¿Y dónde están los sindicatos de EU y Europa?

La ley contra la inflación y otro tipo de estímulos harán una economía más resiliente para ambos lados del Atlántico

Starbucks, una de las empresas con esfuerzo de unión laboral. Shutterstock
Rana Foroohar
Londres /

Me he preguntado esto: los diversos planes de estímulo fiscal de la administración Biden están liberando no solo billones de dinero público en la economía, sino también 435 mil millones de dólares en inversiones del sector privado. Gran parte se destina a nuevas sectores en crecimiento, como vehículos eléctricos y otras tecnologías limpias, pero también a semiconductores, biofabricación e industria pesada. Como dejó en claro la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, este esfuerzo de estímulo se juzgará por la forma cómo se utilice ese dinero, y los sindicatos tienen un papel crucial que desempeñar como contrapeso a la industria privada.

Hoy comienza una importante negociación contractual de los Teamsters en UPS, dedicada a la entrega de paquetería, que yo diría que es importante, pero en términos de crecimiento económico futuro es probable que no tan importante como, por ejemplo, las fábricas de vehículos eléctricos, que me encantaría ver sindicalizadas. Sin duda, los recientes esfuerzos de sindicalización en lugares como Starbucks tendrán menos impacto que en estas industrias de alto crecimiento.

De hecho, me temo que el uso de mano de obra “nacional” en lugar de “sindicalizada” en las disposiciones de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por su sigla en inglés) puede ser una oportunidad perdida, o algo peor, en lo que se refiere tanto al equilibrio capital y fuerza laboral como a las relaciones transatlánticas.

Cuando las empresas de la Unión Europea vienen a Estados Unidos, prefieren operar en estados con “derecho al trabajo”, donde es más fácil despedir y más difícil sindicalizarse. La investigación muestra que las compañías europeas aumentaron sus inversiones en la nación incluso antes del lanzamiento de la IRA. Como escribí en 2019, “en los últimos 25 años, las empresas multinacionales con sede en Europa han realizado 36 acuerdos de inversión con gobiernos estatales en todo Estados Unidos, acuerdos por valor de 8 mil 500 millones de dólares en subsidios y beneficios fiscales. De estos, 18 tenían su sede en solo seis estados con el ‘derecho al trabajo’ en el sur profundo”.

Estos movimientos no han hecho más que aumentar desde que empezó a fluir el dinero del estímulo, y la invasión a Ucrania creó problemas en la cadena de suministro para algunos grupos europeos. Los acuerdos con los Estados con leyes del “derecho al trabajo” han sido buenos para las empresas europeas, pero terribles para los sindicatos; de hecho, algunos se quejan de este aspecto de la IRA. (Como nota al margen, he oído que grandes grupos europeos cabildearon para que se utilizara el término “nacional” en lugar de “sindical” para beneficiarse de este arbitraje de sus propios estándares continentales; todavía no tengo ejemplos concretos, pero haré algún reportaje sobre este tema).

Pero independientemente de cuál sea el caso, esto presenta una oportunidad para que los trabajadores de ambos lados del Atlántico hagan algo que los políticos de EU y Europa no están haciendo tan bien en estos días: trabajar juntos en torno a cómo la IRA y otras medidas de estímulo van a implementarse para crear una economía más resiliente. Como mencioné en mi respuesta a la última nota de Ed, ya se hicieron algunos ajustes a la ley, y habrá más. Será estupendo ver que los trabajadores reflexionaran estratégicamente sobre cómo aprovechar estas oportunidades.

Para empezar, me encantaría ver un impulso transatlántico grande y público en torno a la sindicalización de la cadena de suministro de energías limpias. Esto ayudará a que crezcan los sindicatos en los lugares en los que aumentará el empleo y creará un terreno común muy necesario entre EU y la Unión Europea (que existe totalmente, el interés de los trabajadores de ambos lugares es evitar que se reduzcan los estándares mientras las corporaciones buscan formas de reducir costos). Esto le dará a la fuerza laboral acceso a datos sobre cómo se están aplicando todos los estímulos.

Eso es crucial, porque en este momento, gracias a los recortes presupuestarios federales de las últimas décadas, ni siquiera la gente de la Casa Blanca que trata de hacer un balance económico de la IRA tiene todos los datos que necesitan. Como ya he escrito, el mapeo de la cadena de suministro se está convirtiendo en una industria floreciente en el sector privado. Pero a falta de una mayor recolección de datos a nivel federal y/o de algún mandato público que obligue a las empresas a compartir las cifras de la cadena de suministro (lo que no sería popular), es probable que acaparen esa información. Eso dificultará a la administración la vigilancia del dinero del estímulo y a los responsables de la formulación de políticas la comprensión de los efectos de las Bidenomics.

De todos modos, mi opinión sobre la polarización política de nuestra era es que se debe en gran medida a que la globalización permite que el capital triunfe sobre la fuerza laboral en casi todas partes (que es el resultado natural sin ajustes en el sistema o un movimiento sindical más fuerte). Parece que existe una oportunidad real de crecimiento para los sindicatos, si son capaces de pensar de forma más creativa y de forma que traspase las fronteras.

Ed, mientras llega el dinero de la IRA, tengo curiosidad por saber qué parte de este enorme experimento fiscal seguirás con más atención.

Lecturas recomendadas

—Esta semana leí dos artículos muy buenos en la sección de opinión del New York Times. En primer lugar, el artículo de Tressie McMillan Cottom sobre por qué se fija en el sur para entender mejor el futuro de Estados Unidos. En este sentido, me complace saber que los periodistas de Financial Times planean pasar más tiempo en los estados del sur para cubrir las elecciones de 2024.

—También me pareció brillante un artículo del artista folk Ketch Secor sobre cómo la música country puede ayudar a impulsar la reforma de las armas. Ed, ¡es una solución en la que ninguno de nosotros pensó mientras discutíamos el tema hace unas semanas!

—Hace poco compré un ejemplar del libro del historiador David Cannadine, que analiza cómo las culturas empiezan a definirse por lo que aman y acaban definiéndose por lo que odian. No se me ocurre una mejor lectura para nuestro tiempo. Hace poco almorcé con Cannadine y me contó que este libro no recibió mucha atención cuando se publicó en 2013, pero es su favorito personal.

—En Financial Times, Philip Coggan tiene mucha razón al afirmar que debemos abrocharnos el cinturón para muchos años más de agitación durante la gran relajación de la política monetaria. Y no se pierdan el magnífico artículo de Ian Hogarth, inversionista y experto en inteligencia artificial, en la revista de Financial Times sobre por qué debemos desacelerar la carrera hacia la inteligencia artificial. En particular me gustó la claridad con la que expone el desarrollo de esta tecnología.

Edward Luce responde

Rana, estaré pendiente de la implementación. Esto se aplica a la ley de chips, a la IRA, a las infraestructuras y a otros proyectos. Como ya debatimos en otras ocasiones, no creo que la política industrial obtenga el máximo provecho de su dinero a menos que se centre en un único objetivo, lo que no es el caso del impulso de reshoring (deslocalización) de la producción de semiconductores. Preveo que el resultado sea decepcionante. En cuanto a la IRA, es posible que el volumen de subsidios verdes sea tan grande que cambie las reglas del juego, como indica un reciente estudio de Financial Times sobre el aumento de los compromisos de fabricación en Estados Unidos.

Me interesó ver que comentaristas de centro-izquierda, como Ezra Klein, Catherine Rampell y Matt Yglesias, comparten claramente mis preocupaciones sobre la ley de chips. Klein escribe sobre el “liberalismo del bagel de todo”. No se puede esperar que las empresas resuelvan los problemas de equidad en sus comunidades, o que las disuadan las decenas de condiciones más con las que están cargadas estos subsidios. Yo lo llamaría fracaso por diseño, pero es involuntario. Los liberales no pueden evitarlo.

En cuanto a culpar de la desigualdad a la globalización, te insto a ampliar tu visión más allá de Estados Unidos. En algunas naciones, como EU y Reino Unido, la desigualdad empeoró de manera considerable desde la década de 1980. En otros, como Canadá, países nórdicos y Alemania, solo empeoró de forma moderada, o no se deterioró en absoluto. Dado que la mayoría de estas economías están más globalizadas que la Unión Americana, me atrevo a afirmar que estás buscando en el lugar equivocado.

Lo correcto es fijarse en la solidez de las redes de seguridad nacionales, el grado de redistribución fiscal y la calidad y profundidad de los programas de capacitación y aprendizaje de los trabajadores. En todas estas medidas, Estados Unidos y Gran Bretaña están rezagados. La culpa no es de la globalización, sino nuestra. En un asunto relacionado, recomiendo a los lectores la columna de Financial Times de nuestro antiguo colega James Crabtree sobre por qué Occidente está sumido en un delirio de desvinculación. Simplemente estamos desplazando el ensamble de productos terminados a países como Vietnam y México, que experimentan el correspondiente aumento de las importaciones de bienes intermedios procedentes de China.

Sus comentarios

Y ahora unas palabras de nuestros lectores…

En respuesta: “Hay un gran dicho que circula en los círculos diplomáticos de Washington: los europeos odian el liderazgo estadunidense, pero odian aún más la falta de él. Parece que París no lo ha escuchado. El ex secretario de Estado Colin Powell comentó alguna vez: éste es un matrimonio de 200 años, y pasamos la mayor parte de ese tiempo en la oficina del consejero matrimonial. Pero es un matrimonio, y la alternativa sería terrible, ya sea solo la separación o el divorcio definitivo”. -Andras Simonyi.

“Yo diría que, aunque definitivamente hay una delgada línea entre una política europea realizable y una utopía europea, Macron es digno de elogio por expresar sus puntos de vista globales sin restricciones, en la gran tradición del estadista francés”. -Victor de Serière, Ámsterdam, Países Bajos.

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