrosas. Para liderar, necesitan ideas mucho más coherentes de las que mostraron en el G7. Además, deben intentar evitar un conflicto con China. Nos guste o no, la cooperación es esencial para la humanidad. A largo plazo, las democracias de altos ingresos deben mirar hacia adentro si quieren salvarse. China no es la mayor amenaza para nuestros intereses y valores: hemos encontrado al enemigo y somos nosotros.


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