"Nada con exceso”. Es el lema, también conocido como “la media de oro”, que se exhibió en el antiguo santuario de Delfos. Esa contención es particularmente crucial para la preservación de la democracia liberal, que es una síntesis frágil de la libertad personal y la acción cívica.
En la actualidad, se tiene que recuperar el equilibrio entre estos dos elementos. Larry Diamond, de la Universidad de Stanford, argumenta que la democracia liberal tiene cuatro elementos necesarios y suficientes: elecciones libres y justas; participación activa de las personas, como ciudadanos; protección de los derechos civiles y humanos, de todos los ciudadanos, y un estado de derecho que vincula a todos los ciudadanos por igual.
La característica más destacada del sistema son las restricciones que impone sobre el gobierno y así en la mayoría: cualquier victoria es temporal.
La democracia en crisis
Es fácil ver por qué este sistema es tan frágil. Actualmente, esa verdad, por desgracia, no es teórica. Freedom House, una organización de EU muy respetada sin fines de lucro y con fondos federales, declaró en su informe de 2018 que “la democracia está en crisis.
Los valores que encarna —en particular el derecho a elegir a los líderes en elecciones libres y justas, la libertad de prensa y el estado de derecho— están bajo ataque y retrocediendo en todo el mundo”. Esta “recesión democrática”, como la llamó el profesor Diamond, no se restringe a países emergentes o que eran comunistas, como Hungría o Polonia.
El compromiso con las normas de la democracia liberal, así como el derecho al voto y la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, está en retroceso, incluso en las democracias establecidas, entre ellas Estados Unidos (EU). ¿Por qué ocurrió esto?
En un libro reciente, y en un artículo anterior, Yascha Mounk, maestro de Gobierno de la Universidad de Harvard, sostiene que tanto el “liberalismo antidemocrático” como la “democracia no liberal” amenazan, de alguna manera, a la democracia liberal.
Según el primero, la democracia es demasiado débil: los vínculos sociales y la seguridad económica se sacrifican en el altar de la libertad individual. Bajo el segundo, el liberalismo es débil: el poder lo capturan los demagogos que gobiernan en nombre de una mayoría enfurecida o al menos una minoría considerable, a quienes se les dice que son la “gente real”.
El liberalismo antidemocrático termina en un gobierno de élite. La democracia no liberal termina en un gobierno autocrático. Además, el argumento del señor Mounk es que el liberalismo antidemocrático, especialmente el liberalismo económico, en gran medida explica el surgimiento de la democracia no liberal: “vastas franjas de política han sido aisladas de la contestación democrática”.
También señala el papel de los bancos centrales independientes y la forma en que el comercio se rige por acuerdos internacionales que se crearon en negociaciones casi secretas y que realizaron dentro de instituciones remotas y apartadas. En Estados Unidos, mencionan, que los tribunales no elegidos deciden muchos asuntos sociales controvertidos.
El Dato.10%
es la brecha en los ingresos nacionales entre países desarrollados
En áreas como los impuestos, los representantes electos conservan la autonomía formal. Pero la movilidad global del capital restringe la libertad de los políticos, que a su vez reduce las diferencias entre los partidos establecidos de centro-izquierda y centro-derecha.
Las instituciones ya no hacen su trabajo
¿En qué grado este liberalismo antidemocrático explica la democracia no liberal? La respuesta es: lo hace, hasta cierto punto. Sin duda, es cierto que la economía liberal no ha dado los resultados esperados; la crisis financiera fue un golpe particularmente grave. Un aspecto de ese tipo de liberalismo —la migración— como argumenta el escritor británico David Goodhart en su libro The Road to Somewhere (El camino a alguna parte), convenció a muchas “personas de alguna parte” —los que están establecidos en un lugar— que están perdiendo sus países ante extraños no deseados que llegan. Las instituciones que representaban a la mayoría de la gente común —los sindicatos y los partidos de centro izquierda— dejaron de existir o dejaron de hacer su trabajo.
Por último, la política la asumieron “personas de cualquier parte”, que están en movimiento y altamente educadas. Thomas Piketty sugiere que un “brahmán de izquierda” y un “comerciante de derecha” ahora dominan la política occidental.
Estos grupos pueden diferir muy notorio unos de otros, pero ambos están vinculados al liberalismo: social, en el caso de los brahmanes, y económico, en el caso de los comerciantes. Un punto importante es que si el liberalismo antidemocrático ha ido demasiado lejos para la comodidad de una gran parte del público votante, ese liberalismo no es solo económico; no se trata solamente del neoliberalismo.
Además, poco de eso tiene que ver con instituciones internacionales con demaciado poder, con la discutible excepción de la Unión Europea.
De hecho, la prosperidad que desean los países de altos ingresos está estrechamente ligada al comercio internacional. Eso, a su vez, necesariamente involucra a más de una jurisdicción. Un futuro que no incluya la cooperación internacional en materia de regulación o aplicación de impuestos transfronterizos no funcionará. Esto también se tiene que reconocer.
La razón del nacionalismo
Se exagera con la opinión de que la dimensión económica del liberalismo antidemocrático llevó a la gente hacia la democracia no liberal. Lo que es verdad es que el liberalismo económico mal administrado ayudó a desestabilizar la política. Eso puede explicar la reacción nacionalista en los países de altos ingresos.
Sin embargo, el tipo de democracia no liberal que vemos en Hungría o Polonia, no es un resultado inevitable en las democracias establecidas. Será difícil para Donald Trump convertirse en una versión estadounidense del húngaro Viktor Orban. Sin embargo, no podemos simplemente ignorar las presiones.
Es imposible para las democracias ignorar la ira y la ansiedad de la gente. Las élites deben promover un poco menos de liberalismo, respetar los lazos que unen a los ciudadanos entre sí y pagar más impuestos. La alternativa de dejar que una gran parte de la población se sienta desheredada es muy peligrosa. ¿Se puede concebir un reequilibrio como ese? Esa es la gran pregunta.