El impuesto de un peso por litro que se implementó a las bebidas saborizadas en el país a partir de 2014 tiene un efecto regresivo y afecta a las personas de niveles socioeconómicos más bajos, concluyó el Centro de Investigaciones Económicas (CIE) de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
Investigadores de la Facultad de Economía presentaron los resultados del estudio “Industrias de las bebidas no alcohólicas y los alimentos, efectos del IEPS y contribución económica”, que fue producto de un seguimiento que hicieron a los efectos de este impuesto desde 2014.
La doctora Joana Chapa Cantú, directora del CIE, señaló terminantemente que los resultados indican que este impuesto es recaudatorio y no tiene que ver con las razones expuestas para implementarlo, que en un principio eran referentes a la salud de la población.
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“Podemos decir que el IEPS es regresivo, por lo que agrava los problemas de desigualdad en el país. Un impuesto como este genera efectos diferenciados según el producto gravado, y las industrias que afecta contribuyen a la generación del 2.5 del valor agregado de México”, expresó.
Detalló que los principales efectos regresivos de este tipo se centraron en los jugos, fritos, y en menor medida, pero también afectando, a los refrescos y galletas.
“Al final ese impuesto no termina siendo un impuesto para reducir su consumo, termina siendo un impuesto más para recaudar; se podría concluir que no tiene un impacto fuerte sobre el consumo y en consecuencia sobre la salud, menos”, dijo.
Edgar Luna Domínguez, uno de los investigadores que participaron en el estudio, explicó que esta “regresividad” del impuesto a estos productos se explica debido a la poca elasticidad que tienen: es decir, hay pocas opciones para sustituirlo, por lo que se sigue consumiendo.
“La diversidad de bienes que tienes tú para sustituir uno por otro, si se incrementa el precio de un bien y tienes productos sustitutos, puedes buscarlos para cambiar el consumo de ese bien. Pareciera que los refrescos son un bien poco elástico, es decir, no tienen sustitutos para los mexicanos, al aumentar el precio la gente lo sigue consumiendo sin importar eso”, explicó.
Entre los datos para justificar estos descubrimientos, el CIE resaltó que durante 2016, las familias del estrato más bajo gastaron el 2.32 por ciento de su presupuesto en refrescos, mientras que las familias del estrato más alto solo gastaron .60 por ciento.
Chapa Cantú señaló que estos descubrimientos deberían poner en la mesa de discusión este impuesto y las consecuencias en la economía mexicana.