Schwarzenegger, la máquina indestructible

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El actor y exgobernador de California sigue su lucha contra Donald Trump por el calentamiento global.

"Después de dos cirugías al corazón, soy consciente de que no soy la máquina que interpreto en las películas" (EFE).
Henry Mance
Ciudad de México /

En las películas, el actor Arnold Schwarzenegger mató a clones y zombis. Ahora parece que trata de matarme. Vamos en bicicleta en Los Ángeles hacia Gold’s Gym para su entrenamiento antes del desayuno. Debería ser un viaje tranquilo, pero el exgobernador de California no se detiene en los semáforos en rojo; simplemente se los salta. 

El ex Mr Universo ahora tiene 71 años. Ya pasaron casi 50 desde que fue el campeón de fisiculturismo en el mundo; pasaron 14 meses desde una cirugía a corazón abierto, en la que dice que casi muere. “Ya no me entreno en serio”, sonríe. Si voy a superarlo, es ahora o nunca. Volvemos a las bicicletas y respiro hondo: solo siete semáforos en rojo hasta el desayuno. 

Su mandato como gobernador de California terminó en 2011. Él logró canalizar la ira pública hacia la clase política; era un forastero republicano que atrajo a los demócratas. “Yo fui un poco el primer populista electo”, dice. Era el político de origen austriaco más conocido desde entonces. Y aunque la Constitución de EU prohíbe que los ciudadanos naturalizados se conviertan en presidentes, sus partidarios tenían un plan. 

Al final, Schwarzenegger se encontró en el ala equivocada del Partido Republicano, al que le gustaba el bipartidismo y la energía solar. La elección de 2016 la ganó Donald Trump y desde entonces ambos discuten sobre todo tipo de cosas, desde el medio ambiente hasta la educación. Nos dirigimos a un área privada en el Fairmont, un hotel de lujo con vistas a la playa de Santa Mónica. Arnold viene aquí varias veces a la semana, y el mesero, de manera instintiva, trae una tetera blanca de té verde. 

Ordenó el market scramble sin los huevos, con una guarnición de fruta. Schwarzenegger se va “por lo mismo de siempre... lo que quiera decir”. A pesar de todas las veces que posó, “nunca estuvo satisfecho” con su cuerpo. “Ahora es aún peor”, dice. Aun así, no le interesan las dietas de moda. Escribió seis libros sobre acondicionamiento físico. “Te vuelves creativo. Cada vez que hacía una película cuando necesitaba estar en forma, simplemente eliminaba el pan y el postre y me ponía marcado”, agrega.

Nació en Austria después de la Segunda Guerra Mundial, ansiaba escapar de la pobreza y de su autoritario padre. Comenzó con el fisicoculturismo en un momento en que los gimnasios eran casi inexistentes.

Su éxito le abrió camino hacia Estados Unidos (EU), donde sus primeras incursiones incluyeron trabajo de albañilería después del terremoto de Los Ángeles en 1971. Hollywood quería actores musculosos. Ganó más de 100 millones de dólares (mdd) por películas como Terminator. Finalmente, Schwarzenegger también quiso emular a Ronald Reagan. En 2003, con los recuerdos aún frescos de la crisis de energía de California, se postuló para gobernador y resultó electo. 

Tuvo un comienzo difícil, al estilo Trump, donde llamó a los opositores “niñitas” y reprimió la inmigración. Luego adoptó el ecologismo y aprobó una legislación histórica de topes y canjes que convirtió a California en el primer estado de EU en limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.

 Al hacer una evaluación de su trayectoria, Schwarzenegger prescinde de la humildad. El actor ayuda a presentar “importantes demandas colectivas” contra las compañías petroleras que minimizan el riesgo del calentamiento global.

Trato de presionarlo para que insulte a Trump, pero él solo se atreve a llamar disparates a las políticas ambientales del actual gobierno. ¿La riña con el presidente es real? “Por mi parte, lo es”. Aunque todavía es republicano, se negó a votar por Trump en 2016, y desde entonces los dos no se hablan. 

Bien, ¿hay algún republicano que compita con Trump para la nominación de 2020? “Para lo que vemos hoy, no. Pero no sabemos qué pasará mañana”. ¿Ya aceptó que no será presidente? “La Constitución no me permite serlo”. Llega el desayuno de Schwarzenegger: granola con yogur y una fila de fresas cortadas. Mi plato de espárragos cocidos viene con champiñones, brotes de chícharos y una salsa picante. 

De todas las cosas que Schwarzenegger puede terminar, su franquicia cinematográfica no parece ser una de ellas. La sexta entrega, Terminator: Dark Fate, llega a los cines a finales de este año.

 Terminator es solo un proyecto entre muchos. “Tienes que entender que mi vida es como cualquier otra”, dice. “Cambia todo el tiempo. Es una vida tan rica”. En un viaje para promocionar el deporte en Sudáfrica, un hombre lo atacó por la espalda con una patada. ¿Cómo ha cambiado en los últimos 20 años? “Realmente no lo sé, no soy tan autoanalítico. Soy más consciente de lo vulnerables que somos. Después de dos cirugías de corazón, me doy cuenta de que no soy la máquina que interpreto en las películas”.

Quizás el momento más oscuro de Schwarzenegger llegó en 2011, cuando su esposa, Maria Shriver, descubrió que tuvo un hijo con su ama de llaves en 1996. El actor tiene una cita con el primer corte de Terminator 6. Le pregunto sí consideraría congelar criogénicamente su propio cuerpo, “Hice una película sobre la clonación, The Sixth Day. Lo mejor que puedes hacer para volver a crearte es la forma en que crías a tus hijos. Mientras más tiempo inviertas en ellos, más se volverán como tú”, dice. 

Recoge su iPad y lanza una llamada más a la acción sobre el cambio climático. “La gente simplemente está esperando y diciendo que la ONU va a negociar, y oh, déjenlo al gobierno federal. ¡No!”. A menos que él estuviera en el gobierno, le digo. “¡Entonces ya se habría abordado”, se ríe. “Habríamos resuelto todo”.

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