Si hace un año se llega a mencionar que la Feria Internacional de Turismo de Madrid (Fitur) se iba a celebrar en mayo, en plena tercera ola de la pandemia del covid-19 muchos habrían pensado que se trataba de una broma.
Al final, los organizadores, animados, avalados y apoyados por la Comunidad de Madrid, decidieron que se iba a realizar Fitur, aunque en forma híbrido, es decir, de manera presencial y telemática. El resultado: muchas ganas, pero poca gente.
En esta edición 41 cancelaron su presencia, 110 países y 6 mil empresas. Los aforos se redujeron al 50 por ciento, la mitad de los pabellones está sin ocupar, pasillos casi vacíos. Prohibida la comida, la bebida y las fiestas. Apenas hay folletos en los stands, el papel se ha cambiado por el lector de código QR. Cosas de la tecnología y de la pandemia. No hay aglomeraciones como otros años.
En la inauguración, hasta los reyes de España, Felipe y Letizia, apuraron su tradicional recorrido. Ni la mitad de tiempo que en años anteriores. Eso sí, nadie se puede quejar de la seguridad sanitaria. Dispensadores de gel por todas partes, techos enormes con constante cambio de aire, alfombras las necesarias y desechables.
La medida estrella es el test de antígenos, la prueba que indica que no se es portador del coronavirus. Hay dos opciones, hacerlo en una clínica privada y escanearlo a la base de datos del comité organizador. La otra manera es hacerlo en una zona habilitada dentro del recinto ferial, previo pago de 45 euros, claro.
La mayoría de los expositores tuvieron que hacerse tres pruebas de antígenos para poder ingresar a la feria. La primera al salir de sus respectivos países, la segunda llegando a Madrid y la tercera en el recinto ferial.
“La verdad, ha sido un poco molesto, pero era necesario estar aquí. Sabemos que las cosas han cambiado y lo más importante es que Fitur no se suspendió como las otras ferias”, expresó Juan, expositor mexicano, en referencia a la ITB de Alemania y la WTM de Londres, las primera y segunda más importante del mundo, que cancelaron su edición este año.
“Hay poca actividad. Se nota un ambiente muy diferente, es más, para ser sincero hasta un poco triste. Este es el tercer año que vengo a Fitur y no se compara. Ojalá que el fin de semana haya más público”. La feria estará abierta para profesionales y sábado y domingo podrá ser visitado por el público en general.
Si uno se da un paseo, se puede confirmar que los pabellones están semivacíos, en algunos incluso las únicas personas que hay son las que trabajan en ellos. Ya sea en los de España o cualquier otro país. En el caso de América Latina, la demanda de los expositores fue tan escasa que tuvieron que unir en el mismo pabellón a dicho continente con el de África y el colectivo LGTB.
Se nota que no es lo mismo. Los stands, austeros y más pequeños. “Hay poca gente y casi ni se hacen negocios”, confiesa el trabajador de una agencia de turoperadores española. “La gente está mirando, curiosa, para ver cómo arranca esto, pero no hay seguridad de que se pueda viajar como antes, sobre todo entre países, todavía, y eso se nota”, comentó.
No hay alegría, se siente, incluso hay poco ruido. Faltan muchos países y los que están... No ofrece un vasito de ron en la República Dominicana, ni un tequila en el de México, ni un vino Ribera del Duero, ni un trozo de chuletón del País Vasco, ni un quesito de Cabrales en Asturias, ni un puro en el espacio de Cuba. Lo único que hay son dispensadores de gel por todas partes.
Tampoco se ve –ni se verá en esta edición- al clásico personaje que acude con su carrito de supermercado para llenarlo de folletos, bolígrafos, camisetas o gorras, porque simplemente no hay nada, como medida de seguridad sanitaria.
- Te recomendamos Celebrarán a finales de mayo Feria Internacional de Turismo de Madrid Negocios
Y qué decir, de China, donde empezó la pandemia. Su presencia es prácticamente simbólica con un pabellón ocho veces menor. A lado está el de Palestina que luce un gran moño negro, por obvias razones.
MRA