Donald Trump, presidente de Estados Unidos, dice que no se arrepiente de su estilo poco convencional ni de la agenda que introdujo. Pero a medida que se acerca a los 100 primeros días de su presidencia, gobernar se vuelve más difícil de lo que imaginaba.
A mitad de la entrevista en la Oficina Oval, se le pregunta al presidente Donald Trump si se arrepiente de alguno de sus tuits mordaces sobre los aliados, opositores políticos y la situación del mundo. Hace una pausa momentáneamente: “No me arrepiento de nada, porque no hay nada que puedas hacer. Sabes que si publicas cientos de tuits, y de vez en cuando te equivocas, no está tan mal”.
Trump es el primer comandante en jefe que nunca ocupó un puesto en el gobierno; un magnate inmobiliario y anfitrión de un programa de televisión de realidad que cambió cinco veces su lealtad. Nominalmente un populista, contrató al gabinete más rico en la historia.
El presidente se considera a sí mismo como un amo comunicador para las masas. Y tiene las pruebas. “¿En dónde está Dan? ¿En dónde está Dan Scavino, por favor?”, cruza la Oficina Oval. En unos segundos, Scavino, un ex caddie de golf que manejó las redes sociales de Trump durante la campaña de 2016 y que ahora hace lo mismo en la Casa Blanca, entra con una laptop para informar que el presidente tiene 101 millones de seguidores en conjunto. “Tengo más de 100 millones de seguidores entre Facebook, Twitter e Instagram”, dice con orgullo. “Más de 100 millones. No tengo que acudir a los medios falsos”.
El intercambio de Twitter encapsula a Trump: desafiante, a veces intimidante, su estilo de gobierno es profundamente desestabilizador.
Sin embargo, a medida que se acerca a sus primeros 100 días en el cargo, hay señales tentativas de que hay más método detrás de la locura de lo que sospechan sus críticos.
Trump y su equipo consideran que el mundo en 2017 está marcado por el nacionalismo económico y los líderes fuertes como Vladímir Putin, en Rusia, y Narendra Modi en India, al presidente Xi Jinping en China. Consideran como un lugar donde EU debe hacer valer vigorosamente sus propios intereses.
“Creo en las alianzas. Creo en las relaciones. Creo en las asociaciones. Pero las alianzas no siempre funcionan bien para nosotros”, dice.
Alianzas inciertas
Para los aliados como Reino Unido, Alemania y Japón, el enfoque de transición es profundamente inquietante porque ignora el papel que desempeña EU en mantener la paz, aunque hay optimistas que dicen que Trump utiliza una táctica de apertura en una negociación, pero el presidente insiste en que no es una pose. “Es un problema muy, muy serio el que tenemos en el mundo de la actualidad. Y tenemos más de uno, pero esto no es un ejercicio...no es una charla. Estados Unidos habló durante mucho tiempo y ya vimos a dónde nos llevó, nos llevó a ninguna parte”, dice. “Cuando dices que es un ejercicio brillante, este no es un ejercicio brillante...al mismo tiempo, no les digo lo que estoy haciendo”.
Y sobre el paraguas militar estadunidense a los aliados o la explotación de China a las reglas de comercio mundial asegura: “No funcionó para nuestros predecesores. Vean dónde estamos. Tenemos un déficit comercial de 800 mil millones de dólares”, dice Trump. El Departamento de Comercio informa que el déficit comercial de EU en bienes y servicios fue de poco más de 500 mil mdd en 2016.
El jueves y viernes Trump recibirá a Xi en Mar-a-Lago, su opulento complejo turístico de Florida. La reunión plantea tal vez la prueba más dura a la fecha para su enfoque de “Estados Unidos primero”. Trump se muestra muy amable cuando habla de su próximo invitado. “Lo respeto mucho. Tengo un gran respeto por China. No me sorprendería mucho si hacemos algo que sea muy drástico y bueno para ambos países”.
En la entrevista con FT también está dispuesto a dejar en claro que no tiene ningún resentimiento con la canciller Angela Merkel de Alemania, después de que aparentemente no quiso estrechar su mano frente a las cámaras en la Oficina Oval.
“Tuve una gran reunión con la canciller Merkel. Nos estrechamos la mano cinco veces y después nos sentamos en dos sillones...y creo que un periodista dijo ‘estrechen las manos’. No lo escuché”.
Sobre el brexit, está igualmente ansioso por disipar las sugerencias de que EU vería alegremente que se rompa la Unión Europea: “Cuando ocurrió habría pensado que seguirían más, pero realmente creo que la Unión Europea está reaccionando”.
No es una pose sobre el comercio
Sobre la política comercial parece que Trump es más práctico de lo que muchos analistas supusieron al principio. Después de reprender a México como la principal fuente de inmigración ilegal y prácticas desleales de comercio bajo el Tratado de Libre Comercio (TLC), el gobierno cambia de velocidad. Por ejemplo, Wilbur Ross, secretario de Comercio y amigo de mucho tiempo, busca resolver una disputa de largo tiempo sobre el azúcar, consciente de que no lograrlo puede envalentonar a Andrés Manuel López Obrador, el político radical de izquierda que compite para la presidencia en México.
Ross, quien se unió a la entrevista, advierte que la gente no debe subestimar a Trump. “Una retórica dura sin duda es útil en el periodo previo a las negociaciones, pero el presidente no blofea”, dice.
Sobre el revés reciente en sus esfuerzos para sustituir la ley de salud Obamacare, cuando los líderes republicanos abandonaron la votación después de que no lograron ganar suficiente apoyo para aprobar un proyecto de ley armado con prisa, afirma: “No quería que se hiciera una votación. Dije, ¿por qué debería votar?”. Cuando se le preguntó cómo se sentía con el revés, demostraba que aún le duele: “Sí, yo no pierdo. No me gusta perder”.