¿Por qué es inevitable una nueva crisis financiera?

FT Mercados

A medida que pasa el tiempo, la regulación bancaria se degrada y los riesgos de una nueva crisis financiera aumentan.

La Fed dejó intacta su taza de interés de referencia y mencionó que no proyecta aumentos para 2019 (Shutterstock).
Martin Wolf
Ciudad de México /

El mes pasado nos enteramos de que la Reserva Federal (Fed, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos (EU) tomó la decisión de no aumentar el colchón de capital anticíclico requerido de los bancos, por encima de su nivel actual de cero, a pesar de que la economía estadounidense se encuentra en un punto máximo cíclico. La Fed también eliminó las calificaciones cualitativas de sus pruebas de estrés para los bancos estadounidenses, aunque no para los extranjeros.

Finalmente, el Consejo de Supervisión de Estabilidad Financiera (FSOC, por sus siglas en inglés), que encabeza Steven Mnuchin, el secretario del Departamento de Tesoro de EU, eliminó a la última aseguradora de su lista de instituciones “demasiado grandes para quebrar”.

Es posible que estas decisiones no perjudiquen la estabilidad del sistema financiero. Pero muestran que la regulación financiera es procíclica: se flexibiliza cuando se debe endurecer y se endurece cuando se debe flexibilizar. 

De hecho, es como si aprendemos de la historia y luego lo olvidamos. Las regulaciones de los bancos se endurecieron desde las crisis financieras de 2007 a 2012. Los requisitos de capital y de liquidez son más estrictos; el régimen de las “pruebas de estrés” es bastante exigente, y se han llevado a cabo esfuerzos para poner fin al escenario de “demasiado grande para quebrar”, desarrollando la idea de una ordenada “resolución” de las instituciones financieras grandes y complejas en EU.

Daniel Tarullo, el gobernador de la Fed a cargo de la regulación financiera hasta principios de 2017, señaló recientemente que “el coeficiente del capital ordinario agregado y ponderado por riesgo de los bancos estadounidenses más grandes, aumentó aproximadamente 7% en los años anteriores a la crisis financiera, a un nivel cercano a 13%, a partir de finales de 2017”.


La autocomplacencia es injustificada

 Los bancos se mantienen como instituciones altamente apalancadas. El público espera que estén a salvo. Pero, con una relación promedio de activos a capital básico de alrededor de 17 a 1, su capacidad de soportar pérdidas aún es limitada.

 El argumento a favor de esto es que estas instituciones promueven el crecimiento. Como insiste Anat Admati, de Stanford, este es un argumento dudoso. Pero políticamente, funciona.

Además, como lo mostró en un artículo reciente Jihad Dagher, del Fondo Monetario Internacional (FMI), la historia demuestra la prociclicidad de las regulaciones.

 Una y otra vez, se relajan las regulaciones durante un auge: de hecho, la desregulación a menudo impulsa ese auge. Luego, cuando ocurren los daños y aparece la desilusión, estas medidas se vuelven a endurecer. 

Este ciclo se puede ver en la South Sea Bubble (burbuja de los mares del sur) del Reino Unido a principios del siglo XVIII y, tres siglos más tarde, en el periodo previo —y el periodo posterior—, a las recientes crisis financieras. Es posible observar una gran cantidad de ejemplos diferentes entre las dos.

El Dato.

13%

aumentó el coeficiente del capital ordinario agregado desde finales de 2017


Las razones de una crisis 

Podemos reconocer cuatro motivos por los que esto suele ocurrir: económico, ideológico, político y simplemente humano. La gran razón económica es que, con el paso del tiempo, el sistema financiero evoluciona. Existe una tendencia a que el riesgo migre de las partes mejor reguladas del sistema y salga hacia las que están menos reguladas. 

Incluso si los reguladores tienen el poder y la voluntad de mantenerse al día, la innovación financiera, que a menudo acompaña esta evolución, dificulta hacerlo. 

El sistema financiero global es complejo y adaptable. También está bajo la dirección de personas muy motivadas. Es difícil para los reguladores ponerse al día con la evolución de lo que ahora llamamos “banca sombra” (el sistema bancario paralelo).

 La razón ideológica es la tendencia a observar este complejo sistema a través de una perspectiva simplista. Cuanto más poderosa sea la ideología del libre mercado, más tenderá a erosionar la autoridad y el poder de los reguladores. Naturalmente, la confianza pública en esta ideología tiende a ser fuerte en los auges y débil en las caídas.

La política también es importante 

Una razón es que el sistema financiero controla vastos recursos y puede ejercer una enorme influencia. 

Un ejemplo de ello fue el ciclo electoral de EU de 2018. De acuerdo con el Centro de Política Responsiva (CRO, por sus siglas en inglés), las finanzas, los seguros y los bienes raíces (tres sectores entrelazados), fueron los que más contribuyeron, cubriendo una séptima parte del costo total. 

Este es un magnífico ejemplo de Logic of Collective Action (la lógica de la acción colectiva) de Mancur Olson: los intereses concentrados prevalecen sobre los generales. Esto es mucho menos cierto en tiempos de crisis, cuando el público está enfurecido y quiere castigar a los banqueros. Pero es verdad, de nuevo, cuando los tiempos son normales. También surge algo que casi es incluso corrupción flagrante: los políticos pueden exigir una parte de la riqueza creada durante los auges.

Dado que ellos al final controlan a los reguladores, las consecuencias para estos últimos, incluso si son honestos y diligentes, son evidentes. Si es necesario, los pueden destituir.

 JK Galbraith inventó el concepto del bezzle, la riqueza que la gente cree que tiene antes de que descubran que les han robado; las burbujas crean enormes bezzles legales. Todo el mundo odia a los funcionarios que tratan de impedir que obtengan una tajada de estos botines. 

Un aspecto significativo de la política es que está estrechamente vinculada al arbitraje regulatorio: la competencia internacional. 

Una jurisdicción trata de atraer negocios financieros a través de una regulación floja; más adelante otras siguen el ejemplo de la primera. 

Esto con frecuencia ocurre porque sus propios inversionistas y centros financieros se quejan amargamente. Es difícil resistirse al argumento de que los extranjeros están haciendo trampa.

Un factor de riesgo

 Luego tenemos la tendencia humana a minimizar los acontecimientos del pasado lejano como irrelevantes; a creer y a ignorar lo que está bajo nuestra nariz. Gran parte de esto puede resumirse como una “miopía ante el desastre”. 

El público les otorga a los reguladores irresponsables el beneficio de la duda y disfruta del auge. Con el tiempo, las regulaciones se debilitan, conforme las fuerzas en su contra se fortalecen y las que están a su favor se corroen. 

Entre más grande sea el desastre, más probable es que duren las regulaciones más estrictas. Pero al final se van a ir. El hecho mismo de que la respuesta en materia política ante la última crisis evite de manera exitosa otra depresión, aumenta las posibilidades de una nueva repetición anticipada.

 El hecho de que el sector privado se mantenga fuertemente endeudado, hace que este resultado sea todavía más probable. La llegada de la administración del presidente Donald Trump se debería considerar como parte de este ciclo. 

Es posible que partes de las regulaciones y de la estricta supervisión, que no le gustan, no sean necesarias o incluso perjudiciales. Pero el efecto acumulativo de sus esfuerzos es bastante claro: las regulaciones se van a erosionar, y esa erosión se exportará. Esto ya ocurrió antes y volverá a suceder. En esta ocasión, tampoco es diferente.



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