Ricardo Rosselló planea un curso más allá de las deudas

El gobernador de Puerto Rico sueña con que la isla se convierta en el estado 51 de EU, pero enfrenta grandes obstáculos.

"Le hice saber al mundo que no iba a vacilar, voy a tomar la mejor decisión para el pueblo de Puerto Rico”.
Eric Platt
Ciudad de México /

En medio de los debates durante las candidaturas para gobernador del año pasado, Ricardo “Ricky” Rosselló llamó a defender a su padre durante un momento tenso. El entonces aspirante a gobernador, de 37 años de edad; un graduado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) con títulos en química e ingeniería biomédica, y quien nunca había sido electo para cargos públicos, era interrogado por las acusaciones de corrupción que persiguieron a la administración de su padre, Pedro Rosselló.

Tropezó al principio. “El pueblo le falló”, dijo, una declaración que parecía que desviaba la culpa de su padre. No fue una respuesta que lo hizo ganar la gracia en el territorio de 3.4 millones de residentes estadounidenses cuando lidiaba con una crisis de deuda y pensiones de 120,000 millones de dólares (mdd), y buscaba un nuevo líder para reemplazar un gobierno que buscó reducir sus obligaciones.

Rosselló se comprometió a eliminar la corrupción si alguna vez se hacía real su administración. Dijo que Puerto Rico tenía que conservar su credibilidad con la comunidad internacional y los inversionistas. Y que, a pesar de los crecientes problemas, debería pagar sus deudas.

Unos meses más tarde, en noviembre de 2016, resultó electo y se instaló en La Fortaleza, la histórica mansión del gobernador en el Viejo San Juan, y comenzó a trabajar para resolver la crisis de la isla.

Para muchos electores, la idea de la bancarrota era admitir la derrota. Para otros, Rosselló ofreció una transformación histórica: la esperanza de unirse permanentemente a la Unión y convertirse en el estado 51 de Estados Unidos (EU).

A la isla, al igual que otros territorios de EU, se le prohíbe utilizar las protecciones tradicionales de bancarrota que se permiten a otros gobiernos locales y corporaciones públicas. El año pasado, el Congreso apresuró un rescate legislativo bipartidista para darle a Puerto Rico un proceso equivalente a la bancarrota, aunque la legislatura nunca ha sido probada en un tribunal de justicia.

El 3 de mayo, Rosselló ordenó el uso de ese procedimiento de casi quiebra y, por tanto, provocó la mayor reestructuración en registro en el mercado de bonos municipales de 3.8 millones de millones de dólares, donde los estados y las ciudades financian obras públicas. Una decisión con la que se siente “cómodo”.

“Le hice saber al mundo que no iba a vacilar”, dijo. “Aunque esperábamos que pudiéramos lograr acuerdos consensuados, la verdad del asunto es que iba a tomar la mejor decisión para el pueblo de Puerto Rico”.

El gobernador de amplios hombros, casado y con una hija, es el más joven de tres hijos. Él es un excientífico de células madre y académico. Eduardo Bhatia, el líder de la minoría en el Senado de Puerto Rico, dice que “tiene un estilo de centralizar la toma de decisiones, 100% las toma él mismo”.

Un profesor de la Universidad de Duke, quien trabajó con Rosselló en sus estudios postdoctorales, dijo que “le gustaba pensar de manera ambiciosa, buscar grandes objetivos y alcanzar grandes logros”. Esa característica se puso de manifiesto en los planes radicales, incluyendo la charla de Rosselló sobre recurrir al llamado plan Tennessee, un proceso muy complejo que recibió ese nombre por la forma como se unió el decimosexto estado.

Otros seis estados utilizaron el estratagema para unirse, incluyendo California y Michigan, pero es muy poco probable que en esta ocasión tenga éxito. A pesar de eso, el gobernador tomó el primer paso hacia esa ruta a principios de año, con el anuncio de un plebiscito que se estableció para medir el respaldo para la condición del estado, la isla vota en junio.

Al igual que su padre, Rosselló es un feroz defensor de convertirse en parte de EU: en 2012 comenzó un movimiento político conocido como Boricua Ahora Es, para hacer campaña para un cambio en la condición del territorio. Ese fervor atrajo a miles de puertorriqueños a sus marchas.

Es poco seguro saber cómo se verá esa alternativa. La isla puede enfrentar años de litigios con los tenedores de bonos y pensionados, quienes buscan reducir sus costos. Esto puede deprimir más la actividad económica, después de una recesión de casi una década, y acelerar un éxodo mayor (su población cayó más de 8% en los último seis años).

Los acreedores calcinados por los cambios de las opiniones de Rosselló sobre la deuda de 74,000 mdd de la isla y su capacidad para pagar también podrían interferir con el plan. Canalizaron dinero en anuncios de campaña en la isla y esfuerzos de cabildeo en Washington con la esperanza de mayores pagos y es probable que lo vuelvan a hacer.

Esto hará que los esfuerzos de Rosselló para escribir su propio capítulo en la historia de la isla sean aún más difíciles. Ya está en un curso de colisión con parte del legado de su padre, quien amplió la atención de salud de primera calidad a todos los puertorriqueños, una visión social que tuvo un apoyo generalizado en toda la isla.

Pero vino con un costo, los déficits anuales aumentaron y empujó más a Puerto Rico junto con una juerga de endeudamiento. Los supervisores federales le ordenaron al gobernador actual reducir esos costos de atención de salud. La deuda pública se disparó bajo el mandato de su padre, ya que gastó enormes cantidades en proyectos de infraestructura: un centro de convenciones, paso de trenes urbanos y arena de entretenimiento. Ahora, Rosselló hijo debe afrontar esas deudas.

“Es el karma”, dice Bhatia. “Tiene que deshacer todas las cosas que hizo su padre que fueron grandes manjares, pero que no podíamos pagar”. “Mi padre... siempre dijo que no puedes comprar lo que no puedes pagar. Puerto Rico se acostumbró a comprar cosas que no podía pagar”, finaliza Roselló.


LAS MÁS VISTAS