Buscar a alguien que no recibiera algún insulto por parte de Donald Trump es como buscar a un partidario de Hillary Clinton en uno de sus mítines. El magnate ya insultó a todo el mundo, desde el papa Francisco hasta Cher. Sus seguidores lo defienden como un neoyorquino combativo que tiene que contestar cuando le dan un golpe. Pero hay una mujer que aún se escapa a su ira: Michelle Obama.
La popular primera dama de Estados Unidos (EU) se convirtió en un potente símbolo de la resistencia de las mujeres -y hombres- que sienten que el candidato republicano degrada a las mujeres. Obama, la abogada afroamericana que creció en un apartamento de una sola habitación en Chicago, la semana pasada, con el aplomo y gracia que la caracterizan, destrozó al descendiente neoyorquino de un desarrollador inmobiliario.
“Tenemos un candidato a la presidencia de EU que ha dicho cosas sobre las mujeres que son tan sorprendentes, tan denigrantes, que simplemente no las voy a repetir aquí”, dijo en un mitin en New Hampshire a favor de Clinton, la candidata demócrata. “La semana pasada, vimos a este candidato presumir en realidad sobre agredir sexualmente a mujeres (...) no puedo dejar de pensar en eso. Me sacudió por completo”.
Si bien no mencionó a Trump por su nombre, su objetivo era claro, ya que el comentario se dio días después de que apareció un video en el que el candidato republicano presumía sobre cómo agredió sexualmente a mujeres.
Pero el hombre que pocas veces resiste la tentación de contestar a las críticas fue inusualmente silencioso. Cuando Clinton le tocó las fibras en el último debate, la llamó “una mujer desagradable”. Y, sin embargo, cuando Obama lanzó una de las críticas más mordaces sobre el candidato republicano, no hubo respuesta.
Muchos describieron su discurso como el segundo mejor de la contienda 2016, el otro que está muy cerca también es de Obama, que dio en la convención demócrata en Filadelfia. Sus palabras recibieron muchos elogios en comparación con el discurso de Melania, la esposa de Trump, en la convención republicana en Cleveland, donde plagió el discurso de la primera dama.
Obama, madre de dos “jóvenes mujeres afroamericanas, hermosas e inteligentes”, quien puso en pausa su carrera para ocupar la Casa Blanca, describió los cambios en EU que permitieron que una familia negra pudiera “despertar todas las mañanas en una casa que construyeron esclavos”.
En su discurso, que realizó con la autenticidad que dicen le falta a Clinton, regañó a Trump. “Cuando tienes códigos nucleares a tu alcance”, dijo, “no puedes tomar decisiones repentinas. No puedes tener la piel delgada o una tendencia a atacar verbalmente”. Trump respondió al decir que “me gustó su discurso” y “la presentación fue excelente”.
Si bien en gran medida evitó la política partidista en los ocho años en que su esposo, Barack Obama, se instaló en la Casa Blanca, no renunció a las causas que siente cercanas a ella.
En 2015, le dijo a Financial Times que cuando era más joven era tímida, pero que ahora se da cuenta de la importancia de no permanecer callada. “Siempre le digo a mis hijas, tienen una voz, y tienen que usarla”.
En su tiempo en la Casa Blanca, habló a favor de mujeres y niños. En los últimos años, esos esfuerzos avanzaron a través del programa Let Girls Learn. Casi podrías escuchar que se dirigía a un salón de jovencitas en Camboya o Uganda cuando le dijo a la audiencia embelesada en New Hampshire: “Los hombres fuertes -los hombres que realmente son modelos a seguir- no tienen que hacer menos a las mujeres para volverse más poderosos”.
Katherine Jellison, profesora de historia de la Universidad de Ohio, dice que es raro que una primera dama critique a un candidato. Obama, dice, “pasará a la historia como una de las más influyentes”.
“Ha sido una portavoz muy eficaz para que EU sea más incluyente y diverso. Puede comunicar ideas importantes de tal manera que parece que vienen directo del corazón”, dice la profesora Jellison. “Cuando criticó a Trump. Parecía que hablaba desde un lugar en el que tuvo una experiencia personal con el sexismo. Hizo una conexión emocional real con su audiencia”.
La pasión con la que criticó a Trump durante la campaña desató los llamados de “Michelle para presidenta”. Muy similar a su esposo, quien el año pasado ganó elogios por su panegírico “Amazing Grace” en el funeral de nueve feligreses negros asesinados por un supremacista blanco en una iglesia de Charleston, se eleva cuando habla sobre temas que resuenan emocionalmente.
“Para alguien que -se dice- no le gustan las campañas electorales, ha sido fenomenal. Tiene un mensaje poderoso que resuena en la gente”, dice Jim Manley, ex asesor de alto nivel para el Partido Demócrata en el Senado. “Alguien en su campaña fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta que si Trump iba tras ella, eso lo destruiría”.
La semana pasada de nuevo criticó a Trump por decir que tal vez no acepte el resultado de la elección: “Cuando un candidato presidencial amenaza con ignorar nuestras voces y rechazar el resultado de esta elección, amenaza la idea misma de EU”, dijo. “No mantienes en suspenso la democracia estadounidense, demasiadas personas marcharon y se manifestaron y lucharon y murieron por esta democracia”.
Su reproche fue uno de los más duros que enfrentó el rimbombante candidato. Sin embargo, no solo se quedó en silencio, también habló de la primera dama cuando dijo un chiste sobre su esposa en una cena benéfica en Nueva York.
“Michelle Obama da un discurso y todo el mundo lo adora (...), creen que ella es genial. Mi esposa, Melania, da el mismo discurso y la gente se le echa encima. ¡Y no lo entiendo!”.